Autor: Red Voltaire
Sección: Línea Global
5 AGOSTO 2011
Silvia Cattori / Red Voltaire*

Christophe Oberlin es un cirujano especializado en microcirugía y en cirugía de la mano, responsable de misiones de cirugía reparadora de las parálisis entre los heridos palestinos desde diciembre de 2001, y profesor en varias universidades, además de estar a cargo de dos licenciaturas. Tiene un centenar de publicaciones y dos libros traducidos al inglés y al chino.

—Su relato [Chroniques de Gaza 2001-2011, Ediciones Demi-Lune, 2011] es muy apasionante. Nos hace entrar en la vida cotidiana de estas familias asediadas expuestas a todo tipo de dificultades, que sobreviven y se renuevan volviéndose hacia el futuro haga lo que haga Israel. Se comprende que desde que usted llegó a Gaza en diciembre de 2001 haya visto con incredulidad a los aviones del ejército israelí surgir a baja altura, atravesar la barrera del sonido y arrojar bombas sobre una población pacífica. Diez años después de ese primer contacto con la violencia, ¿qué ha cambiado en su percepción?

—Lo que ha cambiado es que hoy hago una correlación entre lo que veo sobre el terreno y lo que nos dicen nuestros medios de comunicación y nuestros políticos. Su manera de presentar los hechos raramente se corresponde con lo que constato sobre el terreno. Esto me irritó así que anulé la suscripción a ciertos periódicos, dejé de leer y de escuchar la información en la radio y la televisión. Prefiero una información de calidad a través de otras fuentes.

—Se comprende que muy rápido el cirujano que fue a Gaza para salvar vidas fue llevado a reflexionar sobre el trasfondo de estos reiterados baños de sangre tras tenerse que enfrentar a tantos cuerpos mutilados. Dar testimonio de lo que usted había visto y reestablecer la información que nuestros medios de comunicación habían sesgado, ¿no era para usted una forma de devolver la justicia y la dignidad a ese pueblo?

—Está muy claro. Y es la razón por la que desde hace años reacciono, escribo pequeños testimonios y acepto dar conferencias. Durante años he ido a operar a otros países sin sentir nunca la necesidad de expresarme. Pero cuando uno descubre que los acontecimientos que uno mismo ha vivido son deformados completamente, entonces se enfurece. Después de la agresión israelí de 2008-2009 me invitaron a expresarme en un programa de [la cadena de televisión francesa] France 24. El título que se le había dado era “¿Ha habido crímenes de guerra en Gaza?”. Estos signos de interrogación estaban completamente fuera de lugar, lo mismo que el hecho de saber si los muertos y heridos eran o no combatientes. Al haber estado yo en el lugar había podido ver que [entre los muertos y heridos] prácticamente sólo había civiles, familias enteras. Por consiguiente, en este contexto de desinformación estamos obligados a tomar la palabra para decir lo que realmente pasó. En lo que concierne a los medios de comunicación, se ve claramente que hay una censura, una autocensura y que no les interesa lo que dicen o escriben los raros testigos que hay sobre el terreno.

—Al hilo de las páginas se descubre a unos personajes desgarradores, como el cirujano Fayez. A través de su trayectoria resulta impactante ver que este pueblo constantemente perseguido vive sin odio ni resentimiento hacia sus opresores. Y es sorprendentemente optimista. En su opinión, ¿de dónde saca la fuerza para mantener esa extraordinaria vitalidad y humanidad?

—Creo que forma parte de la humanidad que es inherente a cada individuo. Todas aquellas personas que han vivido en estos infiernos tienen relatos idénticos. Primo Levi da ejemplos de ello. Cada uno de nosotros tiene unas capacidades de resistencia absolutamente extraordinarias que se develan en condiciones extremas. No es algo particular de Gaza. En mi opinión, no hay poblaciones que resisten mejor que otras. Pero no es menos cierto que es admirable la resistencia y el aguante de la población de Gaza. Respecto a Fayez, recuerdo una mañana que estaba bastante abatido: “He pasado una mala noche. Mi cuñada ha muerto de cáncer de mama. No sé cómo decírselo a mi mujer”, dijo. En nuestros países tenemos medios para detectar estos cánceres y salvar a la mayoría de los pacientes. Ahí no. Es una lección para cada uno de nosotros la simplicidad con la que estas personas asediadas por el ocupante hablan de su vida cotidiana. Las enfermedades para las que no tienen curación hacen que esa realidad sea aún más atroz.

