Vivimos un momento especial en el Ecuador, porque abre oportunidades, mientras más insultadas recibimos más fortalecidos nos volvemos, más visibles vamos a ser.

Un preámbulo: en buena medida la izquierda ecuatoriana, sus teóricos, no reconocieron lo indígena, asumían a lo indígena como lo campesino, y las cosas no son así, porque uno puede vivir, como yo, en el campo, pero no soy campesino, soy indígena porque tengo mi propia cultura, mi propia lengua e identidad.

Por ello es necesario pensar en qué debemos hacer los militantes del sector rural y del sector urbano para afrontar esta nueva realidad.
Hablando del movimiento indígena, éste ha tenido tres etapas en los últimos 30 años. La primera fue reconocernos. Yo soy indígena, tengo mi propia cultura, lengua e identidad, tengo mi pensamiento, mis raíces, mi historia. En esa etapa nos identificamos: quiénes somos, qué hemos hecho y qué queremos hacer; esa parte de la historia la han construido nuestros abuelos.

Hemos sido invisibilizados por el Estado. Solo mirando en las constituciones se evidencia qué grado de atención hemos tenido, hoy por lo menos sí nos reconocen. Hasta hace poco las propias concejalías o prefecturas de Cotopaxi eran ocupadas por mestizos. Así hemos permanecido, como una minoría excluida.

Ahora se plantea que somos minoría con respecto al poder, o sea, en la Asamblea somos minoría. Pero la verdad es que somos mayoría, porque tenemos bases, tenemos estructura, tenemos dirigentes y detrás de estos dirigentes está la verdadera mayoría
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Si la primera fase fue por la tierra, por la identidad, por reconocernos, en los años 90 fuimos ya actores políticos, ya planteamos la refundación del país, la Asamblea Nacional Constituyente, el Estado Plurinacional. Aparecemos en esta época en la palestra pública. Somos visibilizados en los medios, pero gracias a nuestra lucha y movilización.

La tercera etapa es en la que llegamos al espacio legislativo, en el famoso acuerdo que se hizo con Gutiérrez. Y el camino en esta etapa es la unidad en la diversidad, en la que hay que debatir, teorizar y actuar, proponer y luchar. Debemos ahí también entender las diferencias culturales, entre los propios kichwas por ejemplo, o en general dentro de las comunidades indígenas, para entendernos y avanzar y no chocar entre los que nos uniremos para construir esa patria que queremos. El reto es grande, aspiramos todos a hacer historia. Y en eso estamos unidos.

Este articulo es el resumen de la intervención en panel: Veinte años del movimiento indígena, organizado por el MPD