por Javier Lajo (*); javierlajo@hotmail.com

27-1-2011

El “chaka runa” u hombre puente

El diccionario quechua del padre Jorge Lira, hace una traducción literal del término “pacha chaka” como: “puente en una profundidad”; lo que coincide con el nombre de “Los ríos profundos”, pero como el idioma quechua tiene la propiedad de aglutinar significados, también es correspondiente a “puente cósmico”. El presente artículo es una reflexión sobre la tarea del Taita José María Arguedas, el de ser un “hombre puente” auroral entre las dos civilizaciones vertientes que componen el Perú; función que cumplió a cabalidad en nuestra historia, lo que a la larga, lo mató, muerte que en realidad fue una heroica inmolación, de coraje y temple sin igual. Este artículo quiere despejar cualquier otra sospecha de las causas de su dolorosa y fatal resolución.

De acuerdo con el célebre psicólogo Jacques Lacan, la red inconsciente está constituida por significantes (en los términos de Saussure) y su estructura es idéntica a la del lenguaje en su dimensión estructural u organizada. Esto se comprueba en la vida y obra de J.M. Arguedas, y más aún en “Los Ríos Profundos” que conforman el Perú, cuando el autor se empatiza o identifica con el puente sobre el río Pachachaka, la novela en sí, es un intento de comprenderse a sí mismo como un “chaka runa” u “hombre puente” entre las dos culturas que componen nuestro querido país. Analizar con esta actitud toda la obra de Arguedas es una tarea para la cual no estoy en las mejores condiciones, pero como dice el dicho: “para muestra, basta un botón”. Este intento de unir las dos partes, pero desde el lado “más profundo” del Perú, o intento del andino de comunicarse con “el Otro” u occidental, a pesar de sus agresiones y exclusiones, está también presente en el cuerpo social del mundo andino desde el inicio de la ocupación europea, en la mitología del Inkarri, así lo podemos evidenciar en algunas de sus versiones, cuando nos hablan del Inka Atahualpa, que “estando construyendo un puente de oro entre Perú y España, Pizarro lo mata y le corta la cabeza, esta es llevada a España, pero desde allí sus cabellos de oro puro siguen creciendo, con ellos Inkarri sigue construyendo su puente…”.

Pero, ¿por qué Arguedas asumió tan fatalmente esta inmolación histórica pero también simbólica, que nos afecta a todos los peruanos y que nos obliga a construir un mestizaje digno y desechar el “hibridismo” actual? (2). Inculpar a cierta intelectualidad criolla o europea, por la muerte de Arguedas, es darles una importancia que no tienen, ni merecen. Ensayamos aquí pues, una respuesta positiva, que nos envuelve a todos en esta “promesa peruana”.

Nadie mejor que otro notable seguidor y crítico de Freud, como Carl G. Jung, ha podido entender los problemas íntimamente subjetivos de un hombre que vive y sufre dos culturas diferentes y a veces antagónicas. En su libro biográfico firmado por su secretaria Aniela Jaffé (3), Jung hace una descripción de lo que significó para Europa encontrarse cara a cara con la subjetividad y “la teoría” (ya que desde los viajes de Marco Polo se venían encontrando materialmente) de "otra" cultura como la asiática, el otro extremo de Euro-Asia, o "el Oriente"; este encuentro-desencuentro, se comenzó a producir fatalmente también en un personaje amigo de Jung llamado Richard Wilhelm, que era “un misionero enviado a la China”, pero que la cultísima China lo devolvió como “misionero chino” enviado a Europa para “culturizarla”; este personaje cuyo nombre es muy conocido por todos los aficionados al misterioso “I Ching”, el libro más antiguo de la humanidad y que Wilhelm tradujo al alemán, mostrando así su prodigiosa y comprobable (para cualquier transeúnte, que sepa leer) técnica de cálculo del futuro u “oráculo” a través de unos hexagramas escritos en lenguaje binario, que estructuran “leyes” de la ciencia oriental que Jung llamó “ciencia de la sincronicidad", o en lengua china: El Tao, o “sentido” del tiempo.

