Es lo que aconteció con el incómodo video del asesinato el 12 de julio de 2007 de varios civiles en Bagdad, entre ellos dos periodistas de la agencia británica Reuters, a cargo de la burlona tripulación de un helicóptero Apache de las fuerzas norteamericanas de intervención en Iraq.

La cinta, divulgada recientemente por Internet gracias a la agencia informativa sin fines de lucro WikiLeaks, muestra el salvaje ametrallamiento del grupo de personas y el diálogo sarcástico de quienes lo ejecutan desde el aire, enlazados además por radio con unidades motorizadas de patrullaje terrestre.

Con el uso de ametralladoras para destruir blindajes, el helicóptero destroza virtualmente a sus víctimas y luego arremete contra una camioneta que acude en ayuda de los atacados. Incluso, hay risas cuando otro blindado, estadounidense, recién llegado al área, pasa por encima de uno de los cadáveres.

Así de simple y llano. Luego se escuchan las pretendidas lamentaciones de los jefes militares sobre las “víctimas colaterales” y los “errores involuntarios” de sus tropas, las cuales finalmente no reciben ni la más mínima reprimenda por sus actos de barbarie.

No comentamos de nada nuevo en la historia de agresiones imperialistas. Parecería que en el devenir de tales aventuras injerencistas, siempre hay amplio espacio para aquello de las “bajas civiles”.

Los que hoy peinan canas recuerdan las tituladas “aldeas estratégicas” creadas por los militares de EEUU durante su agresión bélica a Viet Nam, y los crímenes y vejaciones que en ellas cometieron contra la población indefensa.

O rememoran la matanza de My Lai, donde centenares de mujeres, niños y ancianos del valeroso país indochino fueron ametrallados a mansalva por el ejército interventor y lanzados sus cuerpos inertes al borde de los caminos.

Pervive el bombardeo contra barrios populares panameños cuando la más reciente invasión militar norteamericana al país istmeño, por citar solo algunos pocos casos de la lista interminable de crímenes que nunca fueron clasificados por Washington y sus aliados como “violaciones de los derechos humanos”.

Al fin y al cabo, se dirán tales señores, los muertos no son más que gente de segunda, seres inferiores, destinados precisamente a dejar el sitio limpio a los bravos chicos del Tío Sam.

Agencia Cubana de Noticias