La descomposición de la oposición siria armada refleja los conflictos entre los países que tratan de imponer el “cambio de régimen” en Damasco.

El componente más mencionado es el Consejo Nacional Sirio (CNS), conocido también como Consejo de Estambul por haberse constituido en esa ciudad turca, controlado con mano de hierro por la Dirección General de Seguridad Exterior francesa (que funge como servicio de inteligencia exterior) y que es financiado por Catar. Sus miembros, a los que se ha otorgado el derecho a residir en Francia así como otras prerrogativas, se hallan bajo la presión permanente de los servicios secretos, que les dictan hasta sus menores declaraciones.

Los Comités Locales de Coordinación (CLC) representan, en el territorio, a los civiles que apoyan la lucha armada.

Y, finalmente, el Ejército Sirio Libre (ESL), controlado sobre todo por Turquía, al que pertenecen la mayoría de los combatientes, incluidas las brigadas de Al Qaeda. El 80 por ciento de sus unidades reconocen como su jefe espiritual al jeque takfirista Adnan Al-Arour, que reside en Arabia Saudita.

En un intento de recuperar el liderazgo y poner algo de orden en toda esta confusión, Washington orientó a la Liga Árabe la convocatoria de una reunión en Doha, torpedeó el CNS y obligó al mayor número posible de grupúsculos a integrar una estructura única: la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Siria. Entre bambalinas, fue el embajador estadunidense Robert S Ford quien distribuyó personalmente los puestos y prebendas. Al final, el embajador Ford impuso como presidente de la Coalición a una personalidad que nunca antes había sido mencionada en la prensa: el jeque Ahmad Moaz Al-Khatib.

Robert S Ford está considerado como el principal especialista de Oriente Medio en el Departamento de Estado de Estados Unidos. Fue el asistente de John Negroponte de 2004 a 2006, cuando el conocido jefe de espías aplicó en Irak el método que había elaborado en Honduras: el uso intensivo de escuadrones de la muerte y Contras. Poco antes del comienzo de los incidentes en Siria, el presidente Barack Obama lo nombró embajador en Damasco, cargo que asumió a pesar de la oposición de la Cámara de Senadores de Estados Unidos. Ya en Siria, Robert S Ford puso inmediatamente en aplicación el método de Negroponte, con los resultados que ya conocemos.

Si bien la creación de la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Siria –o Coalición Nacional Siria– confirma que Washington retoma el control de la oposición armada, ese acto en sí mismo no resuelve el problema de su representatividad. Varios componentes del ESL rápidamente expresaron su desacuerdo con ella. Lo principal es que la Coalición excluye de sus filas a la oposición contraria a la lucha armada, como la Coordinación Nacional por el Cambio Democrático, de Haytham al-Manna.

La designación del jeque Ahmad Moaz al-Khatib como presidente de la Coalición responde a la necesidad de guardar las apariencias: para obtener el reconocimiento de los combatientes, el presidente de la Coalición tenía que ser un religioso, pero para que fuera admitido por los occidentales, tenía que parecer un moderado. Lo más importante es que, en este periodo de intensas negociaciones, había que poner como presidente a alguien que tuviera sólidos conocimientos para discutir sobre el futuro del gas sirio… Aunque de eso no se habla en público.

Rápidamente, los especialistas estadunidenses en relaciones públicas modificaron la apariencia del jeque Ahmad Moaz al-Khatib al meterlo en un traje de pantalón y chaqueta sin corbata. Varios medios de prensa ya lo presentan como un líder “modelo”. Por ejemplo, un importante diario estadunidense se refiere a él como “un producto único de su cultura, como Aung San Suu Kyi, en Birmania” (editorial del Christian Science Monitor, “A model leader for Syria?”, 14 de noviembre de 2012).

Veamos el retrato que hace de este personaje la Agence France Presse (AFP):

“Jeque Ahmad Moaz al-Khatib, el hombre del consenso. Nacido en 1960, el jeque Ahmad Moaz al-Khatib es un religioso moderado que fue por un tiempo imam de la Mezquita de los Omeyas de Damasco y no pertenece a ningún partido político.

“Esa independencia, y su proximidad con Riad Seif (gestor de la iniciativa de una coalición ampliada), lo convirtieron en un candidato de consenso a la dirección de la oposición.

