Vigo, España. En la agonía de su gobierno, Felipe Calderón cumplirá con los astilleros de Galicia una promesa hecha en España hace cinco años por su amigo y excolaborador Juan Camilo Mouriño, nacido en España el 1 de agosto de 1971 y muerto en México el 4 de noviembre de 2008, en un “accidente” aéreo.

Un año antes de su fallecimiento, en julio de 2007, el entonces jefe de la Oficina de la Presidencia de la República se comprometió ante empresarios gallegos a beneficiarlos con el otorgamiento de contratos del sector público, en específico de Petróleos Mexicanos (Pemex), para la construcción de buques.

Cinco años después y a dos meses de concluir su administración, Calderón ordenó al director general de Pemex, Juan José Suárez Coppel, concretar la firma de dos contratos con los astilleros de Galicia para la construcción de un par de buques-hotel. El objetivo de esta compra: hospedar a trabajadores de plataformas petroleras marítimas, uno con la empresa privada más importante de España en ese sector, Hijos de J Barreras, SA, con sede en la ciudad de Vigo, y otro con la naviera estatal Navantía Ferrol, ubicada en Santiago de Compostela y que ha sido acusada por supuestos actos de soborno y chantaje a funcionarios del gobierno de Venezuela.

Por el monto involucrado en la operación, 290 millones de euros (377 millones de dólares) por los dos buques, Pemex debió convocar a licitación pública internacional ambos contratos, como lo establecen las leyes mexicanas; sin embargo, para cumplir la orden que salió de la Presidencia de la República de beneficiar a los astilleros españoles, dichos contratos se asignaron directamente como lo prometió Juan Camilo Mouriño.

Para evadir la ley que obliga a todos los servidores públicos a licitar la asignación de contratos, entre Los Pinos y Pemex fraguaron un montaje para que fuera su brazo comercial, Petróleos Mexicanos Internacional (PMI Comercio Internacional), el que los firmara. Así, la paraestatal quedaría exenta de responsabilidad.

Sin embargo, obligado a cumplir los caprichos de Calderón y, sobre todo, temeroso ante las investigaciones y probables sanciones que pueda aplicarle el nuevo gobierno por realizar compras irregulares multimillonarias con cargo al erario, el director general de Pemex buscó un encuentro con el priísta Enrique Peña Nieto para explicarle la situación y tratar de deslindarse de su responsabilidad.

Así, el próximo presidente de México ya se encuentra al tanto de los contratos firmados con los astilleros gallegos y cuyas negociaciones las inició hace cinco años el fallecido Juan Camilo Mouriño. Ahora, antes de dejar el gobierno, Felipe Calderón las concreta.

La referencia de aquella promesa de Juan Camilo con sus paisanos quedó publicada el 18 de julio de 2007 en el diario La Voz de Galicia, en donde se informa que “durante una fugaz estancia en esa provincia española, Juan Camilo Mouriño, de origen gallego, ofreció a los dueños de varios astilleros un pedido masivo de buques pesqueros, petroleros y de todo tipo de embarcaciones, para renovar la flota marítima a cargo del gobierno federal”.

La monumental compra que una operación de esa naturaleza implicaba –declaró a la prensa española el entonces jefe de la Oficina de la Presidencia de México– se realizaría a cambio de transferencia de tecnología y de la inversión extranjera directa que, un año antes de la crisis global, simplemente se daban el lujo de escoger minuciosamente a sus clientes.

Es esa aportación tecnológica de los astilleros de Galicia la que ahora se plantearía con la promesa de adquirir otros 14 buquetanques para Pemex, siete construidos en los astilleros gallegos y los otros siete se armarían en astilleros mexicanos con tecnología de Galicia.

En 2007, el trabajo y los contratos en los astilleros gallegos sobraba y los precios de los buques se encontraban en una espiral alcista, que alcanzó su nivel máximo histórico en el primer semestre de 2008, cuando China infló el mercado marítimo mundial al comprar barcos para apuntalar su (hasta entonces) imparable crecimiento económico superior a dos dígitos.

Tras la debacle financiera desatada en Estados Unidos con la quiebra de Lehman Brothers, en 2009, los precios de los buques se desplomaron ante la escasa demanda de empresas petroleras. La desaceleración económica y la resaca crediticia habían llegado y con ello se hizo presente el riesgo sistémico que ronda desde entonces a economías frágiles como la española, la portuguesa, la griega y la irlandesa.

Fue entonces que comenzó la crisis para los astilleros españoles que, profundamente endeudados y sin órdenes de trabajo, tuvieron que demandar ante los tribunales el concurso mercantil de sus pasivos. Ello para garantizar su sobrevivencia y con ella la paz social, al poner en riesgo los sueldos de miles de trabajadores de la industria del metal, según los alegatos presentados ante los juzgados de España especializados en procesos de cesación de pagos.