—¿Con qué secuelas salen en particular los niños?

—Puede resultar sorprendente que no haya más personas que pierden la razón. He hablado con Maryvonne Bargues, una médica siquiatra que ha trabajado durante años con familias que vivían en ese entorno, hacinadas en 10 metros cuadrados y cuyos hijos y parientes cercanos habían sido gravemente heridos o habían muerto. Su constatación es sorprendente. A pesar de las condiciones de vida espantosas hay unas recuperaciones sicológicas impresionantes. Si uno se pasea hoy por las calles de Gaza, luego de una semana de bombardeos que han causado muchos muertos y heridos, se tiene la impresión de una población que vive en estado de paz.

—En el libro son muy elogiosas sus descripciones de personalidades de Hamás a las que usted ha conocido bien. Se comprende que usted haya establecido vínculos de confianza recíproca con estas personas, con unos destinos fuera de la norma que a pesar de los dramas que han vivido, han seguido siendo plenamente humanas. Por ejemplo, es muy impresionante el retrato que usted hace del cirujano y responsable político, Mahmoud Khalid al-Zahar. Esto contrasta singularmente con la imagen tosca, incluso execrable, que sistemáticamente se nos ofrece de él. Al ver la caricatura que han hecho de él los periodistas que han tenido ocasión de conocerlo, ¿qué le inspiró eso?

—Me sentí escandalizado y sigo estándolo. De hecho hay que saber que las autoridades israelíes tienen que acreditar necesariamente a los raros periodistas occidentales que van a Gaza. Para mí está claro el criterio de acreditación: se avala a los periodistas que los israelíes tienen la seguridad de que van a denigrar todo lo que haga Hamás. Tuve la oportunidad de observar muchas veces esto que estoy afirmando. Hasta ahora nunca he visto a un periodista autorizado a entrar a Gaza por el paso de Erez, escribir un artículo que narre con objetividad lo que se ha hecho bajo la administración de Hamás.

En las elecciones de enero de 2006, Hamás obtuvo la mayoría absoluta de los escaños en el Consejo Legislativo Palestino. Sin embargo, la Autoridad Palestina de Ramala –el partido Fatah que había perdido las elecciones– no dejó el poder; continuó recibiendo órdenes de Israel y de Estados Unidos. Desde 2009, se considera que el presidente Mahmoud Abbas no tiene ninguna legitimidad.

No obstante, la Unión Europea sigue apoyando a la Autoridad Palestina con 500 mil euros al año. Las supuestas conferencias y negociaciones de paz en las que ha participado tenían por objetivo, en connivencia con Israel y Estados Unidos, financiar y programar el poner fuera de la ley a Hamás.

Después de las elecciones de 2006, los dirigentes del movimiento de solidaridad contribuyeron a reforzar la idea de que la carta fundacional de Hamás es “antisemita”. La propaganda de los sucesivos gobiernos israelíes, que se sirven de la carta de Hamás para criminalizar a este movimiento, es explotada por todas aquellas personas que privilegian a los “laicos” para desacreditar este movimiento político y religioso palestino que afirma ser de la resistencia. Esta propaganda ha pervertido y ralentizado mucho la acción del movimiento de solidaridad.

—Qué pasa con los a priori de estos ideólogos que, en el seno del movimiento de solidaridad, han privilegiado el campo de los “laicos”, de esta Autoridad Palestina “moderada” a la que ellos consideran la única representante legítima del pueblo palestino. ¿Le han hecho reproches y le han pedido explicaciones sobre la carta de Hamás a la que generalmente califican de antisemita?

