Hace ya casi dos semanas de que Washington y París dieron inicio a la operación Volcán de Damasco y Terremoto de Siria. No se trata esta vez de una campaña de bombardeos aéreos sino de una operación de guerra secreta comparable a la desarrollada en Centroamérica en tiempos de la administración Reagan.

Entre 40 mil y 60 mil contras, principalmente libios, han entrado en el país en varios días, esencialmente a través de la frontera jordana. La mayoría están vinculados con el Ejército “Sirio Libre”, estructurado bajo las órdenes de Turquía para servir de pantalla a las operaciones secretas de la OTAN (Organización del Tratado Atlántico Norte). Algunos son miembros de grupos de fanáticos, entre ellos Al Qaeda, creados bajos las órdenes de Catar y de una facción de la familia real de Arabia Saudita: los Sudairi. Se apoderaron a su paso de varios puestos fronterizos, antes de llegar a la capital, donde sembraron la confusión atacando al azar los objetivos que encontraban a su paso, como grupos aislados de policías o de militares.

En la mañana del miércoles 18 de julio, una explosión destruyó la sede de la Seguridad Nacional, donde se reunían varios miembros del Consejo de Seguridad Nacional. La explosión costó la vida del general Daud Rajha, ministro de Defensa; del general Assef Chawkat, ministro adjunto; y del general Hassan Turkmani, adjunto del vicepresidente de la república. Se desconoce aún el modo exacto en que fue realizada la operación. Podría tratarse de un atentado suicida o de un ataque realizado con un avión no tripulado.

Washington esperaba que la decapitación parcial del aparato militar sirio condujera a varios oficiales superiores a desertar con sus tropas, es decir, a volverse contra el gobierno civil. Pero no ha sido así. El presidente Bachar al-Assad firmó inmediatamente las nominaciones de los sucesores de los fallecidos, garantizando así la continuidad del Estado.

En París, Berlín y Washington, los mismos que ordenaron la operación se han entregado además a una sucia maniobra que consiste en condenar el acto terrorista a la vez que confirman su apoyo político y logístico militar a los terroristas que lo cometieron. De forma totalmente desvergonzada, concluyeron que los responsables de los asesinatos no son los realizadores del atentado sino las propias víctimas, por haberse negado a dimitir bajo la presión de esos mismos gobiernos y por no haber aceptado entregar su patria a los apetitos occidentales.

Caracas y Teherán han expresado sus condolencias a Siria, subrayando que el ataque fue ordenado y financiado por las potencias occidentales y los países del Golfo. Moscú también expresó sus condolencias y observó que el pedido de sanciones contra Siria en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) constituye un respaldo político a los terroristas que atacan ese país.

Los canales de la televisión siria comenzaron a transmitir cantos patrióticos e imágenes del ejército. Interrumpiendo la programación, el ministro de Información, Omran al-Zou’bi, lanzó un llamado a la movilización de toda la ciudadanía: “no es momento para querellas entre gobierno y oposición. La nación está enfrentando una agresión externa”. Al recordar el artículo que publiqué en Komsomolskaya Pravda, donde describía la operación mediática de desmoralización preparada por los canales occidentales y del Golfo, el ministro alertó a sus conciudadanos sobre el inminente comienzo de dicha operación. Posteriormente desmintió las falacias de los canales del Golfo sobre un supuesto motín en la cuarta división y sobre una serie de explosiones que habrían destruido el cuartel principal de dicha división.

Los canales nacionales sirios han transmitido varias veces por hora las indicaciones necesarias para que los telespectadores sirios puedan captar sus programas a través del satélite Atlantic Bird, en caso de que se interrumpiera su transmisión a través de los satélites ArabSat y NileSat.

En Líbano, Hassan Nasrallah recordó la hermandad de armas existente entre el Hezbollah y Siria, forjada en la lucha contra el expansionismo sionista, y garantizó su respaldo al Ejército Árabe Sirio.

El atentado fue la señal de inicio para la segunda parte de la operación. Los grupos armados infiltrados en la capital se lanzaron al ataque de diversos objetivos, de forma más o menos selectiva. Por ejemplo, un centenar de contras atacaron la casa próxima a mi apartamento al grito de “¡Alá Akbar!”. Un alto responsable militar reside en el lugar. Hubo 10 horas de combate ininterrumpido.

Al caer la noche, el ejército respondía con discreción a los ataques de los contras. Posteriormente, se dio la orden de responder a los atacantes lo más enérgicamente posible.

No se trataba ya de luchar contra terroristas que venían a desestabilizar Siria. La nueva misión era enfrentar una inconfesable invasión extranjera y proteger la patria en peligro.

La aviación entró entonces en acción para destruir las columnas de mercenarios que tratan de alcanzar la capital.

Al final de la mañana, la calma se restablecía progresivamente en la ciudad. Los contras y sus colaboradores se veían obligados a retirarse. Se restablecía la circulación en las carreteras y las grandes arterias y se instalaban barreras para filtrar el tránsito en el centro de la ciudad. La vida volvía a su curso cotidiano, aunque aún podían escucharse disparos aislados en diversos lugares. La mayoría de los comercios permanecían cerrados y largas filas podían verse ante las panaderías.

Se piensa que el “asalto final” pueda tener lugar durante los siguientes días. Pero es indudable que el ejército nacional sirio saldrá nuevamente victorioso ya que tiene a su favor la correlación de fuerzas. Se trata además de un ejército de reclutas que goza del apoyo de la población, e inclusive el respaldo de la oposición política interna.

Conforme a lo previsto, los satélites ArabSat y NileSat desconectaron durante la tarde la señal del canal sirio de televisión Ad-Dounia. La CIA pirateó la cuenta de Ad-Dounia en Twitter para transmitir mensajes falsos que anunciaban una retirada del ejército nacional sirio.

Los canales de televisión del Golfo anunciaron un derrumbe de la moneda siria, como preludio de la supuesta caída del Estado. El gobernador del Banco Central, Adib Mayaleh, se presentó ante las cámaras de la televisión siria para desmentir la nueva intoxicación y confirmar que la tasa de cambio seguía siendo de 68.30 libras sirias por dólar estadunidense.

Se desplegaron refuerzos en los alrededores de la plaza de los Omeyas para proteger los estudios de la televisión estatal, que todos los enemigos de la libertad consideran un objetivo prioritario. Se han instalado estudios auxiliares en el hotel Rosa de Damasco, donde pasan cómodamente su tiempo los observadores de la ONU. La presencia de estos observadores militares de las Naciones Unidas, que no han permitido que el ataque contra la capital interrumpa su ociosidad, sirve de facto de protección a los periodistas sirios que arriesgan sus vidas para mantener informados a sus conciudadanos.

En el Consejo de Seguridad de la ONU, la Federación Rusa y China recurrieron por tercera vez al veto ante una proposición de resolución en la que los países occidentales y las monarquías del Golfo trataban de abrir el camino a una intervención militar internacional. Los representantes de Rusia y China ante el Consejo de Seguridad han denunciado incansablemente la propaganda tendiente a presentar como una revuelta ahogada en sangre lo que en realidad es una agresión exterior contra el Estado sirio.

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Fuente
Contralínea (México)