Según el director financiero de la naviera Hijos de J Barreras, Juan González, en Vigo la enorme deuda de esta empresa que estaba en concurso mercantil y que ascendía a unos 100 millones de euros se acaba de renegociar y ha salido del concurso mercantil, al obtener una quita de aproximadamente el 80 por ciento, por lo que los 2 mil empleados de este astillero pueden volver a respirar tranquilos, ya que después de un año y medio de estar parados los trabajos, el contrato con Pemex para la construcción de un buque-hotel permitirá reactivar el empleo para los próximos tres años.

El directivo de esta naviera privada, una de las más importantes en Europa, se disculpa de que no pueda hablar del contrato con Pemex porque “fue una petición de los funcionarios de esa empresa de gobierno”, y obligaron a J Barreras a firmar un acuerdo de confidencialidad para evitar que tanto en México como en España se conociera el contenido de los contratos y el compromiso que se asume.

Mientras el gobierno mexicano oculta la información, el presidente español, Mariano Rajoy, declaró a la prensa que “el gobierno español no tenía inconveniente en que se conociera la letra pequeña de esos contratos”; sin embargo, en Pemex opinan distinto y no sólo han ocultado la información de los mismos, sino que niegan su existencia.

Fuentes de PMI en Madrid aceptaron que esa filial de Pemex sí firmó los contratos y reconocen que fue por instrucciones de México que se pactó un acuerdo de confidencialidad para evitar que la opinión pública tenga acceso a las condiciones de los mismos, sin importar que se pague con dinero público. Los contratos fueron firmados por el representante de PMI en España, José Manuel Carrera, y fueron testigos dos asesores jurídicos de Pemex.

Políticos, empresarios y trabajadores gallegos, una comunidad autónoma española, esperan los contratos largamente anunciados por PMI Comercio Internacional. Para ellos, es Pemex y no una compañía privada la entidad que les ha firmado los contratos, en principio, por más de 380 millones de dólares, y hasta el desarrollo de un centro logístico en sus costas después de que en la Coruña, en el puerto de Langosteira, se adjudicó a Pemex la explotación de esa terminal durante los próximos 35 años, para el mejoramiento del petróleo.

En México, el titular de Pemex Exploración y Producción (PEP), Carlos Morales, rechazó que la paraestatal hubiera firmado un contrato con dos compañías gallegas para la construcción de dos buques habitacionales o floteles, lo cual es falso, pues aunque la firma no fue directamente de Pemex directamente, sí es por parte de funcionarios de su filial PMI.

Según el titular de PEP, Pemex sólo consultó y solicitó cotizaciones con 21 empresas internacionales, con el propósito de obtener los mejores precios para la compra de dos plataformas marinas habitacionales. Lo que es un hecho, es que Pemex necesita esos floteles para albergar a unos 17 mil trabajadores, cuyo hospedaje le cuesta a la paraestatal 1 mil 400 pesos diarios por petrolero.

Entre esas 21 empresas privadas “se encuentra PMI Comercio Internacional”, entidad que eventualmente habría firmado esos contratos con el gobierno de Galicia, dice Morales en un tono de deslinde de las responsabilidades de la paraestatal frente a los astilleros gallegos.

La agencia española EFE, reportó que el 8 de octubre llegaron a México ingenieros y representantes de los astilleros gallegos Barreras y Navantía, para afinar los detalles de los contratos y seguir las pláticas para la construcción de otros 14 buquetanques para Pemex.

En España, el presidente Rajoy asegura que no hay eventualidad en los acuerdos: “La firma de dos contratos con la empresa pública mexicana, Pemex, ha sido un balón de oxígeno para el sector naval gallego, que pasa por dificultades. Y además ha sido el prólogo de nuevos contratos que sin duda habrá, y pronto, en el futuro”.

En ese mismo contexto, el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, recibió una amonestación de su Congreso por utilizar con fines político-electorales el anuncio del contrato con Pemex y los astilleros gallegos.

Contratos en mano, miles de trabajadores gallegos ya no se preguntan si Pemex miente, si los políticos del Partido Popular en el poder también mienten o si todo ha sido una cruel promesa para estimular los votos, pues el legajo de al menos 40 páginas que contiene los términos de un contrato firmado por PMI y los astilleros Navantía y Barreras se ha convertido en la respuesta a todas las preguntas aquí en Vigo.

De hecho, al presidente del Comité de Empresa del astillero Barreras, Sergio Gálvez, asegura que le fue mostrado el contrato que Pemex, por conducto de su filial PMI, firmó con esa empresa. Por eso los ingenieros de Barreras ya empezaron con la planeación del millonario buque-hotel.