—Por desgracia hay muy pocos reproches directos. Lo lamento porque es más interesante tratar de convencer a quienes no son de la misma opinión. Simplemente, quienes no están de acuerdo con lo que digo o escribo no me invitan. La manera de luchar en el seno del movimiento de solidaridad contra quienes dicen cosas positivas sobre la gestión política de Hamás es marginarlos. Finalmente, a su escala, su manera de comportarse apenas es diferente de la que conocemos con los medios de comunicación. A pesar de todo, regularmente se me invita a dar conferencias en las provincias francesas. Ahí los militantes tienen cierta independencia respecto a París, sede del movimiento. Dicen que me invitan porque les interesa conocer todos los puntos de vista, al tiempo que saben que su directiva no me aprecia. A través de estos encuentros con el público me doy cuenta de que cuando uno describe los acontecimientos y lo siente de buena fe, se le cree. En Chroniques de Gaza sólo cuento sucesos rigurosamente exactos con el mínimo de apreciaciones personales. Los hechos hablan por sí mismos y es tarea de cada uno sacar conclusiones.

“Sobre la carta de Hamás no he tratado de convertirme en un especialista de la cuestión, pero resulta que desde 2001 cada vez que volvía de Gaza me pedían que hablara de lo que ocurre ahí. De una conferencia a otra me hacen preguntas y eso me obliga a profundizar mis conocimientos. Lo cual me llevó a pedir a mis interlocutores de Gaza que se explicaran, sobre todo, en relación a esta cuestión de la carta de Hamás, algunos de cuyos aspectos se han considerado inaceptables entre nosotros a justo título. Se me dijo que esta carta, que data de 1988, la escribieron determinadas personas, que después Hamás se convirtió en un partido político y que desde 2006, cada vez que había elecciones había un programa claro que se podía consultar y que era la referencia. Y que, en consecuencia, esta carta ya no era válida. Dicho esto, me gustaría ampliar un poco el debate. Esta manera de basarse siempre en la acusación de antisemitismo que permite arrojar instantáneamente la condenación sobre todo lo que tiene que ver con Palestina, en cuanto hay una frase o una palabra que molesta, es una forma de proceder muy desleal si se tiene en cuenta el hecho de que los palestinos, familias enteras que fueron diezmadas por los judíos y expulsadas de sus hogares en 1948, lo han perdido todo. En cuanto se pronuncia la palabra ‘judío’ en Occidente, hay oídos que están alerta. Pero de todos modos se creó un Estado judío en nombre del judaísmo, de la conciencia judía. Y en nombre de un Estado que se proclama judío las autoridades israelíes persiguen a todo aquel que no es judío. Por lo tanto, pedir a los palestinos que han sido golpeados en su propia carne que no digan que no les gustan los judíos es un poco fuerte. El hecho de que pueda haber lo que consideramos ‘deslices’, en mi opinión, es algo completamente venial en relación con el destino que han tenido. Es absurdo reprochar a este pueblo al que se oprime en nombre del Estado judío llamar ‘judío’ a su opresor. Este delito de antisemitismo que se busca detrás de cualquier palabra es algo profundamente desleal.”

—Usted describe con una rara objetividad las circunstancias en las que Hamás se vio obligado en junio de 2007 a intervenir contra los mercenarios de Fatah, financiados y armados por Estados Unidos de acuerdo con Israel, para desbaratar el plan secreto que debía llevar a su liquidación. También en relación con esto hay un abismo entre lo que usted observó sobre el terreno y lo que informaron los “enviados especiales” acreditados por Israel o los partidarios de Fatah. Se habían puesto todas las pruebas sobre la mesa, pero los periodistas del establishment siguen ignorándolas. Oír que se imputaban las intimidaciones a las fuerzas de Hamás y no al plan criminal de Fatah, debió de provocar una enorme cólera a la gran mayoría de los palestinos que no colabora con el ocupante. ¿Para qué debían servir estas mentiras sino para legitimar que se siguiera con las ofensivas del ejército israelí contra Hamás y para mantener el poder de la Autoridad Palestina?

