Es un problema estructural que afecta a las economías libradas a las fuerzas del mercado. Sucede que como la economía capitalista no tiene planificación y se rige solamente por el afán de lucro, cuando una mercancía genera mucha ganancia surgen una inmensa cantidad de empresas a producir lo mismo (televisores, autos, ropa, licuadoras, etc.), hasta que se genera un cuello de botella. Esta trabazón forja caídas de las ventas, de la tasa de ganancia empresaria, desocupación y un derroche de recursos para toda la sociedad. Según el director de la revista América XXI, Luis Bilbao, “esta crisis se inició en los ’70 del siglo anterior y repite el ciclo que dio lugar a la primera y la segunda Guerra Mundial. Ocurre cuando el capitalismo funciona bien, no cuando funciona mal y no tiene vuelta atrás”.

Para entender bien la profundidad de la crisis es importante resaltar que el sistema ha llegado a esta situación sin ayuda ni colaboración de nadie. Nunca en la historia la oposición marxista estuvo más adormecida. Y mediante la sobreexplotación, el saqueo de las empresas del Estado, de los recursos naturales, de las empresas trasnacionales y de lo intereses de las deudas de los países subdesarrollados, los centros del capitalismo mundial han conseguido correr la fecha del colapso durante décadas, pero la espiral recesiva es de una magnitud sin parangón en la historia y el gran apagón del sistema llegó inexorablemente. Para el líder cubano Fidel Castro “donde impera el capitalismo la sociedad retrocede. La economía de mercado vive del derroche y pone en riesgo la supervivencia de la especie humana”. Está claro, no es una crisis más, todas las medidas anticrisis tomadas hasta ahora han fracasado. El sistema no tiene nada bueno para ofrecerle a la humanidad. Salvo la guerra, la barbarie y la destrucción de su stock excedente, guerra mediante.

La perversión es tal que, por aquello de la productividad, hay millones de personas que podrían adquirir muchos de esos productos pero no tienen medios ya que están fuera del sistema. Entonces la parálisis del aparato productivo se produce apenas se copa la demanda relativa (los que tienen dinero para comprar).

Se cumple a rajatabla el problema de la producción de más y la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, desarrollada por Carlos Marx hace 150 años. No se trata de inteligencia para analizar la crisis, nada que ver, sino de utilizar el pensamiento económico científico como herramienta para interpretar la realidad. Créditos al consumo que no consiguen disimular la crisis, caída estrepitosa de ventas y ganancias, competencia exacerbada, despilfarro, brecha social que multiplica el delito, destrucción ecológica, despidos masivos.

El sálvese quien pueda está de vuelta. Lo que queda por ver es si la humanidad consigue superar este cáncer construyendo un sistema justo, equitativo y racional, que busque satisfacer las necesidades del ser humano o continúa atrapada en un sistema basado en la exaltación de la codicia y la insolidaridad. Si el gran Enrique Santos Discépolo viviera diría que al capitalismo “se le han secado las pilas”.