En la clase de Historia de las Ideas Políticas que dicto en la universidad, mis alumnos –de los cuales, el mayor no supera los 25 años– quisieron hacer un alto al desarrollo del syllabus para reflexionar sobre la coyuntura política nacional, a propósito de la petición efectuada por el MOVADEF al JNE, así como sobre la trayectoria histórica que Sendero Luminoso ha tenido en el país a lo largo de las dos últimas décadas del siglo pasado.

Los juicios de estos jóvenes, subyacentes sobre todo en sus preguntas, me han parecido no sólo muy interesantes, sino también muy lúcidos y, mejor aún, no agobiadoramente sólitos.1 Por ello, las someto a vuestra consideración, sin agregarles ni un ápice de mis ideas.

––No creo que el objetivo real del MOVADEF haya sido inscribirse en el ROP del JNE como partido político ––dijo un alumno. ––Si así habría sido ––agregó––, nada les costaba echar mano del “arte nacional” del engaño y ocultar su línea ideológica comunista: el “marxismo-leninismo-maoísmo pensamiento gonzalo”. Pero no la escondieron; por el contrario, la resaltaron. ¿Por qué? Obviamente, quisieron dejar bien en claro quiénes eran. Pero, ¿por qué sacrificar su objetivo –la inscripción– a cambio de usar ese emblema ideológico, sabiendo lo que por ello les ocurriría?

Inmediatamente, otro estudiante intervino: ––¿Por qué el miedo a MOVADEF? ¿No dice el Presidente Humala y su Premier que Sendero Luminoso está completamente derrotado?

––Es que Sendero quiere liberar a Abimael Guzmán ––interrumpió un melenudo mozo.

––Pero si su intención es liberar a Guzmán, ¡MOVADEF está hasta las patas! ––aclaró el anterior, un chico de más edad; y acto seguido añadió: ––Liberar a su líder implica realizar un trabajo político de largo aliento. Si MOVADEF lograse su inscripción en el ROP, tendría que esperar hasta las próximas elecciones del 2016 (antes de ellas, no hay forma legal de lograr el objetivo) para tratar de colocar unos pocos candidatos de su línea en el Congreso; y si llegaran a conseguir ello, el uno o los dos elegidos, tendrían que formar una célula parlamentaria, cosa difícil para un partido de izquierda, y más difícil aún si se trata de un grupo de “terroristas”. Y si vencen este reto, ¡lo que está bien verde!, después tendrían que presentar su proyecto de ley de amnistía general, que pasaría a la comisión parlamentaria respectiva para ser discutido y desechado por los otros grupos políticos “legales y democráticos”. De manera que pasarían muchísimas legislaturas antes de que el proyecto llegue al Pleno del Congreso para su discusión y eventual aprobación. Mientras tanto, Abimael Guzmán ya habría muerto, y con él, el aparente objetivo. Tampoco creo, por eso, que MOVADEF haya tenido el objetivo real de participar en el escenario político para “destruir la democracia, liberando a Guzmán y compañía”. ¿Qué hay, entonces, detrás de este juego de formalidades?

––Entonces, otro alumno se animó a intervenir: ––Y si las cosas son así, ¿por qué el miedo de nuestros políticos a que Sendero sea un partido legal? Los políticos saben muy bien (y Sendero Luminoso también lo sabe) que la vía que lleva a MOVADEF por el camino de la formalidad, sólo para liberar a su Jefe, es demasiado larga y, con un sistema parlamentario como el nuestro, no serviría funcionalmente como estrategia efectiva para el fin que, se cree, han planteado los senderistas. ¿No será entonces cierto que Sendero es un partido que realmente quiere ser legal para defender al pueblo y la justicia social, conceptos que el sistema y sus impulsores (como Roque Benavides y compañía) desprecian ontológicamente? Quizás por eso los persiguen y les cierran las puertas de ingreso al sistema democrático. A Humala lo acusaban de ser terrorista y amigo de terroristas, ¡y miren qué bien se desenvuelve en el sistema!

Hubo más intervenciones, pero éstas me han parecido las centrales de la reflexión. A partir de ellas, y gracias a estos jóvenes, me he preguntado otra vez quién juega el juego de quién. Con un Estado inoperante, cuyos “expertos” creen que a Sendero Luminoso2 se le combate y gana sólo con el uso de la ley; que no pueden darse cuenta que lo que acaba de ocurrir forma parte de una estrategia pensada por años por Abimael Guzmán y que, con su necedad, han permitido que, juntos, subamos el primer escalón de una larga escalera que con seguridad vamos a seguir ascendiendo si no se entiende bien lo que está pasando, la cosa se hace de veras muy preocupante.

Cuán estúpido puede llegar a ser el hombre que no aprende las lecciones que da la historia. Valdés, Iberico y otros más de esa colosal raza de ignaros, no dejan de llamar por eso la atención. Hablan sin decir nada y piensan con la mayor levedad posible –de esa que avergüenza ser un ser humano–, sin el menor rastro de raciocinio alguno. De verdad creen que en el MOVADEF “se dieron cuenta” que “la sociedad no los quiere”. Piensan que usando impertérritos tonos, los senderistas se van a asustar. Incluso están muy seguros de que negando a Sendero, Sendero deja de existir.

Al parecer, no escucharon al R.P. Lucas, recordarle a Michael Kovak que, “el que decidas no creer en el diablo, no te protegerá de él”.

Y claro, ya no es raro entonces ver que, al final, después de tanto adjetivo y vituperio antes que análisis, crítica y entendimiento, ante los ojos de la juventud y los de los desencantados del statu quo –que suman millones en el Perú–, MOVADEF y SL ya no parecen tenebrosos, sino verdaderas víctimas del sistema. ¿Así se educa a la juventud?
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1 Lo que constituye el grosero y vulgar lugar común de la coprolalia del imaginario político-social de los medios de comunicación tradicionales, los “discernimientos” de nuestros políticos también tradicionales y la [mal] llamada “opinión pública”, que por lo general actúa como caja de resonancia de los titulares escandalosos y ruidosos.

2 Un movimiento mesiánico, nutrido y premunido de elementos simbólicos y culturales que lo definen como un partido político de raíz político-social (porque no se trata de una mesnada de orates ni electoreros cazafortunas, sino de políticos distorsionados, pero políticos al fin y al cabo) y profundamente disciplinado en función de los parámetros de su ideología, lo que lo convierte en una especie de religión civil (al respecto, vid. DELRAN, Guy-Gerard, “La función del mito según José Carlos Mariátegui”, en: “Humanidades”, Revista del Departamento de Humanidades de la PUCP, N° 4, Lima., 1970-1971).

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