Uno, el “descubrimiento” en el aeropuerto de Toluca de dos maletines en los que se encontraban 25 millones de pesos en efectivo, que enviaba el gobierno de Veracruz a la empresa del mexicano Willy Sousa (fotógrafo, director de cine y director creativo del Museo Monumental Itinerante México en Tus Sentidos) es algo no providencial, sino más bien sofisticado, donde hubo una intervención telefónica de por medio o, quizá, una larga pesquisa oficial.

Y dos, que tres exgobernadores de Tamaulipas (Manuel Cavazos, Tomás Yarrington y Eugenio Hernández) fueran alertados que sobre ellos había una investigación, seguramente por narcotráfico y lavado de dinero. El gobierno federal intentará detener a mandatarios priístas que dejaron hacer y pasar muchas tropelías en sus entidades.

Las dos acciones se hacen cuando hay reclamos serios contra el presidente Felipe Calderón, sobre todo en Guadalajara, por ejemplo, por parte de Tonatiuh Moreno (Haz hecho público que te gusta.
monero y animador mexicano; creador de juegos de rol, videojuegos y animación), debido a la “guerra” tan prolongada y la falta de resultados, amén que ya se sabe, el michoacano se irá a vivir al extranjero en cuanto termine su gestión.

Además en la contienda interna del Partido Acción Nacional se espió telefónicamente a Josefina Vázquez Mota que hubo una ofensiva sucia en su contra, básicamente en las redes sociales. En esto la mirada se dirige hacia el Centro de Investigación y Seguridad Nacional y el Palacio de Covián (el edificio que ocupa la Secretaría de Gobernación), donde Alejandro Poiré Romero, titular de dicha secretaría, no tiene las riendas muy sujetas para manejar la política interior.

Lo del gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, un individuo muy débil que fue la invención del exgobernador, Fidel Herrera Beltrán es muy lamentable. Resulta absurdo que un gobierno local mande esos 25 millones por medio de dos individuos: Said Zepeda y Miguel Morales, quienes, a decir del exsecretario de Comunicaciones y Transportes, Juan Molinar Horcasitas, ni siquiera figuran en la estructura gubernamental. Menos aún que dicha cantidad sea para hacer los promocionales de la Feria de la Candelaria, tres días antes de que comience y de la siempre cuestionada fiesta en El Tajín.

De acuerdo con expertos en procedimientos administrativos, en una época electrónica no hay porque cargar esa cantidad de dinero. Primero, porque las transacciones monetarias cuestan, de acuerdo con la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, el 3 por ciento al moverlas; es decir, habría una erogación innecesaria de 750 mil pesos. Segundo, ya que podría tratarse de lavado de dinero, pues nadie en su juicio, excepto la mafia, transporta así los billetes. Y en tercero, y gravísimo lugar, podría ser para financiar la campaña, costosísima, de Enrique Peña Nieto.

Duarte se arriesgó a todo. Y tuvo que pagar con uno de sus principales operadores financieros, Víctor Bárcenas, el tesorero. Hasta ahora la lumbre no ha llegado a Tomás Ruiz, el secretario de Finanzas jarocho, quien en una larga entrevista (Reforma, 31 de enero pasado) lejos de aclarar las cosas se enredó al máximo.

Ruiz, uno de los hombres de Elba Esther Gordillo, a quien le salpicará también el lodo, explicó que la lana se entregó de un banco (sin precisar cual) en una camioneta de valores a la Tesorería estatal. Algo realmente insólito, pues dicha institución financiera la pudo transportar y dársela a quien era el destinatario. Pero ya sabemos que cuando los políticos son agarrados con las manos en el dinero no saben cómo justificar sus vicios.
En su nuevo portal, Arena pública, Samuel García –economista desde 1986, y que ha ejercido el periodismo económico en los últimos 24 años–¿qué opinará al respecto el Servicio de Administración Tributaria? Un organismo que es muy estricto con los contribuyentes, tiene ahora que decir algo por el manejo desparpajado de un monto elevado de dinero.

Por cierto, en la red el compañero Emilio Treviño aportó un dato importante: Sousa hizo la famosa exposición México en Tus Sentidos. La tuvo en principio apalabrada con Marcelo Ebrard, pero Calderón le ofreció una cifra mayor; obviamente cambió de parecer. El que paga manda, ya sabemos que así son los comerciantes. ¿Quién es ahora el que ofrece más?

Vayamos ahora al Norte, a Tamaulipas. La entidad es famosa hace muchos años por un contrabandista y después narcotraficante, Juan García Ábrego. Desde hace muchos años, al estado se le conoce como Mataulipas, pues no hay reposo en muchas poblaciones. En ese clima de asesinatos e impunidad han estado al frente de las últimas administraciones: Manuel Cavazos, Tomás Yarrington y Eugenio Hernández.

Cavazos Lerma, lejos de intentar utilizar las herramientas de la política y la sociología para resolver los problemas, se dejaba guiar por los espíritus y las pirámides mágicas. Eso sí, muy ligado al expresidente Carlos Salinas de Gortari y, hoy, posible candidato a senador con la venia de Peña Nieto.

Yarrington, un economista mediocre, hizo tanto dinero que vive desde hace años en Estados Unidos donde compró grandes propiedades, especialmente en Texas y la Isla del Padre.

El más reciente, Hernández, iba a ser protegido del expresidente nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Humberto Moreira, el Bailador, y que endeudó a Coahuila. Pero la mala fama de Eugenio era tan conocida, que mejor no lo incluyeron abiertamente en el priísmo actual.

Se trata de tres personajes que han mostrado algo en común: servirse del gobierno para sus fines personales sin importarles nada.

Por cierto, la operación para incriminarlos estuvo tan mal hecha que un funcionario de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes intervino para no dejarlos salir del país, algo inconcebible. Ahora la Procuraduría General de la República, de la no muy eficaz Marisela Morales, toma parte en el asunto. Pero dados los antecedentes: el michoacanazo; el asunto del empresario y político mexicano, Gregorio Greg Sánchez Martínez; el caso del expresidente municipal de Tijuana, Jorge Hank Rhon; las imputaciones a un candidato del PRI en Jalisco en 2006, y otras que han terminado en un auténtico fracaso, pueden repetirse ahora en Tamaulipas.

Como sea, la batalla por Los Pinos va escalando en una guerra sin cuartel. ¡Y lo que nos falta!

Fuente: Revista Contralínea 270 / 05 febrero de 2012