Esto nos permite dar algunas puntadas sobre el tema que algunos autores han intuido como el del arguediano “socialismo mágico”. Un paralelo andino a la ciencia de la “sincronicidad” o “el Tao” chino, es sin duda el tema del Qhapaq Ñan, que se viene constituyendo ya como el MITO ANDINO para la juventud andina-amazónica, es pues el Qhapaq Ñan, camino de los Qhapaq (5) o “Camino de los Justos” (k’apakk, en el dicc. de Lira: Justo, exacto, cabal; y Ñan: Camino) o camino material que une (en línea recta a 45º al eje norte sur) antiguas ciudades milenarias del incario, como Potosí, Oruro, Tiwanaku, Pukara, Qosqo y Cajamarca, “camino” y “método”, o señal material e imbatible del milenario proyecto histórico Andino, que fundara aquel Tunupa o Wiracocha del que nos hablan las leyendas y mitos, retratado en mil formas en la iconografía andina-amazónica. Este inmortal camino de sabiduría, también conocido como “Ruta de Wiracocha”, es para algunos investigadores andinos simple “geodesia inca”, pero para los más, representa la continuidad de una “escuela de sabiduría”, escuela entrañablemente nuestra, que marca una disciplina filosófica o “escuela andina” para el perfeccionamiento del espíritu o la continuación de la obra civilizadora de los Incas de la “Qhapaq Kuna”. Tema aún “mágico” sin duda, para los neófitos, pero que está ocupando poco a poco la atención cultural, filosófica, científica, tecnológica, política y hasta gastronómica; de los que tenemos por el Perú, una pasión tan fuerte como la del Taita José María.

Carl Jung explica en sus obras y con mucha autoridad, cómo el “racionalismo científico”, es solo “la manera occidental, científico-causal, de considerar al mundo” y que “entre nosotros, -los occidentales- este pensamiento “oriental” desapareció de la historia de la filosofía desde Heráclito, hasta que percibimos de nuevo, con Leibniz, un lejano eco” (4). Estas palabras nos delatan el límite o “frontera de civilización” del occidente europeo, que vive un inconsciente colectivo megalómano, agresivo e individualista, común, que determina y da marcos al comportamiento de la mayoría de sus gentes, a su filosofía, ciencia y tecnología, muy “racionales” por supuesto y cuya exageración negativa, es el actual capitalismo neoliberal y sus valores anti-humanos y anti-naturaleza, que está llevando al mundo a su destrucción ambiental, energética y económica-crematística. Y esto delata también que usan su particular “ciencia” como una nueva religión, con la finalidad de que los que pertenecemos a otras culturas, aceptemos la cultura occidental como “cultura universal en proceso de globalización”.

Este proceso de enajenación mental “globalizador”, se acabó, colapsó; y debemos ponerle fin, desde las culturas más fuertes y con espíritu incluyente, como la cultura Andina y que han resistido a este colonialismo occidental mental y material, a escala planetaria. Esta tarea es el legado principal de nuestro querido Taita José María.

Regresando a lo central de nuestro tema, Jung nos relata en el libro de A. Jaffe, que “...la re-asimilación de R. Wilhelm a Occidente me pareció algo irreflexivo y por ello peligroso...existía el peligro de un conflicto, de un choque del alma oriental y occidental... La enfermedad se agravó en los próximos meses y supe que estaba en el hospital... En sus sueños se hallaba de nuevo en senderos sin fin o en estepas asiáticas –en la abandonada China- volviendo al problema que China le había planteado y cuya respuesta el Occidente le había impedido...Yo creía comprender su situación...Su interés se mantenía mientras hablábamos de lo objetivo...Pero cuando intenté rozar los actuales problemas de su conflicto interno percibí inmediatamente un titubeo y un encerrarse en sí mismo, porque la cuestión le dolía. Se trata de un –no entrar, prohibida la entrada- que no se puede forzar un destino que no soporta el abordaje humano.” Poco tiempo después el querido amigo de Jung, Richard Wilhelm, el hombre que llevo el pensamiento binario chino a Europa, murió de dolor, víctima de una extraña enfermedad asiática.

