Particularmente en el campo de la salud, solo desde mayo de 2009 a abril último, superan los 15 millones de dólares.

Como consecuencia del cerco, los enfermos de la mayor de las Antillas no pueden beneficiarse, en muchas ocasiones, de nuevos medios de diagnóstico, tecnologías y medicamentos, aunque de éstos dependan sus vidas.

Independientemente de que fueran producidos o estén disponibles en algún tercer país, las leyes de la criminal política prohíben que la nación antillana los adquiera si alguno de sus componentes o programas proceden de los Estados Unidos.

Hay niños cubanos que necesitan operarse del corazón porque su vida pende de un hilo, sin embargo, continúan a la espera del medicamento imprescindible, el cual ni siquiera con dinero se puede comprar en el mercado.

El Cardiocentro Pediátrico William Soler, en la capital del paìs, fue incluido en 2007 por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos en la categoría de “Hospital Denegado”, por lo cual le imponen severas condiciones para la venta de productos y se le niega su adquisición si no cumple con las exigencias planteadas.

Tal situación ha limitado la realización de diferentes técnicas quirúrgicas por no poderse comprar en el mercado norteamericano los materiales apropiados tales como sondas vesicales y traqueales, catéteres y stents, entre otros.

A los niños cubanos se les niega el uso del dispositivo Amplatzer, de fabricación estadounidense, para evitar el rechazo orgánico.

Ese dispositivo se utiliza para el cierre percutáneo de la comunicación ínterauricular, es decir, de la abertura defectuosa entre las arterias aorta y pulmonar, en el cateterismo intervencionista, que evita la cirugía a corazón abierto.

También el bloqueo afecta a los enfermos de cáncer. El Instituto de Oncología y Radiobiología está imposibilitado de emplear placas de Yodo Radiactivo en el tratamiento a niños y adultos que padecen del tumor retinoblastoma (crece en la retina).

Esa tecnología solo se puede adquirir en los Estados Unidos y es utilizada mayormente en infantes. Permite tratar el tumor conservando la visión del ojo afectado y la estética del rostro. Ante su carencia, la única alternativa es la extirpación del órgano dañado y, en parte de los casos, la extracción de ambos.

Tampoco Cuba tiene acceso al Temodar, citostático para los tumores del sistema nervioso central que aumenta la supervivencia y calidad de vida de los pacientes y posee pocos efectos adversos, así como también se le niega el derecho a adquirir contraste iodado no iónico para los estudios imagenológicos de los pacientes con tumores.

Los daños económicos al sector de la salud pública se deben fundamentalmente a la necesidad de adquirir productos y equipos en mercados más lejanos, a la utilización de intermediarios para tales fines y al consecuente incremento de los precios que esto trae aparejado.

Hay medidas que se convierten en bumerán. Por ejemplo, Cuba posee la única vacuna en el mundo protectora contra todos los serotipos de la meningitis meningocóccica, lo que ha cortado la incidencia de la enfermedad no sólo en la Isla, sino también en otros países.

Sin embargo, por esas medidas, los niños norteamericanos no tienen derecho a protegerse, no obstante la disposición de la ciencia cubana de servir a la humanidad, como cuando rechazaron a los médicos que iban a prestar auxilio especializado luego del paso del huracán Katrina por territorio estadounidense.

Muchos son los ejemplos que pudieran ofrecerse, pero es imposible olvidar que mientras la ONU gasta recursos en reuniones para condenar el bloqueo y no toman medidas efectivas, madres cubanas lloran ante la inminente muerte de su hijo porque quizás no llegue a tiempo el medicamento que necesita.

Agencia Cubana de Noticias