—Es una historia desoladora. Pero también es una historia que se repite. En relación a la guerra de independencia argelina, por ejemplo, la resistencia recibió un fuerte apoyo de una parte de la izquierda y sobre todo de los comunistas; y en cuanto se vio que la Argelia independiente no iba a bascular hacia el campo socialista, hubo varias deserciones. En Argelia, en 1992, los mismos que apoyaron lo que púdicamente se llamó “la interrupción de proceso electoral” fueron el respaldo de lo que en realidad fue un golpe de Estado militar; se trató de los occidentales. La consecuencia de ese apoyo fue una guerra con 100 mil muertos. Con la victoria electoral de Hamás se vio cómo se reproducía instantáneamente el mismo fenómeno. Recuerdo una tribuna libre escrita por un notorio sionista titulada Hamas, “L’ennemi commun”. En la última fiesta del diario L’Humanité, me vino a hablar un militante que apoyaba una pequeña actividad asociativa en Gaza “a condición de que siguiera estando en un marco laico”.

“Pretender ir a hablar de laicismo a un país donde el 95 por ciento de la población tiene sentimientos religiosos está completamente fuera de lugar. Hay que saber si se quiere ayudar a una causa porque vale la pena o por imponer un ‘modelo’. Ha llegado a ocurrir que militantes que querían invitarme a hablar del libro se enfrentaran en el seno de su comité con ‘laicos’ que no querían oír hablar de Hamás. ¡Despreciar a Hamás es despreciar a la población que la ha elegido! Gaza hoy es indisociable del voto a Hamás. Y limitarse a hablar de Cisjordania es ir en el sentido estadunidense-israelí de apoyo ciego a la ‘Autoridad Palestina’, aunque se sabe que unas elecciones libres hoy en Cisjordania probablemente darían la victoria a Hamás.”

—El capítulo de su libro titulado “Sara” deja atónito al lector. Reunidos en el velorio de una anciana que resulta ser la madre de Mohammed Dahlan, cuadros de Hamás discuten cortésmente con partidarios de Fatah. Este tipo de episodio es sorprendente, esta ausencia de animosidad por parte de los cuadros de Hamás, cuyos militantes son torturados y arrojados a la cárcel en Cisjordania por las fuerzas de seguridad de Fatah, ¿dejan augurar que mañana sea posible una reconciliación, a pesar de las traiciones?

—He asistido con frecuencia a escenas de este tipo. Una vez me encontraba con una familia en la que se reunían a la misma mesa miembros de Hamás y uno de sus primos al que pagaba la dirección de Fatah para que no fuera a trabajar. Yo estaba estupefacto por el clima que ahí reinaba. No había más que pequeñas pullas, sin maldad. Todo se decía en un tono de humor. Esta fraternidad entre palestinos ya la había observado en las elecciones que llevaron a Hamás al poder y continúa hoy. Creo que es posible una reconciliación. No hay reivindicaciones de odio entre Fatah y Hamás. Es una disputa de jefes. La Autoridad Palestina ni siquiera representa a la base de Fatah. Es una falsa disputa. A nivel de los electores no existe animosidad entre Hamás y Fatah. Si se organizaran elecciones en unas condiciones electorales normales se desarrollarían de una manera tan pacífica como en 2006.

—Una vez más no se puede dejar de pensar que Israel no hubiera podido llegar tan lejos en el horror si los ideólogos que dictan la línea política en el seno del movimiento de solidaridad en vez de apoyar al campo de Fatah y de quienes optaron por la colaboración con el ocupante, hubieran apoyado claramente el campo de las fuerzas que, como Hamás, rechaza esta vía y sigue reivindicando el derecho de los palestinos a resistir a la ocupación. ¿Acaso no le han puesto las cosas más fáciles a Israel y prologando el sufrimiento del pueblo palestino por medio de este tipo de extraña mala unión?

