¿Qué pensaría usted si después de una explosión que provocó la destrucción de una casa y la muerte de sus habitantes la policía se preocupara, en primer lugar, de hacer desaparecer los escombros? Eso fue lo que hicieron las autoridades estadounidenses hace 10 años. Ordenaron la inmediata eliminación de todas las estructuras de acero de los edificios destruidos en Nueva York el 11 de septiembre.

No se menciona, en la versión oficial, la menor duda de que la causa de la destrucción de los edificios haya sido el incendio provocado por los impactos de los aviones secuestrados por los terroristas. La mayor parte de las 300 000 toneladas de acero provenientes de los edificios destruidos fueron recicladas en fundiciones asiáticas, con excepción de 24 toneladas entregadas a la empresa Northrop Grumman (uno de los más importantes contratistas del Pentágono) para la construcción de navío-simbolo, el New-York: primer ejemplar de una nueva generación de unidades de asalto anfibio para la guerra global contra el terrorismo, guerra justificada por el ataque contra las Torres Gemelas, transmitido al mundo entero en vivo y en directo.

Sin embargo, a los ingenieros especializados que habían solicitado examinar las columnas y vigas, no se entregó ni un solo gramo de acero para que pudieran reensamblar varias secciones y determinar con precisión la causa del derrumbe. Frederick Mowrer, profesor de ingeniería para la protección contra incendios en la Universidad de Maryland, declaró: «Esa decisión pone en peligro toda investigación sobre los derrumbes. Me parece muy inquietante la rapidez con la que se eliminaron y reciclaron pruebas potencialmente importantes.» (The New York Times, 25 de diciembre de 2001).

Ningún rascacielos de ese tipo se ha derrumbado nunca por causa de un incendio. El combustible de los aviones nunca hubiera podido provocar un calor capaz de fundir las enormes columnas de acero [de las Torres Gemelas]. Además, ese combustible se quemó en su mayor parte fuera de los edificios, al extremo que dentro del punto de impacto pueden verse personas indemnes. Diferentes expertos sostienen que la dinámica del derrumbe de las Torres Gemelas y del Edificio 7 –que ni siquiera fue impactado por los aviones– recuerda una demolición controlada, provocada por explosivos situados dentro de los edificios.

Por haber sostenido lo anterior, el profesor Steven Jones, profesor de física, fue expulsado de la Universidad Brigham Young (en el Estado de Utah). Pero no desistió. Junto a un equipo del que también forman parte varios científicos de otros países, el profesor Steven Jones publicó en 2009, en la revista The Open Chemical Physics Journal (que somete a revisión científica todos los artículos propuestos para su publicación), un estudio basado en el análisis de muestras de polvo recogidas en Ground Zero. Los análisis revelaron la presencia de termita, una sustancia no explosiva que al ser sometida a una temperatura de 2 500 grados Celsius produce una reacción química capaz de fundir el acero, cortándolo como un cuchillo caliente que penetra en una barra de mantequilla.

En una foto puede verse una columna de acero cortada limpiamente, en diagonal, mostrando un derretido similar al que pudiera verse en una vela de cera. Como la termita no necesita aire para quemar, la reacción siguió durante días provocando calor bajo los escombros que los bomberos trataban de enfriar con chorros de agua.

Esas pruebas y otras más, todas de carácter científico, sirven de basamento al estudio del profesor Steven Jones, quien ha retado a los científicos que apoyen la versión oficial a que refuten la suya. Pero estos últimos se han negado a leerla, afirmando que no tenían tiempo para eso. En todo caso, la versión oficial está derrumbándose de la misma manera que las Torres Gemelas, como un castillo de naipes.