La noche era muy oscura, recuerda Carlos Escalante, quien fuera entonces el jefe del punto de Guardafrontera del lugar y uno de los heridos graves con ocho impactos de bala en sus dos piernas.

El hecho se produjo por sorpresa, como las que comúnmente realizan los terroristas en esas circunstancias. Los genocidas bajaron de su lancha, penetraron en la tienda del lugar y dispararon a mansalva contra los combatientes del Ministerio del Interior (MININT) que cubrían el recorrido habitual de vigilancia.

En esa ocasión, hace 39 años atrás, Escalante era acompañado en su ronda de observación por el oficial del MININT Lidio Rivaflecha Galano y el auxiliar de guardafrontera Ramón Siam Portelles, quienes en el desigual y sorpresivo ataque, resultaron muertos.

La acción enemiga dejó también huellas en el obrero agrícola Jesús Igarza Osorio y las hermanas Aracelis y Nancy Pavón, las cuales tenían entonces 13 y 15 años de edad, respectivamente.

Escalante, hoy jubilado del MININT, pero vigilante como siempre, cayó mortalmente herido a unos metros de Siam y Rivaflecha, mientras que a Nancy, la otra víctima más grave, luego de múltiples operaciones, tuvieron que amputarle un pie, causa por la cual recibe aún tratamientos médicos en Ciudad de La Habana.

Los vecinos disfrutaban a esa hora de la habitual tranquilidad de la noche, cuando de pronto, los agresores irrumpieron con el intenso tiroteo desde la lancha para cumplir la misión de matar y sembrar el terror en esa humilde comunidad costera de la provincia de Holguín

Ahí estuvo, como lo está hoy en otros escenarios de América Latina, la mano mercenaria pagada por la CIA y la mafia terrorista de Mami, representada por la organización contrarrevolucionaria de Alpha 66, la cual se acreditó cínicamente los criminales sucesos de Boca de Samá.

Al igual que hace casi cuatro décadas, el Chino Escalante como se conoce familiarmente en la zona, narra con precisión y detalles, las horas vividas el 12 de octubre de 1971, cuando estuvo a punto de perder la vida

Como en las películas de terror, recuerda, “vi morir por los impactos de balas a dos de mis más cercanos y queridos compañeros de fila, a quienes no pude proteger porque yo sangraba herido a unos metros de los dos.

“Cuestión de suerte, solo eso, apuntó, pues las balas salían para todas partes y a pesar de mis lesiones no morí, por eso ahora soy testigo de los actos criminales que esos asesinos cometieron contra nosotros.

“Pude caer, como mis otros dos compañeros, recuerda el entonces jefe de Punto de Guardafrontera, pero aquí estoy, subraya, vigilante del mar, de la costa y especialmente de Boca de Samá, huella viva del terrorismo”.

Agencia Cubana de Noticias