El pueblo árabe chiita de Bahréin protestando contra la monarquía corrupta de su país en la ciudad de Manama, capital del país.

Los hombres que caminaban por la calle parecían bastante normales. Normales, por lo menos en estos días de tumulto y protesta en Medio Oriente. Vestían con zapatillas, pantalones jeans y camisetas de manga larga. Algunos agitaban la bandera nacional. Muchos alzaban los brazos. Algunos mostraban signos de paz. Varios coreaban: «¡En son de paz, en son de paz!»

A lo lejos, lo muestra un vídeo, transportes de personal blindados esperaban en la calle. En la mortífera incursión del día antes, las fuerzas de seguridad habían despejado la Rotonda Perla de manifestantes por la democracia en Manama, la capital de Bahréin. Esta tarde, los hombres volvieron para que se escucharan sus voces.

Entonces resonó el inconfundible chasquido del fuego de fusiles, y la mayoría de los hombres se dispersó. La mayoría, pero no todos. La secuencia de vídeo muestra a tres que nunca pudieron abandonar el asfalto. El de la camisa aguamarina y los pantalones oscuros recibió sin duda alguna un disparo en la cabeza. En el tiempo que la cámara tardó en girar de su cuerpo a los vehículos blindados y volver, se veía que había perdido mucha sangre.

Human Rights Watch informó más tarde que Redha Bu Hameed murió de un tiro a la cabeza.

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Ese incidente, que ocurrió el 18 de febrero, fue uno en una serie de acciones violentas perpetradas por las fuerzas de seguridad de Bahréin, que causaron siete muertos y más de 200 heridos el pasado mes. Los informes señalaron que algunos manifestantes pacíficos habían sido alcanzados no sólo por balas de goma y perdigones, sino, como en el caso de Bu Hameed, por balas reales.

Puede que la bala que costó la vida a Bu Hameed haya sido pagada por los contribuyentes de EE.UU. y entregada a las Fuerzas Armadas de Bahréin por militares estadounidenses. La relación, representada por esa bala (o tantas otras semejantes), entre Bahréin, un minúsculo país de ciudadanos en su mayoría musulmanes chiíes gobernados por un rey suní, y el Pentágono ha demostrado recientemente que es más fuerte que los ideales democráticos de EE.UU., más poderosa incluso que el presidente de ese país.

La manera en la que llegaron las balas estadounidenses a los fusiles bahreiníes, armas utilizadas por soldados para reprimir a manifestantes por la democracia, abre una ventana más amplia sobre las tenebrosas relaciones entre el Pentágono y una serie de Estados autocráticos en el mundo árabe. Si se mira más de cerca, emergen contornos de las maneras cómo el Pentágono y esas naciones ricas en petróleo han presionado a la Casa Blanca para que ayude a subvertir la voluntad democrática popular que se extiende por el gran Medio Oriente.

Balas y Blackhawks

Un análisis de documentos del Departamento de Defensa de EE.UU. realizado por TomDispatch indica que, desde los años noventa, EE.UU. ha transferido grandes cantidades de material militar, desde camiones y aviones a partes de ametralladoras y millones de balas de munición de guerra, a las fuerzas de seguridad de Bahréin.

Según datos de la Agencia de Cooperación de la Seguridad de la Defensa, la rama del gobierno que coordina las ventas y transferencias de equipamiento militar a aliados, EE.UU. ha enviado a Bahréin docenas de «excedentes» de tanques, transportes blindados de personal y helicópteros artillados estadounidenses. EE.UU. también ha dado a la Fuerza de Defensa de Bahréin miles de pistolas de calibre 38 y millones de proyectiles, desde granadas de cañón de gran calibre a balas para revólveres.

Un ejemplo de esto es que EE.UU. suministró a Bahréin suficientes balas del calibre 50, utilizadas en rifles de francotiradores y ametralladoras, para matar cuatro veces a cada bahreiní del reino. La Agencia de Cooperación en la Seguridad de la Defensa no respondió a repetidas solicitudes de información y aclaración.

Aparte de todos estos regalos de armamento, munición, y vehículos de combate, el Pentágono, en coordinación con el Departamento de Estado, supervisó la compra que realizó Bahréin de más de 386 millones de dólares en artículos y servicios de defensa entre 2007 y 2009, los tres últimos años registrados. Esos acuerdos incluyeron la compra de una amplia gama de artículos, desde vehículos a sistemas de armas. Sólo el verano pasado, por citar un ejemplo, el Pentágono anunció un contrato multimillonario con Sikorsky Aircraft a fin de adaptar nueve helicópteros Blackhawk para la Fuerza de Defensa de Bahréin.