—Por supuesto que han hecho más fáciles las cosas a Israel. Dicho esto, no creo que se hubiera podido contener la escalada de violencia a la que asistimos. Cuando se ve lo que está pasando hoy que, todo lo deja suponer, se llega hasta el asesinato intencionado de internacionalistas [dos militantes de la solidaridad con Palestina, Juliano Mer Khamis y Vittorio Arrigoni], cuando se ponen estos hechos en paralelo con lo que los palestinos sufren desde el inicio de la colonización judía en Palestina, creo que, por desgracia, el proyecto sionista debía pasar necesariamente por esta violencia, por una violencia cada vez mayor.

—En resumen, la elección de Hamás en 2006 fue en muchos aspectos un momento de verdad que permitió mostrar unos compromisos contra natura, también en lo que concierne a las organizaciones no gubernamentales. Usted cuenta que fue excluido por dos grandes organizaciones francesas que nunca protestan públicamente cuando sus equipos médicos son expuestos a las humillaciones y hostigamientos de las autoridades israelíes. ¿Podemos saber el nombre de éstas y qué pretextos han aducido para privarle a usted de su financiación?

—Se trata de Médicos del Mundo y Ayuda Médica Internacional. Son dos grandes organizaciones, al menos la primera, que implican unas administraciones enormes. Hay ahí unos retos de poder importantes: para acceder a la presidencia, a los puestos altos, los candidatos están dispuestos a todo tipo de compromisos. Sus responsables no quieren que sus equipos se expresen. Respeto esta postura pero en lo que concierne a Palestina, donde los equipos médicos sufren regularmente el acoso y las humillaciones de las autoridades israelíes, no acepto callarme. Hay casos en los que es imperativo reaccionar.

“Ha habido incidentes debidamente documentados y notificados pero Médicos del Mundo se negó a protestar. Por ejemplo, el caso en el que uno de mis colegas, que estaba en una ambulancia con un herido, recibió disparos israelíes en un checkpoint a pesar de que justo antes había recibido autorización para pasar. Otro ejemplo, cuando la policía de fronteras nos confiscó, al llegar al aeropuerto Ben Gourion, el material médico muy costoso e indispensable que llevábamos a Gaza; o incluso cuando se nos pidió pagar la tasa de productos de lujo, lo que es ilegal porque se trata de material médico humanitario; cuando los miembros de nuestros equipos son humillados, acosados y bloqueados en cuanto tienen un nombre árabe. Nunca hay protestas.”

—Usted cuenta que desde los primeros momentos de la ofensiva israelí de 2008, cirujanos de diversos países árabes y musulmanes conmovidos por la carnicería, entre ellos unos 70 egipcios, se precipitaron a Gaza entrando por los túneles y que se pusieron a operar enseguida. En su libro dice haber estado muy impresionado por la competencia y eficacia con la que operaron a heridos muy graves y el notable papel desempeñado por estos médicos anónimos, a los que califica de “humanitarios sin espectáculo”. ¿Pone usted sus esperanzas en esta solidaridad discreta y sin condiciones que contrasta con la torpeza de nuestras organizaciones no gubernamentales?

—Completamente. Daba una impresión de fuerza extraordinaria ver a todos estos cirujanos altamente capacitados y competentes, que habían acudido a Gaza simplemente porque les habían llamado sus colegas y que afirmaban que se iban a quedar “mientras se les necesitara”. Recuerdo haber pensado entonces que tenía ante mí al relevo del Egipto de Mubarak.

Para entrar en Cisjordania y Gaza, que son unas prisiones bajo control del ocupante, es obligatorio pasar por territorio israelí. Las autoridades se otorgan el derecho de vetar la entrada a Israel a personas que sólo quieren ir a los territorios ocupados y cuyas críticas temen. Hacen listas de militantes o periodistas supuestamente “hostiles a Israel” que les señalan en cada país personas de confesión judía y en las que prima su lealtad a Israel. Los activistas humanitarios que van a Gaza deben pedir su acreditación al coordinador de las actividades gubernamentales en los territorios, el servicio del ejército israelí que entrega el permiso.

