13. enero, 2013 Roberto E Galindo Domínguez * Opinión

En 2012, ya el tercer encargado de la educación, José Ángel Córdoba Villalobos, indicó que el ESAD estaba consolidado y, por ello, se expidió un decreto el 19 de enero en el Diario Oficial de la Federación. En éste se le otorgaba el nivel de institución de educación superior como órgano administrativo desconcentrado de la Secretaría de Educación Pública (SEP), con autonomía técnica, académica y de gestión (www.unadmexico.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=671%25%3Bcatid=44%253Alo-mas-relevante-&Itemid=57).

Simplemente fue una maniobra de cambio de nombre en un intento por finalizar el sexenio con un logro educativo que Calderón pudiera anunciar, pero que en la realidad es un fracaso en materia educativa y laboral.

Ahora se denomina Unadm (Universidad Abierta y a Distancia de México). Mas no importa como se llame: desde su origen, este instituto se ha caracterizado por enormes carencias en el aspecto académico y por las desfavorables condiciones laborales y abusos cometidos contra sus trabajadores.

Las quejas sobre las fallas técnicas del aula virtual, la deficiencia de los programas de estudio y el alto grado de deserción de los estudiantes han sido constantes. La plataforma virtual en la cual coordinadores, supervisores, facilitadores (profesores) y alumnos deben trabajar en la revisión de contenidos, realización de actividades y sobre la que interactúan, es un espacio que cotidianamente presenta fallas, falta de acceso a los contenidos de estudio, vínculos o ligas (links) que redireccionan a los participantes a páginas [virtuales] equivocadas y a contenidos de asignaturas que no corresponden a las actividades solicitadas. Las fallas llegan a bloquear la entrada a los alumnos y facilitadores por horas y en ocasiones durante días. Los errores son resueltos tras un engorroso procedimiento en el que el alumno debe demostrar con evidencias (copias de páginas) a su facilitador el error que ha observado; el facilitador lo turna al supervisor y éste, a su vez, a su coordinador, quien lo remite al área técnica en un perfecto sistema burocratizado, pero “virtual y a distancia”. Para cuando el error es solucionado, el alumno ha perdido varios días que difícilmente recupera, y el facilitador habrá acumulado grandes cantidades de trabajo de los demás alumnos que sí tienen acceso a la plataforma. Lo anterior indica que el área técnica no hace su labor, pues no está al pendiente del buen funcionamiento del aula virtual y reiteradamente se les debe señalar dónde y cuál es la falla.

En cuanto a los programas de estudio por asignatura, éstos son simplemente contenidos vaciados en la página virtual que llevan al alumno de la mano página tras página en la lectura de información que debe tomar como un dogma de fe y memorizar, para después contestar cuestionarios de múltiples respuestas, resolver juegos de memoria (memoramas), identificar imágenes que se correspondan con alguna frase, en un ejercicio que bien se puede equiparar a los niveles de educación básica. Asimismo, los programas tienen gran cantidad de faltas de ortografía, errores de redacción y falta de coherencia (se tienen copias de páginas y diversas evidencias de estos errores). Es de todos sabido en la Unadm que los programas de estudio no fueron planeados antes del arranque de actividades en 2009, y sí, en cambio, han sido elaborados a marchas forzadas durante la evolución de los alumnos a través de los cuatrimestres. Baste mencionar que al inicio del cuatrimestre 2012-02 de mayo a agosto, ya cuando José Ángel Córdoba había señalado la consolidación del proyecto educativo, los alumnos del sexto cuatrimestre, al ingresar al aula virtual, se encontraron sin el programa de estudio y sin los ejercicios que debían realizar con base en éste. Ante la gran deficiencia de los programas o la carencia de éstos, los coordinadores solicitan a los facilitadores más destacados corregirlos o elaborarlos, obviamente sin remuneración alguna, actividad que no se encuentra estipulada en el contrato laboral que se les otorga. Además, debe señalarse que la Unadm cuenta con presupuesto y especialistas para la elaboración y corrección de los programas de estudio, y que realizan anualmente una reunión de varios días en sedes alternas para tal efecto. Si es así, ¿por qué solicitan a los facilitadores realizar esta actividad?

En cuanto a los criterios de evaluación, en ocasiones los supervisores requieren a los facilitadores hacer una nueva valoración de los resultados académicos de los alumnos reprobados; solicitan la aprobación de aquellos cuyas calificaciones estén cerca del 6 (se tiene copia de la solicitud), en un desprecio total por la calidad de la educación y al promover la aprobación de alumnos cuyos méritos académicos niegan su paso al siguiente nivel de la “licenciatura” que cursan.

Es una práctica recurrente de los coordinadores y supervisores solicitar a los facilitadores, además de enviar constantes correos electrónicos a los alumnos que no entran al aula virtual, el que se les llame por teléfono; obvio, sin que se les proporcione ningún monto económico para tal requerimiento, con lo que se pretende también que los facilitadores cubran el costo de las llamadas telefónicas a sus alumnos, que incluyen largas distancias, ya que muchos de los estudiantes radican en el interior de la República (se tiene copia de dicho requerimiento), con el propósito de buscar alumnos que no les interesa estudiar… Por favor, estamos hablando de una “universidad”, no de la primaria para obligar a los alumnos a asistir a clases.