Marcha atrás

El 14 de febrero, en una reacción violenta ante un creciente movimiento de protesta, las fuerzas de seguridad de Bahréin mataron a un manifestante e hirieron a otros 25. En los días de continua agitación que siguieron, llegaron informes a la Casa Blanca de que tropas bahreiníes habían disparado desde helicópteros contra manifestantes por la democracia (los funcionarios bahreiníes respondieron que los testigos habían confundido la lente de un teleobjetivo con un arma). También se informa de que el ejército de Bahréin abrió fuego contra las ambulancias que llegaron para atender a los heridos y contra los manifestantes de luto que se habían arrodillado para rezar.

«Llamamos a la moderación del gobierno», dijo la secretaria de Estado Hillary Clinton después de la represión en Bahréin. «Instamos al retorno a un proceso que lleve a cambios reales y significativos para la gente en ese país». El presidente Obama fue aún más contundente en sus observaciones, que hablaban de la violencia estatal en Bahréin, Libia y Yemen: «EE.UU. condena el uso de la violencia por parte los gobiernos contra manifestantes pacíficos en esos países, y dondequiera que ocurra”.

Se supo entonces que, bajo las provisiones de una ley conocida como Enmienda Leahy, el Gobierno estaba revisando activamente si se debiera cortar la ayuda militar a diversas unidades o secciones de las fuerzas de seguridad de Bahréin debido a violaciones de derechos humanos. «Ahora hay pruebas de que ha habido abusos», dijo un alto encargado del congreso al Wall Street Journal en respuesta a una secuencia en vídeo de violencia policial y militar en Bahréin. «La cuestión es qué unidades específicas cometieron esos abusos y si utilizaron o no parte de nuestra ayuda”.

En las semanas desde entonces, Washington ha suavizado notablemente su tono. Según un reciente informe de Julian Barnes y Adam Entous en el Wall Street Journal, es resultado de una campaña de cabildeo dirigida a máximos responsables en el Pentágono y el menos poderoso Departamento de Estado por emisarios del rey bahreiní Hamad bin Isa al-Jalifa y sus aliados en Medio Oriente. Finalmente, el lobby árabe aseguró que, en Bahréin, la Casa Blanca no apoyaría un «cambio de régimen» como en Egipto o Túnez, sino una estrategia de teóricas reformas futuras que algunos diplomáticos ahora bautizaron como «alteración del régimen».

Los seis Estados miembros del Consejo de Cooperación del Golfo incluyen a (a parte de Bahréin) Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudí, y los Emiratos Árabes Unidos, todos con amplios vínculos con el Pentágono. Se informa que esa organización intimidó a la Casa Blanca aprovechando los temores de que Irán pudiera beneficiarse si Bahréin adoptara la democracia y que, como resultado, toda la región podría ser desestabilizada de manera que surgieran enemigos a las políticas de proyección del poder de EE.UU. «A partir de Bahréin, el gobierno se ha desplazado algunos niveles para poner el acento en la estabilidad sobre el gobierno de la mayoría», dijo un funcionario estadounidense citado por el Journal. «Todos se dieron cuenta de que Bahréin es demasiado importante como para fallar».

Es una frase extrañamente familiar, tan cercana a «demasiado grande para fallar», utilizada últimamente, antes que el gobierno rescatara a la aseguradora gigante AIG y a importantes firmas financieras como Citigroup después de la catástrofe económica global de 2008. Bahréin es, claro está, una pequeña isla en el Golfo Pérsico, pero también es la base de la Quinta Flota de la Armada de EE.UU., con la que cuenta el Pentágono como un recurso crucial en la región. Es considerado como un sustituto para la vecina Arabia Saudí, la gasolinera de EE.UU. en el Golfo, y para Washington, una nación demasiado importante como para fallar algún día.

La relación del Pentágono con los países del Consejo de Cooperación del Golfo ha sido consolidada de diversas maneras cruciales, raramente subrayadas en las informaciones estadounidenses sobre la región. La ayuda militar es un factor clave. Sólo Bahréin se llevó 20 millones de dólares en ayuda militar de EE.UU. el año pasado. En un campo relacionado, no se menciona casi nunca el matrimonio entre los contratistas de la defensa, los Estados del Golfo y el Pentágono. Las seis naciones del Golfo (junto con el socio regional, Jordania) van a gastar este año 70.000 millones de dólares en armamento y equipos, y hasta 80.000 millones al año hasta 2015. Mientras el Pentágono busca maneras de reforzar la viabilidad financiera de los fabricantes de armas en tiempos económicos difíciles, los abultados bolsillos de los Estados del Golfo han adquirido especial importancia.

