13. enero, 2013 Jorge Melendez Preciado Opinión

En ese último se lee: es indispensable “la transformación profunda […] que permita romper las condiciones de reproducción de la desigualdad social y afirmar las bases para un desarrollo con justicia y democracia”.

Entre quienes elaboraron el diagnóstico están dos exsecretarios de Educación Pública: José Ángel Pescador y Fernando Solana, quien también ocupó el cargo de secretario general de la UNAM en la época de Javier Barrios Sierra. Para los autores es necesario abatir el analfabetismo, exaltar los valores cívicos y laicos. Algo importante ahora que los clérigos están al acecho, dada la religiosidad de la pareja en Los Pinos: Enrique y Angélica, conocida como la Gaviota.

Por su parte, la iniciativa peñista tiene varios rubros, aunque uno inicial: saber cuántas aulas, maestros y alumnos tenemos en el país. Algo tan elemental que no se conoce, porque en la nefasta era panista la educación –y otros asuntos del gobierno– se dejó en manos de Elba Esther Gordillo; el poder, en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y en organizaciones que se presentan como independientes y hasta beligerantes en el contexto social.

El Estado debe tener la rectoría de la educación, amén de contar con un sistema profesional docente en el que las promociones (escalafón) sean para los más aptos y no para los más cercanos a los líderes o, peor, para quienes se dedican a la política, sobre todo en tiempos electorales: el SNTE tiene un grupo de miles, que entre sus variadas labores inducen el voto y cuidan las urnas.

Otro planteamiento es que exista un sistema de evaluación en todos los órdenes; para esto habrá un organismo autónomo, con patrimonio propio, integrado por cinco miembros propuestos por el Poder Ejecutivo y seleccionados por la Cámara de Senadores, como se hace con algunas instituciones muy conocidas en el país.

Se busca que haya 40 mil escuelas de tiempo completo, con jornadas estudiantiles de 6 a 8 horas diarias.

Una medida que se votará para incluirse en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es que se impedirá la venta de refrescos y productos chatarra en las escuelas. La propuesta es importante porque los índices de obesidad en nuestros niños y jóvenes son de los más altos en el mundo. Pero algunos comentaristas, como Jorge Alcocer, les parece inaceptable introducirlo en nuestra Carta Magna. Tienen razón: hay cuestiones que no deben estar en el texto más importante que existe. Lo mejor es que en las cooperativas escolares haya alimentos sanos y evitar que en los alrededores de las escuelas prolifere la venta de esos productos chatarra.

Y aquí hay un hueco en las propuestas conocidas. Ninguna se refiere a un poder que es inmenso en el imaginario de los niños: la televisión. Ésta ha pervertido los hábitos de consumo de ellos y de toda la población. Y si bien no se trata de coartar la libertad de comercio, sí deberían regularse los anuncios que generalmente incitan a comer y beber una serie de productos que no nutren y sí llenan la tripa. Muchos realizan campañas en los medios de difusión diciendo que cambiaron, pero la verdad es que son nocivos en grado extremo.

Entrevistado en varios noticiarios, el secretario Emilio Chuayffet recordó que Jesús Reyes Heroles, cuando era titular de Educación, dijo que la tarea educativa parecía un elefante reumático. Eso fue hace 27 años. Luego de que la plaza se entregó a una sola persona, los resultados son evidentes: últimos lugares en lectura, matemáticas y ciencias. Urge, pues, hacer la tarea para cambiar algo fundamental en este país si en realidad queremos salir de ese bache.

Al acto peñista no asistió la maestra Elba Esther. El dirigente virtual del SNTE, Juan Díaz de la Torre, estuvo de pisa y corre y la coordinadora del Partido Nueva Alianza (Panal), Lucila Garfias, llamó a evaluar también a Emilio. Días antes, el jefe aparente del Panal, Luis Castro, se había quejado de que su organización no había sido invitada a firmar el Pacto por México, que signaron los partidos Revolucionario Institucional, Acción Nacional y de la Revolución Democrática. Lo que muestra que se hace a un lado a estos personajes que obtuvieron prebendas al por mayor durante mucho tiempo.

Pero como retrata muy bien el caricaturista Magú en La Jornada (11 de diciembre de 2012), la chiapaneca no está muerta y tiene muchas armas todavía para oponerse. La más importante y que muchos no mencionan es si en verdad el gobierno actual cumplirá su palabra o quedará en simple pieza ornamental.

Mientras tanto, a la Secretaría de Educación Pública (SEP) han llegado buenos elementos. En la Subsecretaría de Educación Básica se nombró a Alba Martínez Olivé, conocedora del tema e hija de Arnoldo del mismo apellido, líder del Partido Comunista de México (PCM) durante años. En Planeación se puso a Enrique del Val, que llega de la UNAM y fue integrante del PCM. En Educación Superior está Fernando Serrano Migallón, un abogado que fue director de la Facultad de Derecho de la UNAM, escritor de libros diversos y conocedor de lo que debe hacerse realmente en tiempos difíciles. La nota discordante la da Rodolfo Tuirán, el cual repite y tuvo fama de progresista, aunque en su paso por la SEP dejó hacer lo que les vino en gana a todos los rectores de universidades chatarra o no. Y fue complaciente con Elba Esther.

*Periodista

Fuente: Contralínea 317 / enero 2013