Jamal, un comerciante de Gaza, había salido de su casa en la mañana del domingo cuando un potente misil teledirigido israelí de precisión cayó sobre su casa exterminando a toda su familia de 9 personas entre las que se hallaban 4 niños de 2 a 6 años. Tres generaciones barridas en un instante.

Sólo en la franja de Gaza, los israelíes han matado en 10 años más de 5 000 palestinos. De esas 5 000 víctimas mortales palestinas, 1 200 encontraron la muerte en 2009. Otros 2 000 palestinos han sido abatidos por los israelíes en Cisjordania. De los 70 000 palestinos secuestrados, más de 6 000, entre los que se cuentan 400 niños, siguen encarcelados. Un precio muy elevado cuando se sabe que la población de los territorios palestinos es de 5,5 millones de personas.

Pero si la muerte se ceba en el ghetto de Gaza y el de Cisjordania, encerrados tras un muro de 750 kilómetros, no es sólo gracias a los ataques militares israelíes. Todos los días mueren palestinos por causa de la pobreza, de la escasez de alimentos, de agua potable y de medicamentos. La alternativa que se plantea es desaparecer o resistir.

Y los palestinos resisten, reclamando su derecho al Estado libre y soberano que, según la decisión de las Naciones Unidas, debió haber nacido hace 64 años junto al Estado israelí.

En términos militares, el armamento palestino equivale al de alguien que se encuentra bajo el fuego de un fusil de precisión dotado de una mirilla telescópica y trata de defenderse disparándole un cohete de fuego artificial.

Siguiendo el ejemplo de Washington, la Unión Europea condena sin embargo «los disparos de cohetes por parte del Hamas y de otras facciones, que han desencadenado esta crisis». Y el ministro italiano de Relaciones Exteriores, Giulio Terzi di Sant’Agata, quien confunde los cohetes con misiles, subraya que son «los disparos de misiles el origen de la crisis» y que «la limitación de la fuerza por parte de Israel debe basarse en la certeza absoluta de que los disparos de misiles no se repitan». Una versión que, si no fuera por lo trágico de los acontecimientos, resultaría grotesca.

La nueva crisis, desencadenada por Tel Aviv de manera totalmente voluntaria con el asesinato en Gaza del comandante militar del Hamas, es parte de la estrategia del eje OTAN-Israel. Mientras los gobernantes estadounidenses y europeos asumen en la escena internacional el papel de moderados que buscan una solución pacífica al conflicto, la OTAN apoya más y más a las fuerzas militares israelíes.

No es por casualidad que el ataque contra Gaza comenzó el 14 de noviembre, el mismo día que concluía en Israel la gran maniobra conjunta Austere Challenge 2012, con la participación de 3 500 especialistas militares estadounidenses.

Mientras tanto, en el cielo de Cerdeña se intensificaban, según diversos testimonios, las maniobras con la participación de los caza-bombarderos israelíes que utilizan la base de Decimomannu. En Cerdeña, explica un piloto, disponemos de un área más grande que todo el territorio de Israel. Y la fuerza aérea israelí dispondrá dentro de poco de 30 aviones M-346 de entrenamiento militar avanzado proporcionados por [la empresa italiana] Alenia Aermacchi. Así que las incursiones contra la franja de Gaza se harán todavía más mortíferas. Todo ello forma parte del fortalecimiento de la máquina de guerra de la OTAN en la zona mediterránea.

Y desde Estados Unidos están llegando más unidades navales y aéreas para las fuerzas especiales, unidades que operarán desde bases situadas tanto en la costa norte del Mediterráneo (sobre todo desde Sigonella) como en la costa sur (en Libia y otros países). Todo eso sucede en momentos en que el Pentágono anuncia que se necesitan 75 000 hombres para enviarlos a Siria, oficialmente para apoderarse de las armas químicas antes de que caigan en manos del Hezbollah.

El incendio de Gaza se extiende, empujado por el mismo Viento del Oeste.

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