A partir de octubre pasado, el Pentágono comenzó a cabildear secretamente ante analistas financieros y grandes inversionistas institucionales a favor de fabricantes de armas y otros contratistas militares de los que compra a fin de reforzar su viabilidad financiera a largo plazo ante una posible baja en el futuro de los gastos del Departamento de Defensa. Los Estados del Golfo representan otro camino hacia el mismo objetivo. A menudo se dice que el Pentágono es un «monopsonio», el único comprador disponible para sus numerosos contratistas gigantes, pero no es del todo verdad.

El Pentágono es también el único conducto a través del cual sus socios árabes en el Golfo pueden comprar el armamento más avanzado del mundo. Al actuar como intermediario, el Pentágono puede asegurar que los fabricantes de armas en los que se basa estén en buen estado financiero también en el futuro. Un trato de 60.000 millones de dólares con Arabia Saudí el otoño pasado, por ejemplo, aseguró que Boeing, Lockheed-Martin, y otros mega contratistas de la defensa se mantengan en buena salud y rentables incluso si los gastos del Pentágono disminuyen o comiencen a reducirse en los próximos años. La dependencia del Pentágono del dinero del Golfo, sin embargo, tiene un coste. No le puede haber costado mucho tiempo al lobby árabe explicar con qué rapidez su derroche de dinero podría terminar si una cascada de revoluciones convirtiera repentinamente la región en democracias.

Un aspecto aún más significativo de la relación entre los Estados del Golfo y el Departamento de Defensa es el sombrío archipiélago de bases del Pentágono en todo Medio Oriente. Aunque el Pentágono oculta o minimiza la existencia de muchas de ellas, y aunque los países del Golfo normalmente hacen lo posible por ocultar su existencia ante sus propias poblaciones, los militares de EE.UU. mantienen instalaciones en Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Omán, Qatar, Kuwait y, mira tú por dónde, Bahréin, que es la base de la Quinta Flota, cuyos 30 barcos, incluidos dos portaaviones, patrullan el Golfo Pérsico, el Mar Arábigo y el Mar Rojo.

Donuts, no democracia

La semana pasada, manifestantes pacíficos alineados contra la monarquía de Bahréin, se reunieron ante la embajada de EE.UU. en Manama con letreros que decían «Dejen de apoyar a dictadores», «Dadme la libertad o dadme la muerte», y «El pueblo quiere democracia». Muchos eran mujeres.

Según se ha informado, Ludovic Hood, funcionario de la embajada de EE.UU., llevó una caja de donuts a los manifestantes. «Estas golosinas son un buen gesto, pero esperamos que se traduzca en acciones prácticas», dijo Mohamed Hassan, quien llevaba el turbante blanco de clérigo. Zeinab al-Jawaya, una dirigente de la protesta, dijo a Al-Jazeera que espera que EE.UU. no sea involucrado en el levantamiento en Bahréin. «No queremos que EE.UU. se involucre, podemos derrocar este régimen», dijo.

EE.UU. ya está, sin embargo, profundamente involucrado. A una de las partes le ha dado una caja de donuts; a la otra, helicópteros artillados, transportes blindados de personas, y millones de balas, equipamiento que tuvo un papel significativo en la reciente represión violenta.

En medio de la violencia, Human Rights Watch llamó a EE.UU. y a otros donantes internacionales a suspender de inmediato la ayuda militar a Bahréin. El gobierno británico anunció que ha comenzado una revisión de sus exportaciones militares, mientras que Francia ha suspendido las exportaciones de cualquier equipo militar al reino. Aunque el gobierno de Obama también ha iniciado esta revisión, la voz del dinero es tan fuerte en la política exterior como en el interior. Es probable que la campaña de cabildeo del Pentágono y de sus socios en Medio Oriente margine cualquiera acción seria para limitar la exportación de armas, dejando una vez más a EE.UU. en territorio familiar: apoyando a un gobernante antidemocrático contra su pueblo.

«No voy a mencionar todos los eventos de las últimas tres semanas. Pienso que la historia terminará por registrar que en todo momento, en Egipto, estuvimos del lado correcto de la historia», explicó el presidente Obama después de la caída del hombre fuerte egipcio, Hosni Mubarak. Por no decir algo peor, digamos que esto es una exageración, en vista de las ambigüedades del gobierno hasta que la partida de Mubarak fue un hecho consumado. Cuando se trata de Bahréin, incluso ese apoyo desganado al cambio parece estar cada vez más fuera de límites.

