En respuesta a la admisión de Palestina como miembro pleno de la UNESCO, Washington se retiró de esa institución, aunque no la abandona formalmente. La administración Reagan ya lo había hecho en 1984 y por razones muy similares. Esta reacción estadounidense plantea, sin embargo, una serie de complicaciones inesperadas para el Departamento de Estado.

En primer lugar, resulta imposible justificar de qué manera puede beneficiarse la causa de la paz en el Medio Oriente con el cese del financiamiento de toda una serie de programas educativos a través del mundo. En segundo lugar, resulta imposible comprender la actitud de Washington, que pretende dar lecciones de multilateralismo al mismo tiempo que adopta este tipo de actitudes cada vez que la mayoría de los Estados del mundo se pronuncian en contra de sus políticas.

Lo más interesante es que la Autoridad Palestina espera convertirse en miembro pleno de otras 16 instituciones intergubernamentales cuyos sistemas de votación pueden favorecerla en ese empeño, mientras que Washington, que nunca se ha sentido interesado en una institución internacional que se dedica a la promoción de la educación y la cultura, no puede permitirse, sin embargo, salir de instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) o de la Organización Mundial de la Propiedad Industrial (OMPI) sin sufrir una grave pérdida de influencia e importantes daños económicos.

A pesar de ello, en el Congreso estadounidense, los aislacionistas pretenden establecer una alianza con los sionistas y explotar la situación para lograr que Estados Unidos se retire de todas las organizaciones vinculadas al sistema de Naciones Unidas, siguiendo un esquema comparable al rechazo a la adhesión de EE.UU. a la Sociedad de Naciones, en 1920.