El auroral o precursor “hombre puente”, mortificado, dolido, angustiado al extremo por “las contradicciones de civilizaciones”, se rompió, se arrancó por la tensión entre las partes del cosmos que quiso unir; proceso fatal que ni un gran sicoterapeuta como era Karl Jung pudo, comprender, conjurar y salvar.

Hoy en día los peruanos y peruanas, guiados por J.M. Arguedas, Manuel Scorza (otro héroe cultural andino incomprensiblemente muerto en un accidente aéreo), entre otros, vivimos sufrientes y en masa este choque inacabable de dos culturas o civilizaciones. El peruano sufre individual y colectivamente esa "contienda subjetiva" por decirlo de alguna forma, que afectó y mató, inmolando al Taita José María Arguedas, tal como en otras circunstancias y latitudes este mismo proceso o “contienda subjetiva” entre civilizaciones, mato también a Richard Wilhelm; paralelismo que nos puede explicar un síndrome único que afecto a tantos otros “hombres puente” o “Chaka runas” (en runa simi), que pretendieron unir dos civilizaciones, ofrendando su vida misma.

Esto es lo que hace tan difícil comprendernos entre las partes o vertientes del Perú. Sin embargo hay que reconocer que la vertiente indígena u originaria es la parte fuerte, consciente e incluyente del conflicto entre ambas vertientes Andino y Occidental, que en la mayoría de los casos luchan dentro de nuestra subjetividad. Esta contienda subjetiva, es lo que hace más difícil aún el proceso de unión y conciliación de nuestras diferencias objetivas, como son las diferencias económicas y políticas, pero que más temprano que tarde, tendrán que asumir un “orden andino”, para una solución definitiva de esta promesa que se llama Perú.

LA UTOPIA CLASISTA HA MUERTO: ¡VIVA LA UTOPIA ANDINA!

No cabe duda que José María Arguedas es el autor cuyas ideas y conceptos adquieren mayor vitalidad cada día que pasa en el Perú actual, su «pensamiento», su obra y su presencia en nuestra historia, se va convirtiendo en el centro gravitatorio no solo de las ciencias sociales, sino de la política cotidiana de nuestro querido país.

Aníbal Quijano, en la entrevista que publica DESCO en el último «Que Hacer», hace afirmaciones contundentes que confirman lo anterior; como por Ej.: «Aquí el Estado siempre fue una imposición de un grupo chico contra la vasta mayoría del país, que no solo era iletrada y campesina sino además india y rechazada»; «tenemos que cambiar de óptica, salir del eurocentrismo. No tenemos sociedad nacional, ergo no tenemos Estado nacional»; «aquí, las clases sociales también tienen color»; «la nacionalización de la sociedad quiere decir aquí, literalmente, la descolonización del poder»; y «el primer paso para ello es la consolidación del cambio de las relaciones de poder entre lo europeo y lo no europeo, mental y socialmente».

Con estas afirmaciones, Quijano luego de largos treinta años comienza a poner aquellos «puntos sobre las íes» que le reclamara J.M. Arguedas aquella noche aciaga del 23 de junio de 1965, en la ya famosa Mesa Redonda sobre «Todas las Sangres» donde en opinión de José Miguel Oviedo «le hicieron un carga montón...» o «huayquilla» en buen peruano, (véase: ¿He vivido en vano?, Edit.IEP, 1985). Esa misma noche, triste víspera del día del indio, J.M. Arguedas escribió: «Creo que hoy mi vida ha dejado por entero de tener razón de ser... demostrado por dos sabios sociólogos y un economista, de que mi libro ‘Todas las sangres’ es negativo para el país, no tengo nada que hacer ya en este mundo. Mis fuerzas han declinado creo que irremediablemente». Posteriormente, el Taita José María resistió hasta 1969, año en el que fue vencido en esta confrontación, en que, en sus propias palabras «las dos naciones de las que provenía estaban en conflicto. El universo se me mostraba encrespado...».

