Sobre todo, porque a partir de las vías en que han accedido al gobierno, deben actuar en contextos donde las oligarquías y sus fuerzas externas aliadas conservan aún importantes cuotas de poder e importantes márgenes de maniobra y manipulación.

Casi a fines de este septiembre, por ejemplo, tendrán lugar en Venezuela elecciones parlamentarias, y tarea esencial de la Revolución Bolivariana será asegurar dos tercios de las bancadas en el poder legislativo a fin de hacer viables los programas hacia el socialismo.

Las autoridades populares han indicado con claridad que, no lograr esa cifra, traería enormes dificultades para avanzar en el proyecto transformador nacional. No pocas acciones importantes como las misiones educativas y de salud, y los planes de integración con el resto de Latinoamérica, requieren de esos dos tercios de votos positivos para seguir adelante.

De lo contrario, la derecha podría boicotear los caminos y retrasar la marcha. En ese escenario es precisamente donde se acentúan los retos claves para los gobiernos progresistas. Ya no se trata solo de hacer válido aquel conocido y auténtico axioma de que las revoluciones valen en la medida en que saben defenderse de la agresión enemiga.

Ahora hay que subrayar con similar ardor que los cambios radicales valen también en la propia cuantía en que demuestran eficiencia, eficacia, progreso y bienestar tangibles.

En pocas palabras, que la estabilidad y la aceptación de las autoridades populares deviene no solo de preparar al pueblo para batir con toda su fuerza la violencia reaccionaria interna y externa, sino además de demostrar con hechos económicos, sociales y políticos, que el camino elegido es superior al capitalismo salvaje en todas sus aristas.

No es por gusto que entre las grandes prioridades de los gobiernos latinoamericanos de nuevo tipo estén, junto a la preparación para la defensa, los masivos proyectos de educación generalizada y libre; los programas de salud en todas sus gradaciones y también de acceso gratuito; la recuperación de las riquezas básicas y la equidad en el uso de sus beneficios a escala social.

También, y muy importante son el fomento de fuentes de trabajo y protección a aquellos incapacitados de ganarse el sustento dignamente, entre otras prioridades.

Por supuesto, no es solo crear, sino hacer que las cosas funcionen bien y logren sus objetivos, única manera de, sin mayor gasto de palabras, demostrar la superioridad de los nuevos tiempos sobre las añejas épocas de explotación y de ejercicio arbitrario del poder oligárquico-foráneo.

Agencia Cubana de Noticias