Autor: Opinión
Sección:Opinión

29 abril 2012

Víctor Hugo

La cita que sirve de epígrafe al presente texto refleja el inmenso daño causado al planeta por los seres humanos. Pero es, al mismo tiempo, un mensaje que exhorta a actuar de manera inmensurable a favor de la biodiversidad en nuestro hogar, llamado Tierra.

México es reconocido por su alta diversidad biológica. Gracias a la gran variedad de climas y terrenos, entre otros factores, cuenta con un maravilloso acervo de biodiversidad ambiental y microambiental. De acuerdo con la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), la República Mexicana contabiliza y alberga alrededor del 12 por ciento de las especies conocidas en el planeta.

Algunas de ellas son endémicas, es decir, que solamente habitan dentro de una región geográfica limitada y no se encuentran en ninguna otra parte del mundo. Nunca deja de sorprender que la naturaleza una sus diferentes elementos de temperatura, disponibilidad de agua, refugio y otros seres vivientes para crear el entorno ideal para que un individuo encuentre las condiciones necesarias para subsistir. Por ello, el peligro es mayúsculo para esa maravillosa especie, cuando su mundo perfecto es alterado por los cambios de uso de suelo, la variación de su clima, la extracción de sus recursos o, simplemente, por placer de quienes les dan caza para poseerlos como un raro tesoro que puede ser exhibido o vendido.

Desafortunadamente, en casi una década, estos y otros factores han incrementado el número de especies de flora y fauna en peligro de extinción en México: pasaron de 372 a 475, de acuerdo con la última recategorización en el país. Perder estas especies representa para el país un factor de vulnerabilidad biológica.

Por desgracia, algunas de las actividades humanas que se han convertido en una práctica cotidiana, poco juzgada legal y socialmente, son del todo incompatibles con la vida salvaje y son, al mismo tiempo, las que más amenazan la sobrevivencia de las especies. A ellas se suman las actividades ilegales, como la compraventa de animales silvestres y la cacería furtiva. La demanda de especies exóticas con fines decorativos en el comercio clandestino pone en riesgo la vida de la flora y fauna de nuestro país.

En el cielo, en las arenosas o húmedas tierras, así como en la inmensidad del agua, se esconde aquella diversidad de especies que se encuentran en peligro. Un ejemplo majestuoso es el del jaguar, conocido como balam en lengua maya, una especie emblemática del México prehispánico, admirado por su hermosa piel manchada que se ha impregnado de miles de historias de nuestra selva. También fue antigua deidad azteca, conocida como ocelotl en lengua náhuatl, que ahora está en riesgo de desaparecer.

En los pastizales habita el pequeño perrito de la pradera, que también ha tenido que enfrentar diversos problemas para seguir vivo. Otra especie urgida de protección es el teporingo, elconejo más pequeño de México, que tiene una longitud promedio de apenas 30 centímetros y posee un pelaje de color oscuro y una diminuta cola apenas visible.

También la majestuosa águila real, símbolo de México, se encuentra en peligro inminente. Esta especie no sólo es un referente cultural e histórico nacional: desempeña un papel fundamental para el adecuado funcionamiento de los ecosistemas donde habita. Su condición de gran depredadora ayuda a mantener el equilibrio de las poblaciones de otras especies con quienes comparte el hábitat.

El color rojo escarlata que atraviesa el azul del cielo también está amenazado. La guacamaya roja, que está representada en la mitología maya como el dios Vucub-Caquix, uno de los más importantes para aquella cultura milenaria.

Entre las especies amenazadas en México también se encuentra un unicornio: vive en los bosques de niebla y es, además, el ave símbolo en Pronatura. Se trata del pavón, un volador de gran tamaño y formas alargadas, inconfundible por el cuernecillo de hueso de color rojo que corona su cabeza.

A pesar de su gran tamaño y poder, la ballena gris, el mamífero que realiza las migraciones más largas, es también una especie en peligro; al igual que las tortugas que enfrentan en las playas mexicanas todo tipo de riesgos, se encuentran en la orilla de la extinción. Entre las tortugas amenazadas están la tortuga marina, la tortuga blanca y la tortuga golfina escamosa del Pacífico.

En algunas ocasiones por ignorancia pero, en otras, bajo conocimiento, la intervención de las personas en los ecosistemas que habitan éstas y otras cientos de especies, han ocasionado su progresiva disminución y desaparición. Cada día se acercan más a ser exterminadas.

El mercado negro es una de los factores ilegales que más alientan la extinción de las especies amenazadas. Con relativa facilidad se sabe de lugares donde se pueden adquirir quetzales, pericos o cachorros. El primer paso para colaborar en la protección de estas especies, como sociedad, es contar con información. El siguiente paso sería emprender acciones, como la denuncia.

Perder la presencia de una especie significa la desaparición total de un eslabón en la cadena que une a todos los seres vivos, incluyendo a los humanos, con el planeta.

Se podrá realmente combatir el tráfico de especies cuando se entienda que los animales exóticos no son mascotas. Y cuando también se comprenda que la humanidad no necesita usar pieles exóticas, como cuando no se compren productos derivados de la caza, tales como pieles o animales disecados. Los mafiosos sólo satisfacen las necesidades de un consumidor codicioso, ignorante e insensible.

Denunciar la venta de alimentos preparados con animales en peligro evita que éstos sean cazados. Depositar la basura en un contenedor y no arrojarla al mar significa que una pequeña tortuga o cualquier otro animal marino no se envenenará, atorará o mutilará.

Es momento de una efervescencia social por el medio ambiente que haga crecer los grupos de ayuda para la conservación de la flora y fauna. México y el planeta lo necesitan con urgencia. Y la humanidad también.

*Comunicación de Pronatura México

Enlcace: Revista Contralínea 282 / 29 de abril de 2012