Henri Favre, intelectual francés, fue lamentablemente uno de aquellos “sabios sociólogos” a los que se refirió Arguedas. Favre trató, aquella noche, de liquidar la visión arguediana del Perú, cuando le espetó: «Yo he vivido 2 años, 18 meses en Huancavelica en una región del área del Doctor Arguedas y no encontré indios, sino campesinos explotados». Evidentemente, Favre exigía en forma soberbia que la novela de Arguedas debía sujetarse a un «análisis de clase».

Hoy en día, después de 30 años de historia, está demostrado que el análisis «clasista» es un método teórico deficiente, escaso, y que ha sido perversa e inútilmente utilizado como «utopía clasista» para la solución de los problemas históricos del Perú, y hasta del mundo. Esta perversión intelectual dizque “socialista”, dogmática y exageradamente “clasista”, ha provocado pérdidas monstruosas como los 70,000 muertos, miles de desaparecidos y pueblos arrasados; en su mayoría indios, que el Sr. Favre ni nadie ya encontrará. Este es el saldo que ocasionan los alumnos aplicados de la escuela occidental, que ensayan sus «teorías» con el pueblo indígena, «costo social» del Perú, y que no dudamos persistirán en aplicar. Felizmente allí están ahora nuestras heroicas Rondas Campesinas para resistir. Rondas que, usando términos de Quijano, «también tienen color» y que al igual que al Día del «Campesino» -infeliz término racista- sería mejor llamarlas por su digno nombre, como Rondas Indígenas.

Cuando se ha sido un mal alumno de la escuela occidental, bien pueden los maestros europeos o criollos reñirnos, castigarnos y hasta condenarnos por nuestra forma de pensar «no europea». Lo que nunca lograrán es impedir que una mayoría en nuestro país, rechacemos como nuestra a esa cultura europea, a pesar de haberla estudiado y usarla, a pesar de haberla sufrido y asimilado, a pesar de tenerla que aceptar como una de las dos vertientes del Perú, después de todo lo que han hecho y seguirán haciendo con nuestros pueblos. Claro que siempre será la vertiente accesoria de nuestra identidad y nunca la principal, en nuestros territorios continentales, premisa básica de la descolonización plena y de nuestra soberanía e independencia.

Pero hablar de lo peruano como lo «no europeo», al estilo Quijano, es también una forma de evasión. La tarea actual es definir, consolidar y refundar para el futuro nuestra escuela andina, nuestra filosofía, ciencia, tecnología, cultura y pueblos andinos, pero sobre todo refundar nuestra política o estado plurinacional.

Dentro de esta formidable tarea, debemos agradecer y aplaudir a maestros como Aníbal Quijano y su visión de la “colonialidad del poder”, porque ha comenzado a «poner los puntos sobre las íes», que le reclamara Arguedas. El Taita José María, desde el panteón de los Apus andinos, debe estar contento, estará sonriendo, porque más vale tarde...

Notas:
(*) Artículos de Javier Lajo, corregidos y actualizados, en homenaje al “Año del centenario del nacimiento de José María Arguedas”. El primero fue publicado en La República del 08/12/1999 y el segundo fue publicado también en La República el 24/06/1995.

(1) Algunos autores como J.C. Díaz del Olmo, y M. Hernández, nos hablan de un doloroso “bastardismo” que procrea el “caos” del hibrido cholaje, que no reconoce autoridad, ley, ni orden alguno.
(2) Aniela Jaffe, “Recuerdos, sueños y pensamiento”, Edit. Seix Barral S.A. 1966.
(3) “El secreto de la flor de oro”, C.G. Jung, Richard Wilhelm, Edit. Paidos. 1981
(4) Javier Lajo; “Qhapaq Ñan, la ruta Inka de sabiduría”. Edit. CENES-Amaru Runa; Lima, 2005.