Para otro de los líderes de trabajadores navieros, aquí en Vigo, Diego Atanes Dacal, secretario general de la Unión General de Trabajadores (UGT) de Vigo, el anuncio de los contratos con Pemex hecho en Santiago de Compostela el pasado 19 de septiembre, ante la presencia de empresarios navieros y políticos de la región, ha sido utilizado políticamente para que el Partido Popular de derecha se mantenga en el poder ante la cercanía del proceso electoral del 21 de octubre, en donde se elegirá al presidente de la Xunta de Galicia, en la cual Núñez Feijóo quiere reelegirse.

Atanes considera sospechoso y perverso que se mantengan ocultos los contratos ante el argumento de haber firmado supuestos acuerdos de confidencialidad. “Sé que existen los contratos porque hablé con Sergio Gálvez, quien es miembro de nuestra organización UGT, y me confirmó que los dueños del astillero Barreras le mostraron el contrato y él lo tuvo en sus manos unos instantes, por lo que pudo mirar la carátula y las firmas de los funcionarios de Pemex y los directivos de Barreras. Pero a los trabajadores aún no nos entregan una copia”.

A los líderes sindicales de la industria del metal, como llaman en Galicia a la construcción de buques, no les cabe en la cabeza que sus buques no constituyan la compra final de Pemex. Y mientras en Galicia se preparan planos, se compran insumos y miles de trabajadores que han visto reducir sus salarios hasta en un 50 por ciento piensan que finalmente recuperarán sus ingresos, en México siguen negando que los contratos estén amarrados.

La palabra empeñada de Mouriño

Cinco años después de aquella promesa hecha por el extinto Juan Camilo Mouriño, el amigo más cercano de Felipe Calderón, el presidente español, Mariano Rajoy, y el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, viajaron a México por aquella palabra empeñada y por el cumplimiento de las promesas esgrimidas por quien fuera el hijo pródigo de Galicia, Juan Camilo, quien a los seis años de edad viajó a México con su padre Carlos Mouriño Atanes en busca de fortuna. Este último se desempeña ahora como presidente del Grupo Energético del Sureste y del club deportivo español Celta de Vigo.

Aunque ahora radica en su natal Vigo, Carlos Mouriño forjó su fortuna hace varias décadas en la ciudad de Campeche, México, en donde trabó amistad con políticos priístas y panistas (por si acaso). En la década de 1980, se hizo de la propiedad de una cadena de gasolineras con un crecimiento exponencial, así como de una distribuidora de diésel marino y otra de Mexicana de Lubricantes (Mexlub).

Aquel emigrante gallego que dejó España para conquistar México –luego de que la empresa que dirigía, Nautronica, enfrentara serios problemas de liquidez–, y después de varios fracasos como emprendedor en el sector automotriz, se convirtió en Campeche en un próspero hombre de negocios al amparo de las concesiones de servicios que otorga Pemex.

Hoy en Vigo, Carlos Mouriño asienta gran parte de su influencia empresarial y es también en esta ciudad en donde tiene su sede y operaciones el astillero Barreras, que junto con la estatal Navantías comparte el contrato por 290 millones de euros.

El Grupo Energético del Sureste se ostenta en Vigo como una empresa inversora que cuenta con cuatro fábricas, dos oficinas y dos locales de restauración, mientras que en México es propietaria del edificio más alto del puerto de Campeche, tiene 48 gasolineras, 58 locales de tiendas de conveniencia y franquicias de todo tipo.

La visión de los Mouriño no se aparta del mercado de los astilleros, que en Vigo está a punto de resurgir gracias al millonario contrato asignado directamente por Pemex.

En una entrevista con la publicación Faro de Vigo, el padre de Juan Camilo declaró que luego de cerrar la venta de una empresa de caldería pesada (Gandara Censa) al grupo China International Trust and Investment Company, estaría pensando en proponer a los asiáticos nuevos negocios en la industria naviera de Vigo.

“Desde mi punto de vista, el negocio más interesante estaría relacionado con todo lo que tiene que ver con la ingeniería naval, con los astilleros. Creo que ése es un mercado de un potencial tremendo”, dijo Carlos Mouriño.

De ese “gran potencial” que tienen los astilleros gallegos, será el gobierno de Calderón y no el de China el que los rescatará de la aguda crisis por la que atraviesan, en medio de una total sequía crediticia para la industria naval. Por eso PMI Comercio Internacional garantiza a Galicia el financiamiento completo para reactivar la planta productiva y laboral de esa región española.

Tanto Navantías como Barreras han buscado la capitalización de sus operaciones y se ha deslizado en España la participación de nuevos accionistas gallegos; en el caso de Barreras, la nueva inversión ascendería a unos 10 millones de euros.

Fuente
Contralínea (México)