Amalia García, Fernando Belaunzarán, Purificación Carpinteyro, Manuel Camacho Solís, Armando Ríos Piter y Mario Delgado –legisladores a partir del próximo 1 de septiembre– ni con criterios flexibles podrían ser considerados de izquierda; algunos de ellos fueron defensores de alianzas con el Partido Acción Nacional (PAN) y no se distinguieron por ser oposición de Felipe Calderón, indica el doctor en ciencia política Octavio Rodríguez Araujo. Para el profesor emérito de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), “son los moderados, si queremos ser bondadosos con los calificativos”.

Carlos Antonio Aguirre Rojas, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, señala que “el PRD [Partido de la Revolución Democrática] sigue la lógica perversa y corrupta de la clase política en su conjunto; representa una izquierda institucional y no una de carácter social. El sector de lo que hoy se llama Nueva Izquierda viene del Partido Socialista de los Trabajadores, dirigido por Rafael Aguilar Talamantes, un líder absolutamente oportunista. Jesús Zambrano y Jesús Ortega tienen la misma escuela: utilizan los movimientos sociales para ganar posiciones de poder. Quieren seguir reproduciendo privilegios y canonjías”.

En la próxima Legislatura, el sol azteca tendrá 22 escaños en el Senado de la República y 100 en la Cámara de Diputados. Su alianza con el Partido del Trabajo y el Movimiento Ciudadano lo posicionan como la tercera y segunda fuerza política en el Congreso de la Unión.

Para Rodríguez Araujo, el término de “izquierda” que se le atribuye comunmente al partido amarillo es muy discutible, aunque podría hablarse de un abanico de centro-izquierda: “Nuestra izquierda mexicana me recuerda la expresión usada con la antigua Unión Soviética: ‘el socialismo realmente existente’ que, como dijera Adolfo Sánchez Vázquez, ni era socialismo ni realmente existente. Tal vez, por extensión, podríamos decir lo mismo e irónicamente de la izquierda electoral mexicana: la izquierda realmente existente”.

El deslinde de López Obrador

“Ahora que los perredistas, en su pluralidad de fracciones, hicieron un diagnóstico y creen que Andrés Manuel López Obrador no va a lograr que se limpie la elección ni revertir el resultado de este fraude de 2012, están preparando un claro deslinde. Después del 6 de septiembre, si el Tribunal Electoral [del Poder Judicial de la Federación] dice que todo es legal y que el presidente debe ser Enrique Peña Nieto, ellos se van a separar de Andrés Manuel. Lo forzarán a que se retire de la política o que funde, a través de Morena [Movimiento de Regeneración Nacional], un nuevo partido”, reflexiona el economista, historiador y sociólogo Aguirre Rojas.

En efecto, los próximos legisladores se preparan para un sexenio presidido por el Partido Revolucionario Institucional. La futura diputada perredista Aleyda Alavez indica: “Necesitamos dejar intereses sectoriales del partido para transitar en nuestras agendas. Estamos truncados en esta posibilidad de transformación democrática, a la espera de la resolución que vaya a adoptar el Trife [sic] sobre la Presidencia de la República. Ante eso tenemos que actuar, no voltearnos a ver los ombligos para ver cómo dirimimos los conflictos internos cuando enfrente tenemos problemas mayores. Ante una amenaza velada de imposición, tendremos que fortalecer nuestra participación en la agenda legislativa”.

Fernando Belaunzarán Méndez, diputado plurinominal por la circunscripción 4, es más claro respecto de la previsible aceptación del fallo del Tribunal: “Si llegara Peña Nieto [a la Presidencia de la República], su corona va a estar abollada, no va a tener el control de las Cámaras como él suponía y el tema de la democracia [estará] en el centro de discusión. Es momento de tomar la ofensiva. Pase lo que pase en el Tribunal Electoral, nosotros tenemos que ir con nuestra agenda de transformación. El país no debe continuar como está”.

El investigador Aguirre Rojas considera que “si [los perredistas] realmente fueran de izquierda tendrían que estar tratando de limpiar la inmoralidad de la elección, que se haya dado la compra masiva del voto en esas condiciones”. También, indica, “estarían ideando cómo detener los efectos de la crisis económica y el galopante desempleo. Tratarían de resolver la militarización que se da en Chiapas, así como dar cumplimiento a las demandas del neozapatismo y de todo el Congreso Nacional Indígena para que los Acuerdos de San Andrés sean respetados”.

Sin embargo, los políticos se han concentrado en repartirse las posiciones. Legisladores electos de ese partido aseguran que el proceso fue terso: ahora no hubo disputas porque se busca “recuperar la credibilidad y la confianza de la ciudadanía”. Para ellos, los desacuerdos en 2008 perjudicaron la “imagen” del PRD, por lo que ahora llegan “unidos” a la LXII Legislatura.

