Jackson Pollock, The She-Wolf (1943)

Jackson Pollock, Robert Motherwell, Willem de Kooning, Mark Rothko.
Los maestros del expresionismo abstracto no eran nada simples y fueron considerados incluso escandalosos. Protagonistas de una corriente que iba realmente contra la corriente, una bofetada a las convicciones de la sociedad burguesa, y que contó a pesar de ello con el respaldo del mismísimo sistema.

Por primera vez se confirma un rumor que ha circulado durante años: la CIA financió abundantemente el expresionismo abstracto. Objetivo de los servicios secretos estadounidenses: seducir las mentes de las clases alejadas de la burguesía durante los años de la guerra fría. Fue precisamente la CIA quien organizó las primeras grandes exposiciones del New American Painting, que dieron a conocer las obras del expresionismo abstracto en las principales ciudades europeas: Modern Art in the United States (1955) y Masterpieces of the Twentieth Century (1952).

Donald Jameson, ex funcionario de la agencia, es el primero en admitir que el apoyo concedido a los artistas expresionistas formaba parte de la política de «correa larga» (long leash) a favor de los intelectuales.
Una refinada estrategia: mostrar la creatividad y la vitalidad espiritual, artística y cultural de la sociedad capitalista en contraste con la monotonía de la Unión Soviética y de sus satélites. Estrategia adoptada y aplicada en todos los sentidos.

El apoyo de la CIA privilegiaba revistas culturales, como Encounter, Preuves y, en Italia, Tempo presente de Silone y Chiaramonte. Y también formas de arte menos burguesas, como el jazz, a veces, y, precisamente, nada más y nada menos que el expresionismo abstracto.

Los hechos se remontan a los años 1950 y 1960, cuando Pollock y los demás representantes de su corriente no tenían buena reputación en Estados Unidos.
Para tener una idea del ambiente que los rodeaba basta con recordar la frase del presidente Truman: «Si eso es arte, yo soy un hotentote.» Pero el gobierno de Estados Unidos, recuerda Jameson, tenía precisamente en aquellos años la difícil tarea de tratar de promover la imagen del sistema estadounidense y en particular de sus fundamentos, la 5ª enmienda, la libertad de expresión, gravemente empañados todos como consecuencia de la cacería de brujas desatada por el senador Joseph McCarthy, en nombre de la lucha contra el comunismo.

Para ello era necesario enviar al mundo una señal fuerte y clara con un sentido opuesto al del maccarthismo. Esa misión fue encomendada a la CIA que, en el fondo, operaría con toda coherencia. Paradójicamente, en efecto, en aquella época la agencia constituía un enclave «liberal» en un mundo encaminado decisivamente a la derecha. Dirigida por agentes y asalariados provenientes en su mayoría de las mejores universidades, a menudos ellos mismos coleccionistas de arte, artistas figurativos o escritores, los funcionarios de la CIA representaban el contrapeso de los métodos, de las convenciones beatas y del furor anticomunista del FBI y de los colaboradores del senador McCarthy.

«El expresionismo abstracto, yo diría que somos justamente nosotros en la CIA los que lo inventamos –declara hoy Donald Jameson, citado por el cotidiano británico The Independent [1]– después de haber echado una ojeada y de haber percibido al vuelo las novedades de Nueva York, en el Soho. Bromas aparte, enseguida vimos muy claramente la diferencia.

El expresionismo abstracto era el tipo de arte ideal para mostrar lo rígido, estilizado, estereotipado que era el realismo socialista de rigor en Rusia. Fue así como nos decidimos a actuar en ese sentido.»

Pero, ¿lo sabían Pollock, Motherwell, de Kooning y Rothko? «Claro que no –declara inmediatamente Jameson– los artistas no estaban al corriente de nuestro juego. Hay que excluir que gente como Rothko o Pollock supiesen nunca que estaban siendo ayudados desde la sombra por la CIA, que sin embargo tuvo un papel esencial en el lanzamiento de ellos y en la promoción de sus obras. Y en el vertiginoso aumento de sus ganancias.»

Para más información, ver el estudio inicial de Frances Stonor Saunder, en el capítulo 16 de su libro Who Paid the Piper? (Granta Books, 1999) o la versión francesa traducida por Delphine Chevalier y publicada con el título Qui mène la danse? (Denoël, 2003).

[1«Modern art was CIA ’weapon’», por Frances Stonor Saunders, The Independent, 22 de octubre de 2010.