“Surgido del islam sufista, este dignatario religioso –que ha estudiado relaciones internacionales y diplomacia– no está vinculado ni a los Hermanos Musulmanes ni a ninguna fuerza de oposición islamista.

“Arrestado en varias ocasiones en 2012 por haber llamado públicamente a la caída del régimen de Damasco, se le prohibió hacer uso de la palabra en las mezquitas por orden de las autoridades y encontró refugio en Catar.

“Originario del propio Damasco, desempeñó un papel decisivo en la movilización en la periferia de la capital, sobre todo en Duma, muy activa desde el comienzo de la movilización pacífica en marzo de 2011.”

“El jeque al-Khatib es una figura de consenso que goza de un verdadero apoyo popular en el territorio”, subraya Khaled al-Zeini, miembro del Consejo Nacional Sirio” (AFP, “Un religieux, un ex-député et une femme à la tête de l’opposition syrienne”, 12 de noviembre de 2012).

La verdad es muy diferente

No existe ningún indicio de que el jeque Ahmad Moaz al-Khatib haya estudiado alguna vez nada parecido a relaciones internacionales y diplomacia.

Pero sí está comprobado que es ingeniero en geofísica y que trabajó durante 6 años para la al-Furat Petroleum Company (desde 1985 hasta 1991). Ésa es una empresa conjunta (joint-venture) entre la compañía nacional y varias compañías extranjeras, entre ellas la anglo-holandesa Shell, con la que se mantuvo vinculado.

En 1992 heredó de su padre, el jeque Mohammed Abu al-Faraj al-Khatib, el prestigioso cargo de predicador en la Mezquita de los Omeyas. Fue rápidamente apartado de esa función y se le prohibió predicar en territorio sirio. Pero eso no fue en 2012 ni tuvo nada que ver con la actual situación, sino que sucedió hace 20 años, en tiempos de Hafez al-Assad. En aquel momento, Siria apoyaba la intervención internacional para liberar Kuwait, tanto por respeto al derecho internacional como para deshacerse del rival iraquí y acercarse a Occidente. Pero el jeque se opuso a la Operación Tormenta del Desierto por motivos religiosos que eran los mismos que proclamaba Osama bin Laden –cuyas ideas servían por entonces de inspiración al ahora presidente de la Coalición– específicamente en cuanto al rechazo de la presencia occidental en la tierra de Arabia, considerada un sacrilegio. Todo ello condujo al jeque Ahmad Moaz al-Khatib a proferir una serie de arengas antisemitas y antioccidentales que motivaron su destitución.

Después de aquello, el jeque se dedicó a la enseñanza religiosa, principalmente en el Instituto Neerlandés de Damasco; realizó numerosos viajes al extranjero, en particular a los Países Bajos, Gran Bretaña y Estados Unidos. Finalmente, se instaló en Catar.

Entre 2003 y 2004, volvió a Siria como cabildero del grupo Shell en momentos de la atribución de concesiones para la prospección de petróleo y gas.

A principios de 2012, regresó nuevamente a Siria, donde encendió la protesta en el barrio de Duma (en la periferia de Damasco). Arrestado y posteriormente amnistiado, salió del país en julio para instalarse en El Cairo, Egipto.

Su familia es de tradición sufista. Sin embargo, contrariamente a las afirmaciones de AFP, el jeque Ahmad Moaz al-Khatib es miembro de la Hermandad Musulmana, y por cierto no dejó de mostrarlo al final del discurso de investidura en Doha. Al seguir la técnica habitual de la Hermandad Musulmana, el jeque no sólo adapta la forma sino también el fondo de sus discursos al auditorio que tiene delante. Se dice a veces favorable a una sociedad multirreligiosa, pero en otras se pronuncia por la implantación de la Sharia (código de conducta islámico). En sus escritos, sin embargo, califica a las personas de religión judía como “enemigos de Dios” y a los musulmanes chiítas de “herejes rechazantes”, calificativos que equivalen a condenarlos a muerte.

En definitiva, el embajador Robert S Ford logró una buena jugada. Estados Unidos embauca nuevamente a sus aliados. Al igual que en Libia, Francia ha asumido todos los riesgos, pero en la gran repartición que pudiera producirse, al final no obtendrá ninguna concesión ventajosa.

Fuente
Contralínea (México)