La mayor parte de culpa la tienen las administraciones panistas: Vicente el charlatán y Felipe el intolerante. Aunque también es responsable Ernesto Zedillo, el hoy miembro de consejos de administración que hacen negocios sin precedentes en tierras aztecas. Aunque este último, hay que decirlo, ni siquiera fue priista, sino un tecnócrata oportunista que impulsó José Cordoba, el hoy cabildero de innumerables empresas.

El atraso que vivimos era sabido por muchos, incluso por cuatro premios Nobel que visitaron el Distrito Federal. Y cuando Joseph Stiglitz dijo que habíamos tomado las soluciones incorrectas en la actual crisis, el hoy secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, lo mandó a estudiar, y el gordinflón de Agustín Carstens le quiso dar lecciones de política monetaria. Los dos deberían enviar su renuncia… Pero ello es imposible donde la impunidad y el amiguismo premian la ineptitud. ¿Verdad, Felipe Calderón?

Lo grave, empero, no es un modelo que se desmoronó, sino que, lejos de aprehender las lecciones, se insiste en seguir la ruta para encontrar la salida rumbo al abismo. Cuando menos es lo planteado en 2010 y en adelante.

Sin esperar ni siquiera que concluyera el trágico 2009 –año en que se retrocedió 8 por ciento en el producto interno bruto y se perdieron más de 1 millón de empleos–, el aumento a las gasolinas se dio ya dos veces en diciembre de 2009 (8 por ciento en total) y pretende seguir adelante. Es decir, en contraposición con naciones muy diversas como Brasil, Estados Unidos e India, las cuales bajan precios e impuestos, subvencionan tarifas y empleos y reactivan el mercado interno, aquí hacemos lo contrario: subirá todo, perjudicando especialmente a los más de 55 millones de pobres, según la Confederación Patronal de la República Mexicana.

Pero no sólo llegaron ya los aumentos en el combustible, también la leche subió 1 peso y la tortilla va para arriba; su costo será de cuando menos 10 pesos. Es decir, antes de que seamos esquilmados más por el fisco, el alza de los productos en general muestra que muchísimos artículos serán inaccesibles para la mayoría de la población. Esto hará que los pronósticos hacendarios de crecer en 3 por ciento con una inflación de 5 por ciento serán mera ficción, como ocurre anualmente. Lo que viene es un proceso que hace tiempo se llama estanflación: estancamiento con inflación. El peor escenario de los que se imaginaban quienes hacían cálculos desbordados que con el “chaparrito, pelón y de lentes” llegaría la recuperación y la creación de empleos.

En el último asunto, las estadísticas de la Secretaría del Trabajo son muy ilustrativas: de 3 millones 400 mil solicitantes, únicamente se pudieron colocar el 22 por ciento.

¿Presidente del empleo? Juar juar. Igual esa promesa como la de no aumentar los impuestos, abolir la tenencia vehicular y llegar a ser la quinta economía mundial son palabrería vana, como el costo de la gasolina Magna. Este asunto debió revisarse en enero, pero como se hizo antes y abruptamente, hubo enojo: lo mismo del diputado Antonio Arámbula, del Partido Acción Nacional, como de sus compañeros de legislatura Sebastián Lerdo de Tejada, del Partido Revolucionario Institucional, y Vidal Llerenas, del Partido de la Revolución Democrática. Aunque, como siempre, mejor se fueron de vacaciones los empleados de San Lázaro, en lugar de exigir que se cumpla con un acuerdo pinolero (saludos, Julio Hernández López).

La inversión productiva va en picada, los recursos obtenidos por Petróleos Mexicanos serán menores, las remesas caerán nuevamente, las ventas al exterior no subirán y hasta una buena cantidad de maquiladoras se irán porque en otros rumbos hay bajos costos y un mercado más atractivo. Todo ello mientras Felipe presume que llegó a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público un panista que en el apellido lleva su sacrificio: Cordero (Ernesto).

Querer, como desea Carlos Fuentes (Reforma, 28 y 29 de diciembre), que el equipo de Calderón esté integrado por los mejores hombres del país, es literatura, y no de buena calidad.

En el libro Qué hacer con las crisis de Barry Eichengreen se analizan varias situaciones de contracción económica, entre ellas el llamado “Efecto Tequila” en México. La conclusión del autor es que viviremos en estas convulsiones y no serán los organismos internacionales capaces de salvarnos, no obstante los esfuerzos que hagan. Es indispensable trazar una nueva ruta con apoyo de la población y los empresarios.

Aquí los ciudadanos no encuentran auxilio en sus autoridades y los dueños de negocios cada vez más se distancian de quien apoyaron incondicionalmente para llegar a la silla embrujada, lo cual trae como resultado un vacío que hace inestable a quien debe solucionar problemas.

¿En 2010 habrá cambio en serio? La pregunta no es ociosa, más bien plantea que ya no es ni deseable ni posible continuar empobreciendo a la mayoría. Desgraciadamente, cuando hay oídos sordos, vienen grandes estallidos.

CONTRALÍNEA 178 / 18 DE ABRIL DE 2010