De manera que mientras se tensa la cuerda en Asia Central y en el Lejano Oriente con los temas de Irán y Corea del Norte, en América Latina se atiza el conflicto entre Colombia y Venezuela, con la esperanza de poner coto a la revolución bolivariana encabezada por Hugo Chávez.

Escenario de un prolongado conflicto interno armado que se deriva de ancestrales métodos violentos utilizados por la oligarquía local y el imperio, Colombia se ha convertido en la punta de lanza prioritaria de Washington en su agresividad contra las naciones del Sur del hemisferio, especialmente aquellas que desde hace varios años asumen modelos independientes y progresistas.

El desmesurado fortalecimiento de la presencia militar estadounidense en territorio colombiano en los últimos tiempos fue evidentemente el preámbulo de las multiplicadas tensiones de hoy, y el tema de la ancestral lucha guerrillera en aquel país resulta el ya manido pretexto para crear tensiones con la vecina Venezuela.

De tal suerte, Bogotá afirma que Caracas apoya a los insurgentes, y en consecuencia asume una actitud hostil a sabiendas que detrás están las siete nuevas bases gringas abiertas con su anuencia en puntos estratégicos de la geografía nacional.

Por si fuera poco, fuentes del Comando Sur de los Estados Unidos han declarado públicamente que no dudan de la pretendida veracidad de las afirmaciones de la Casa de Nariño, y en medio de esa ola de malsana histeria, el presidente Álvaro Uribe inauguró una nueva instalación castrense a unos pasos de la frontera con Venezuela, a la vez que en Quito, saboteó los intentos políticos de los cancilleres de UNASUR para reducir tensiones.

En este último caso, Bogotá incluso rechazó la declaración propuesta por Brasil donde de forma genérica se proclamaba la necesidad de hacer de América del Sur una zona de paz, señal inequívoca de lo que se trama con el apoyo yanqui en tan vital espacio geográfico.

De manera que se confirman los criterios de más de un analista regional cuando aseguran que medir la temperatura real en América Latina demanda de mucha objetividad, porque el menor sesgo de desmesurado optimismo o de irremediable derrotismo conduce a crasos errores.

Digamos entonces que la zona es aún virtual campo de batalla donde quedan claves por definir, y en la cual el intervencionismo del vecino del Norte, junto a la actitud obsecuente de la derecha, son blancos esenciales por batir.

Agencia Cubana de Noticias