El pueblo de Bahréin identificó sus protestas con la Plaza de La Perla, cuyo monumento (columnas de color blanco en la foto) fue el símbolo de las protestas populares. La monarquía reinante decidió demolir con dinamita el famoso monumento para que el pueblo ya no tenga más el símbolo de sus protestas. Ver abajo fotos de la demolición del monumento.

El año pasado, la Armada de EE.UU. y el gobierno de Bahréin auspiciaron una ceremonia colocar la primera piedra de un proyecto de construcción que se desarrollará en las 28 hectáreas de una propiedad de primera clase frente al mar, en Manama. Programado para ser completado en 2015, el complejo debe incluir instalaciones portuarias, barracones para tropas, edificios administrativos, un restaurante, y un centro de recreación, entre otras comodidades, a un precio de 580 millones de dólares. «La inversión en el proyecto de construcción a orillas del mar mejorará la calidad de vida de nuestros marineros y socios de la coalición, durante muchos años», dijo el capitán de corbeta Keith Benson, del contingente de la Armada en Bahréin. «Este proyecto simboliza la relación continua y la confianza, la amistad y la camaradería que existe entre EE.UU. y las fuerzas navales bahreiníes».

Por lo que parece, ese tipo de «camaradería» es más poderoso que el compromiso del presidente de EE.UU. de apoyo al cambio pacífico y democrático en esa región rica en petróleo. Después de la expulsión de Mubarak, Obama señaló que «fue la fuerza moral de la no violencia, no del terrorismo, no el asesinato irreflexivo, sino la no violencia, la fuerza moral, lo que una vez más inclinó el arco de la historia hacia la justicia». El Pentágono, según el Wall Street Journal, se ha sumado al esfuerzo por inclinar el arco de la historia en una dirección diferente: contra los manifestantes por la democracia de Bahréin. Sus confortables relaciones con los traficantes de armas y los Estados árabes autocráticos, consolidadas mediante grandes contratos de defensa y tenebrosas bases militares, explican el motivo.

Funcionarios de la Casa Blanca afirman que su apoyo a la monarquía de Bahréin no es incondicional y que esperan un rápido progreso de las reformas reales. Lo que signifique eso, sin embargo, depende evidentemente del Pentágono. Es notable que, a finales de la semana pasada, un alto responsable estadounidense haya viajado a Bahréin. No era un diplomático. Y no se reunió con la oposición (ni siquiera para una sesión fotográfica de entrega de donuts). El secretario de defensa Robert Gates llegó para entablar conversaciones con el rey Hamad bin Isa al-Jalifa y el príncipe heredero Salman bin Hamad al-Jalifa para presentar, dijo el secretario de prensa del Pentágono Geoff Morrell, «una muestra de nuestro apoyo».

«Estoy convencido de que ambos hablan en serio de llevar a cabo una verdadera reforma y de seguir adelante», dijo después Gates. Al mismo tiempo, sacó a relucir el espectro de Irán. Aunque aceptaba que el régimen en ese país aún no ha fomentado protestas en la región, Gates afirmó: «la obvia evidencia apunta a que a medida que se alarga el proceso, en particular en Bahréin, los iraníes buscan maneras de explotarlo y crear problemas».

El secretario de defensa lamentó que los gobernantes de Bahréin se encuentren «entre la espada y la pared» y otros funcionarios han afirmado que las aspiraciones de los manifestantes por la democracia en la calle están inhibiendo las importantes conversaciones con los grupos opositores más moderados. «Pienso que lo que el gobierno necesita es que todos respiren hondo y se aseguren un pequeño espacio para que este diálogo siga adelante», dijo. A fin de cuentas, dijo a los periodistas, las perspectivas estadounidenses para la continuación de sus bases en Bahréin son sólidas. «No veo ninguna evidencia de que nuestra presencia vaya a ser afectada a corto o medio plazo», agregó Gates.

Inmediatamente después de la visita de Gates, llama la atención que el Consejo de Cooperación del Golfo haya enviado un contingente de tropas saudíes a Bahréin para ayudar a aplastar las protestas. Atemorizado por el Pentágono y sus socios en el lobby árabe, parece que el gobierno Obama se ha puesto de parte de las fuerzas antidemocráticas en Bahréin y dejado pocas dudas sobre el lado de la historia en el que se ubica realmente.

Fuente: Tom Dispatch, 15 de marzo de 2011.
Traducido del inglés por Germán Leyens y revisado por E. Viteri.
Copyright 2011 Nick Turse.