Es que el nacimiento de la CELAC supera incluso la propia voluntad de dirigentes o gobiernos.

Se trata, eso sí, de una urgencia regional, postergada por siglos de dominación colonial e imperialista, y que en el contexto actual, donde las masas han empezado a ganar espacios decisivios por primera vez en la historia, resulta insoslayable meta unitaria y de solidaridad.

Tiene además larga data. Constiuyó esa convergencia, sin intrusiones ni directivas externas, sueño de la mayoría de los próceres de la independencia latinoamericana y caribeña, y por tanto, blanco preferente de las fuerzas ajenas e internas indentificadas con la explotación, el sometimiento y la mediatización de nuestro avance como región única y hermanada.

No fueron por gusto los esfuerzos norteamericanos por sabotear las iniciativas integracionistas de Simón Bolívar, ni muchos decenios después el malsano impulso al nacimiento de la titulada Organización de Estados Americanos (OEA), precisamente con asiento oficial en Washington.

Bajo ese pretendido “hermanamiento hesmisférico”, la OEA dio apoyo a cada acción agresiva del imperio en estas tierras: desde invasiones militares y agresividad permanente hasta políticas de aislamiento y asfixia como las empleadas contra la Cuba revolucionaria desde el propio triunfo popular en enero de 1959.

Entre algunos de sus dislates pro imperiales, la OEA bendijo además la invasión norteamericana de 1965 a República Dominicana; dio apoyo a los regímenes militares que masacraron a cientos de miles de latinoamericanos hace apenas décadas; y congenió con los golpistas hondureños que, en fecha cercana, depusieron por la fuerza al gobierno constitucional de Manuel Zelaya cuando se pensaban eliminados de nuestra área geográfica semejantes actos de fuerza.

Por su parte, Cuba apoya decididamente y con razones históricas sobradas, el surgimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, entidad donde únicamente estarán por primera vez sobre la mesa los intereses legítimos de nuestros pueblos sin la presencia directa y siempre punzante de su mayor y más acérrimo enemigo.

Entidad con problemas y objetivos verdaderamente comunes, de historias y presentes similares, de angustias y obtáculos afines, y también de compartidas esperanzas y lazos de fraternidad, desinterés y compenetración.

Obra que, esta vez, no quedará inconclusa ni a merced de aquellos poderosos quienes únicamente velan por prevalecer a toda costa y a todo costo.

Agencia Cubana de Noticias