Millones de kurdos, al observar la reunión del Movimiento de No Alineados (MNA) en Teherán durante la semana pasad, deben haber pensado: “¿Y nosotros? ¿Qué pasa con nuestra futura nación no alineada? Deberíamos estar presentes. Tal vez la próxima vez…” Podría ser que los kurdos –quienes admiten su fama por las disputas internas– estén finalmente poniéndose de acuerdo entre ellos; después de todo podría la historia podría determinar, casi un siglo después de la Primera Guerra Mundial, las consecuencias que representaron un gran golpe para los kurdos. Es la última oportunidad para la emergencia de un Gran Kurdistán.

Después de que los dos partidos kurdos sirios llegaron al acuerdo –confirmado por el presidente del Kurdistán iraquí, Masoud Barzani– de dirigir conjuntamente el noreste de Siria, los partidos kurdos de Irán también se están uniendo.

Mientras tanto, Ankara se comporta como un pollo sin cabeza

Los kurdos prestan atención cuidadosamente a la forma en que Ankara decidió boicotear el MNA a pesar de que el presidente turco Abdullah Gul fue invitado personalmente por el presidente de Irán Mahmud Ahmadineyad, y el presidente de Egipto, Mohamed Mursi, propuso un grupo de contacto para Siria –Turquía, Egipto, Arabia Saudí e Irán– para tratar de resolver la tragedia siria.

Esto significa que Egipto –bajo un presidente de la Hermandad Musulmana– privilegia la mediación en una guerra civil en de otro país árabe, mientras Turquía continúa con una daltónica estrategia de cambio de régimen que solo será posible con una zona de exclusión aérea de la OTAN (que no tendrá lugar).

Por lo tanto la pregunta urgente de los kurdos será cómo beneficiarse de cada acción de Ankara.

Y el ganador es… Israel

Ni siquiera la opinión pública turca sabe cuáles son exactamente los contornos de la política de Ankara respecto a Siria, aparte del cambio de régimen. El presidente Gul afirma que Damasco arma a las guerrillas del PKK (no hay ninguna prueba), y eso sería un casus belli.

Damasco, por su parte, no quiere una guerra con Turquía.

El ministro turco de Exteriores, Ahmet Davutoglu –el mismo de la difunta doctrina “cero problemas con nuestros vecinos”– sigue ajustándose a la línea de que el país no podría aceptar más de 100.000 refugiados sirios (ya hay 70.000 y siguen aumentando); si fuera así algún indefinido “refugio seguro” tendría que instalarse en territorio sirio. El jueves de esta semana, Ankara insistirá en las complejidades de una crisis de refugiados en una reunión a nivel ministerial en la ONU.

Ankara ha acusado insistentemente a Damasco y Teherán de apoyar a guerrillas del PKK activas en Anatolia y en las porosas áreas fronterizas. Sin embargo, al mismo tiempo, Ankara ha desarrollado una narrativa bastante reservada; Turquía, una vez más, se alinea con la estrategia de Israel (el incidente del Mavi Marmara ya es cosa del pasado).

Massoud Barzani: Izando la bandera kurda

Tel Aviv apuesta ávidamente a que Ankara se convierta en la potencia hegemónica regional en el evento –aún confuso– de una Siria post-Asad. Como Israel ha estado profundamente infiltrado en el Kurdistán iraquí durante años, con muy buenas conexiones –el Mossad lo utiliza como base operacional contra Siria e Irán– esto se manipulará como una carta de cambio para seducir a Ankara.

Mientras tanto, en Siria, la bandera roja, verde y amarilla kurda ondea ahora en sitios como Girke Lege, solo a 35 kilómetros de la frontera iraquí y a 15 kilómetros de la frontera turca. Más de tres millones de kurdos sirios ven ahora una oportunidad ideal para revertir la política oficial de arabización del Partido Baaz.

El presidente del PYD kurdo (Partido de Unión Democrática), Salah Muslim, niega con vehemencia que exista un acuerdo tácito con el gobierno de Bashar al-Asad. Pero en los hechos existe: mientras los kurdos sirios no ataquen a las fuerzas de Damasco, pueden hacer lo que quieran en el Kurdistán Occidental/Sirio, que por ahora asume los contornos de una región autónoma.

La secretaria de Estado de EE.UU. Hillary Clinton, a propósito, ya ha transmitido el mensaje a Ankara; incluso en una Siria post-Asad, esto debe verse como un hecho palpable. Y sucede que encaja con la ofensiva de seducción de Israel entre los kurdos subrayando que sería su agenda común.

¿Qué puede hacer entonces Ankara? ¿Invadir? La reacción kurda podría ser devastadora

A pesar de rumores oficiales, las opciones turcas para invadir Kurdistán Occidental/Sirio no son exactamente brillantes. La moral del ejército turco es baja después de la purga de varios altos kemalistas. Más de 60 generales están en prisión, acusados de conspirar para perpetrar un golpe, y algunos oficiales de menor rango podrían tratar de volver hacerlo. Conscriptos alevíes y kurdos se negarán a combatir en una guerra incitada por el AKP. Y la economía turca –para no hablar del turismo– inevitablemente se irá al diablo.

¿Hay un líder en esta situación?

Se puede imaginar que las confabulaciones políticas del presidente Barzani del Gobierno Regional de Kurdistán (KRG), serán suficientes para hacer que abrace al Ángel de la Historia, y se ponga a la altura de las circunstancias.

Ciertamente quiere un Gran Kurdistán independiente de árabes, persas y turcos. Pero para que eso ocurra en una escala grandiosa tendría que conducirse como un unificador, no solo alguien que comparte el poder dentro de Kurdistán iraquí, sino también que logre dirigir las conflictivas aspiraciones kurdas en Siria, Irán y Turquía. Esto implica una tendencia visionaria y una tremenda habilidad diplomática.

Lo que es seguro es que Washington y Tel Aviv participan; esto implica que Bruselas seguirá tarde o temprano. Los BRICS Rusia y China no están exactamente en contra. Existen dos posibilidades. Un Gran Kurdistán forjado como modelo para Medio Oriente, en términos de una entidad progresista, secular, dinámica, respetuosa de las minorías religiosos. U otro secuaz occidental.

Está estallando un gran volcán geopolítico. Es seguro que Ankara no ha analizado las repercusiones de armar a los suníes sirios solo para que las armas vuelvan a Turquía para ser utilizadas por el PKK contra Ankara.

Este análisis antiimperialista puede ser muy útil para comprender la dinámica kurda. Pero el asunto no termina ahí.

Jeremy Salt, profesor de Historia y Política de Medio Oriente en la Universidad Bilkent, Ankara, y autor de The Unmaking of the Middle East, en una conversación con Claudio Gallo editor de noticias del mundo de La Stampa, lo resumió claramente:

“En 1918 las potencias imperiales dividieron Medio Oriente de una cierta manera apropiada a sus intereses de la época. Ahora vuelven a reestructurarlo, y de nuevo según conviene a sus intereses. No es por coincidencia que este programa encaje con la propia planificación estratégica a largo plazo de Israel. Rusia y China se dan cuenta perfectamente de lo que está sucediendo, por eso la actual situación puede verse como una extensión en el Siglo XXI de la ‘cuestión oriental’ o del ‘Gran Juego’ entre Rusia y Gran Bretaña”.

Que no quepa duda; cada día es más probabla que una consecuencia accidental –o más bien planeada– de este remix del Gran Juego sea la emergencia del Gran Kurdistán.

Fuente: Al Jazeera, 02 de septiembre de 2012.
Traducido del inglés por Germán Leyens.