La Hermandad Musulmana se pronunció oficialmente en contra de la misión de observadores de la Liga Árabe al afirmar que la presencia de dichos observadores en Siria sólo sirve para permitir ganar tiempo al régimen de Bachar al-Assad. Estas declaraciones coinciden con las de las autoridades de Qatar que han tratado a su vez inútilmente de acortar dicha misión alegando que si los observadores no han confirmado las acusaciones contra el gobierno de al-Assad es porque este último ha sabido manipularlos hábilmente.
En todo caso, la prensa atlantista y la de los países del Golfo cita el informe preliminar de los observadores, pero lo hace deformando su contenido. La misión menciona que la violencia continúa, lo cual es interpretado como una prueba de la continuación de la represión cuando en realidad los observadores se refieren a la violencia de los grupos armados infiltrados en el país.
En su discurso anual dirigido al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, el papa Benedicto XVI expresó –en términos simbólicos– su inquietud ante el peligro que la Hermandad Musulmana y los salafistas representan para la libertad de culto en el mundo árabe.
En el marco de una conferencia de prensa transmitida por televisión, el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan reiteró su condena contra el gobierno sirio. Pero lo más interesante es que al hacerlo hizo evidente el viraje político perceptible desde hace dos semanas ya que también expresó inquietud ante una posible guerra civil o confesional en el país vecino. Luego de las divergencias surgidas entre Turquía y Francia sobre la masacre de armenios –diferendo que hizo saltar en pedazos la coalición antisiria–, Ankara exhortó al Ejército Sirio Libre –al que venia proporcionando bases de retaguardia en territorio turco– a limitarse a la oposición pacifica.
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