La senda de Libia hacia la paz

Juntos y con nuestros aliados en la OTAN y asociados en la coalición, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña han estado unidos desde el comienzo en la respuesta a la crisis en Libia, y estamos unidos en cuanto a lo que tiene que ocurrir para que se termine.

Al continuar nuestras operaciones militares en la actualidad para proteger a los civiles en Libia, estamos determinados a mirar hacia el futuro. Estamos convencidos de tiempos mejores esperan al pueblo de Libia, y que puede forjarse una senda para lograr justamente eso.

Nunca debemos olvidar las razones por las cuales la comunidad internacional se vio obligada a actuar en primer lugar. A medida que Libia caía en el caos, con el coronel Muamar el-Gadafi atacando a su propio pueblo, la Liga Árabe solicitó la acción. La oposición libia solicitó ayuda. Y el pueblo de Libia miró hacia el mundo en su hora de necesidad. En una resolución histórica, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas autorizó todas las medidas necesarias para proteger al pueblo de Libia contra los ataques que se le hacían. Al responder de inmediato, nuestros países, junto a una coalición internacional, frenaron el avance de las fuerzas de Gadafi e impidieron la matanza que había prometido infligir a los ciudadanos de la asediada ciudad de Bengazi.

Decenas de miles de vidas fueron protegidas. Pero el pueblo de Libia sigue padeciendo terribles horrores a manos de Gadafi todos los días. Sus misiles y proyectiles cayeron sobre civiles indefensos en Ajdabiya. La ciudad de Misurata está resistiendo un asedio medioeval, mientras Gadafi intenta estrangular a la población para someterla. Las evidencias de desapariciones y abusos aumentan cada día.

Nuestro deber y nuestro mandato, de acuerdo con la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, es proteger a los civiles, y es lo que estamos haciendo. No se trata de extraer del poder a Gadafi por la fuerza; pero es imposible imaginar un futuro para Libia con Gadafi en el poder. La Corte Penal Internacional está investigando en su derecho los delitos cometidos contra civiles así como las violaciones graves del derecho internacional. Es incomprensible que alguien que ha tratado de masacrar a su propio pueblo pueda formar parte de su futuro gobierno. Los valientes ciudadanos de las poblaciones que han resistido contra las fuerzas que sin ninguna compasión les atacaban serían objeto de terribles venganzas si el mundo aceptara un acuerdo así. Sería una traición inconcebible.

Es más, ello condenaría a Libia a no solamente ser un estado paria, sino también un estado fallido. Gadafi ha prometido lanzar ataques terroristas contra buques y aeronaves civiles. Y dado que ha perdido el consentimiento de su pueblo cualquier arreglo que lo deje en el poder conducirá a mayor caos e ilegalidad. Sabemos, por amarga experiencia, lo que ello significaría. Ni Europa, ni la región, ni el mundo, pueden permitirse que surja un nuevo refugio seguro para los extremistas.

Hay una senda hacia la paz que promete una nueva esperanza al pueblo de Libia; un futuro sin Gadafi que preserve la integridad y la soberanía de Libia, y que restaure su economía, la prosperidad y la seguridad de su pueblo. Esto tiene que comenzar con un genuino fin de la violencia, sellado con hechos y no palabras. El régimen tiene que retirarse de las ciudades que ha asediado, entre ellas Ajdabiya, Misurata y Zintan, y retornar a sus cuarteles. Sin embargo, mientras Gadafi siga en el poder, la OTAN debe continuar con sus operaciones para que los civiles tengan protección y aumente la presión contra el régimen. Luego puede comenzar una transición verdadera de la dictadura hacia un proceso constitucional inclusivo, a cargo de una nueva generación de líderes. Para que esa transición tenga éxito, Gadafi debe irse y por siempre. En ese momento las Naciones Unidas y sus miembros deben ayudar al pueblo libio en la reconstrucción de todo lo que Gadafi ha destruido: reparar viviendas y hospitales, restaurar servicios básicos y asistir a los libios mientras desarrollan las instituciones para posibilitar una sociedad abierta y próspera.

Esta visión para el futuro de Libia goza del apoyo de una amplia coalición de países, incluyendo a muchos del mundo árabe. Estos países se reunieron en Londres el 29 de marzo y fundaron un Grupo de contacto, que esta semana se reunió en Doha para apoyar una solución a la crisis que respete la voluntad del pueblo libio.

Hoy la OTAN y nuestros asociados actúan en nombre de las Naciones Unidas con un mandato legal internacional sin precedentes. Sin embargo será el pueblo de Libia y no la ONU quién decida su nueva constitución, elija a sus nuevos líderes y escriba el próximo capítulo de su historia.

Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos no descansarán mientras no se hayan cumplido las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el pueblo libio pueda decidir su propio futuro.