—En el capítulo de su libro titulado “Clamor sobre lo humanitario” hace una constatación muy inquietante. Siente que el cerco se cierra. Esto deja pensar que las autoridades israelíes buscan hacer cada vez más difícil la autorización de entrada en Palestina imponiéndoles unas condiciones cada vez más exigentes. ¿Cree usted que hasta privarían a la población de Gaza de toda asistencia médica? ¿Qué preconiza usted para impedirlo?

—Los recientes asesinatos del militante italiano Vittorio Arrigoni en Gaza y del actor israelo-palestino Juliano Mer Khamis en Hébron me estremecieron. No se puede dejar de pensar en la mano de Israel detrás de estos crímenes. Para demonizar a los palestinos y para acabar con el apoyo de la opinión pública internacional, ¿qué mejor manera que hacer asesinar a dos figuras carismáticas entre los pacifistas y endosar a palestinos manipulados un crimen del que no son responsables? Da miedo. Hay en ello una escalada que debe permitir a Israel provocar en todo el mundo un sentimiento de horror en relación a Hamás. Y cada uno se dice: “Yo podría ser el próximo”. No sería la primera vez que al más alto nivel del Estado israelí se toma la decisión de hacer asesinar a internacionalistas. Ya ha habido periodistas asesinados y otros que han estado en la diana, como Jacques-Marie Bourget [gravemente herido en el pulmón y en el brazo el 21 de octubre de 2000 en Ramala por una bala disparada por un soldado israelí]. Hubo el ataque de la marina de Israel contra la “Flotilla de la Libertad” en mayo de 2010 que causó la muerte de nueve activistas humanitarios. En el puerto de Gaza se acaba de erigir un monumento a su memoria.

“Temo ver en ello un signo de endurecimiento israelí que puede ir hasta organizar asesinatos selectivos para hacerlos pasar después por asesinatos cometidos por Hamás. También se puede pensar que se trata de una crispación última de un poder al que se ha puesto bajo la presión de los movimientos de protesta contra los que pierde influencia.”

—Durante estos trágicos años usted ha presenciado escenas de una crueldad insoportable. Estaba ahí cuando los soldados israelíes dispararon deliberadamente contra un joven palestino que estaba en el suelo. ¿Qué sintió cuando se encontró frente a este joven al que se le acababan de amputar ambas piernas?

—Soporto ver heridos muy graves en una sala de operaciones, pero ver ejercerse la violencia fuera de este marco, incluso en el cine, me resulta insoportable. Cuando vi a Mohamed Ghanem en el hospital, no estaba simplemente asqueado por el sadismo del soldado que había disparado media docena de tiros contra el joven que estaba en el suelo (los medios árabes que estaban allí lo filmaron todo), también estaba avergonzado porque sabía que no habría ni investigación ni sanciones.

“Durante 15 años he tratado traumatologías graves. Soy un especializado en la reparación de traumatismos graves, la microcirugía de las venas y de los nervios. Traté en las salas de operaciones a personas que intentaban suicidarse arrojándose a las vías del metro. Evidentemente se siente compasión cuando se ve a un hombre joven con unas heridas espantosas en una sala de operaciones. Pero uno está ocupado en reflexionar, en decidir qué conducta hay que seguir, en detener la hemorragia para salvar la vida del paciente. En ver qué se puede hacer para preservar la función y finalmente en operar. Las operaciones son muy largas y hay que pararla porque el paciente no está bien, hay que renunciar a la reconstrucción o hay que amputar. Eso forma parte del adiestramiento médico. Son nociones que he aprendido.

“Cuando se ve llegar a estos heridos muy graves, uno se concentra en ocuparse de ellos. Durante la agresión israelí de 2009 vi a cirujanos palestinos que no podían más, venirse abajo, desmoronarse, pero fuera de las salas de operaciones. En la urgencia todo el mundo trabaja bien, sin pánico, y para nosotros también es una lección. Pero hay imágenes, escenas que te marcan de forma indeleble, como marcan a los palestinos. Ellas son las que construyen la resistencia.”

*Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos (Rebelión)

Fuente: Contralínea 244 / 31 de julio de 2011