La dirigencia se repartió entre las principales corrientes internas: Luis Barbosa, coordinador de los senadores, y Miguel Alonso, vicecoordinador en la Cámara de Diputados (Nueva Izquierda, los Chuchos); Alejandro Sánchez, secretario general del partido, y Dolores Padierna, vicecoordinadora en el Senado (de Izquierda Democrática Nacional, los Bejaranos); Silvano Aureoles, coordinador de la Cámara de Diputados (de Foro Nuevo Sol, los Amalios); y Luis Sánchez, vicepresidente de la Mesa Directiva en la Cámara de Senadores (de Alternativa Democrática Nacional).

“Ésta es una expresión del momento que estamos viviendo: la unidad partidaria como un acto de responsabilidad y de vinculación hacia la sociedad mexicana”, señalaba durante su toma de protesta como coordinador de la bancada, Luis Miguel Gerónimo Barbosa Huerta, senador plurinominal.
Silvano Aureoles Conejo, electo por el estado de Michoacán para ocupar una curul en San Lázaro, vaticina que el PRD no jugará un papel marginal en la próxima Legislatura: “Vamos a poner por encima el interés de México. Vamos a estar a la altura de las circunstancias. No les vamos a fallar a los electores que decidieron votar por nosotros el 1 de julio”.

La agenda legislativa

Las reformas estructurales (energética, hacendaria y laboral) son una ofensiva contra el bienestar de las familias mexicanas: constituyen la entrega del petróleo a la iniciativa privada; el incremento de los impuestos, salvaguardando los intereses de las grandes empresas a quienes no se les toca “ni con el pétalo de una reforma”, y la pérdida de derechos gremiales, considera Alejandro Sánchez Camacho, diputado por el Distrito 21 en Iztapalapa.

“La izquierda debe abordar con énfasis la soberanía energética. Se ha querido hacer una privatización silenciosa en el sector. El petróleo, la luz, el gas natural y los minerales son los productos clave”, dice la diputada Aleida Alavez Ruiz, del Distrito 19 en Iztapalapa.

Otro punto coyuntural es la educación: “al gobierno federal, ya sea del PRI [Partido Revolucionario Institucional] o del PAN, no le interesa la enseñanza pública. Se debe desmilitarizar el presupuesto y dar batalla para que dichos recursos se destinen a la educación. La política del PRD en el Distrito Federal debe llevarse al resto del país; por ejemplo, la entrega de uniformes y útiles escolares gratuitos a nivel básico”, propone Sánchez Camacho, profesor de carrera, antropólogo e historiador. Derechos humanos, género y apoyo al campo, otros tópicos que resalta.

Para Belaunzarán Méndez la prioridad son “los medios de comunicación y la democracia [que] necesitan pesos y contrapesos”. La democratización de los medios implicaría la constitución de un ombudsman que garantice el derecho de las audiencias y la digitalización y competencia en la televisión pública y privada. Además, una reforma electoral que actualice las sanciones aplicables en la materia, y en la que se considere la segunda vuelta, los gobiernos de coalición y la fiscalización simultánea.

—¿Cuál fue la discrepancia en 2008 entre López Obrador y los Chuchos? –se le pregunta a Belaunzarán.

—Había dos propuestas: impulsar la agenda legislativa [en el contexto del fraude electoral de 2006] o la posición de Andrés Manuel de contrastar, oponerse y bloquear cualquier acuerdo en las Cámaras porque, según él, se favorecía al régimen. Ya lo había dicho el 1 de diciembre de 2006: ‘no habrá normalidad política’. Pensaba que de alguna manera podía hacer que Calderón no terminara su gobierno. Ése es el origen de la división del PRD y tiene su punto más crítico en la elección de presidente nacional entre Jesús Ortega y Alejandro Encinas. En 2009 pagamos los costos de la división ambas partes. Ahora, en este proceso electoral, las claves de nuestro éxito fueron la unidad, la moderación de Andrés Manuel, yo digo que tiene un proceso de achuchamiento porque toma las tesis de Nueva Izquierda, y el voto de quienes querían un cambio, pero no el regreso del PRI.

Alejandro Sánchez concluye: “Nuestros conflictos internos mandaban un mensaje desalentador que transmitía desconfianza a los ciudadanos. En 2009 perdimos mucha preferencia electoral. En 2012, todos llegamos con una lección: la división interna a quien daña es al partido, pero principalmente a los ciudadanos. La lección ha sido amarga. El costo fue muy alto. En este proceso electoral del 1 de julio se consiguió un andamiaje que dio gobernabilidad. Tenemos más de 100 diputados y senadores federales, el Distrito Federal, Tabasco y Morelos. La fórmula es muy sencilla, construir consensos y acuerdos a pesar de las diferencias”.

Fuente
Contralínea (México)