Por otro lado, existen gran cantidad de páginas en internet donde los alumnos hacen públicas e intercambian sus tareas, pues los programas de estudio y las actividades no se actualizan, lo que promueve entre la comunidad estudiantil recurrir al copy-paste para armar sus trabajos (www.scribd.com/doc/93123123/Portafolio-Contexto-Socioeconomico-de-Mexico-ESAD es sólo una dirección de las muchas que existen en la red).

En cuanto a las condiciones laborales, los facilitadores seleccionados para el cuatrimestre que comienza son convocados mediante un correo electrónico, y aquellos que son seleccionados deben trabajar todo el cuatrimestre sin haber firmado un contrato laboral. Cuando acaba el cuatrimestre y después de varios meses de retraso, el facilitador es avisado de que puede ir a recoger su pago al Centro de Acceso y Apoyo Académico Universitario (CAAU), de los que hay 139 en toda la República, la mayoría adscritos a universidades o a institutos tecnológicos; o bien, deben asistir a la sede central en el Distrito Federal, y sólo al momento de recibirlo firman su contrato, por lo que se le niega al trabajador desde el inicio su estatus legal como tal. Así, la Unadm se evita cualquier reclamo por incumplimiento de contrato en una clara violación a los derechos laborales de sus trabajadores.

La deficiente administración económica y académica deriva en retrasos, de hasta 10 meses, en los pagos a los facilitadores, y cuando esto sucede, el facilitador debe ir a recoger su pago al CAUU al que esté asignado o a la sede central. Este sistema supone enviar a los trabajadores a realizar su cobro a la institución más cercana a su lugar de residencia, pero la realidad es otra, pues hay casos en los que facilitadores asignados a la Universidad Tecnológica de Netzahualcóyotl deben ir a cobrar a la Universidad Tecnológica Fidel Velázquez, en Villa Nicolás Romero, al otro lado de la ciudad y con carretera de por medio, e incluso en ocasiones su pago es dividido en dos sedes muy lejanas entre sí. En otros casos es todavía peor, pues los pagos de otros facilitadores del área metropolitana deben ser cobrados en el estado de Morelos y en otros lugares del interior de la República (o viceversa). Testimonios de administradores de pagos de diferentes sedes (omito nombres para evitar represalias) señalan que les han llegado pagos de facilitadores adscritos en Quintana Roo y en Michoacán. Al cuestionar sobre estos despropósitos al licenciado Héctor Luna, jefe del Área de Planeación y Administración de la Unadm, su mejor respuesta fue que ellos no son responsables de esas decisiones, que la culpable es la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), pues esa dependencia firma los convenios con las sedes de pago y asigna los presupuestos “en un esfuerzo por agilizar los pagos de los facilitadores”, y que él y su equipo solamente asignan los sueldos a los facilitadores de acuerdo con el presupuesto. En resumidas cuentas, el licenciado Luna –como administrador en jefe de la Unadm– no puede corresponder en el más simple ejercicio matemático de asignar a una sede el monto necesario para pagar a los facilitadores adscritos a la misma. ¿Entonces para qué la Unadm cuenta con un área administrativa si la responsable de los pagos es la SHCP?

En otros casos, a algunos facilitadores se les ha informado que su pago será parcial debido a que no trabajaron la totalidad del cuatrimestre, cuando existen evidencias, por segundo, en el aula virtual de su desempeño. El Área Académica sólo les ha indicado que no cumplieron con el tiempo de trabajo estipulado, y ante la solicitud de los facilitadores de que se les muestre la evidencia de su incumplimiento sólo reciben negativas, incluso cada facilitador también cuenta con las pruebas de su desempeño y con las actas de calificaciones finales de sus grupos, firmadas de recibido por su coordinador al concluir el cuatrimestre. Los facilitadores afectados han propuesto contrastar las evidencias del Área Académica con las suyas, a lo que las autoridades de la Unadm simplemente se han negado, y aun así se les ha indicado a los afectados que recibirán sólo una parte de su salario (se tiene copia de dichas comunicaciones).

Algunos trabajadores de la Unadm (omito sus nombres para evitar represalias) señalan que los retrasos en los pagos a los facilitadores se debían a que la anterior coordinadora académica, la maestra Soila del Carmen López Cuevas, retenía las procedencias de pagos sin razón alguna.
Afortunadamente dicha coordinadora fue removida de su cargo después de que, el 21 de agosto de 2012, más de 120 facilitadores le enviaron una carta al director de la Unadm, el maestro Manuel Quintero Quintero, en la que detallaron las irregularidades académicas y administrativas (de la cual se tiene copia). Se integró en ese puesto al maestro Carlos León Hinojosa. Cabe señalar que la maestra López Cuevas fue promovida a la División de Investigación y Posgrado (supongo que por su excelente desempeño en licenciatura).

Por otro lado, a mediados del segundo cuatrimestre de 2012, fueron despedidos en su totalidad los 40 supervisores asignados a la sede central, para posteriormente recontratar a 12. Las autoridades académicas y administrativas aducieron que se les reincorporaba por su gran capacidad. Pero ahora, para mantener su empleo, su tarea implicaría realizar la labor de los 40 originales. Además, en las sedes de la “universidad” en la Ciudad de México (Puebla 143, Roma, Cuauhtémoc, o Azafrán 386, Granjas de México, Iztacalco), los supervisores contratados deben llevar su mobiliario y equipo de trabajo: silla, mesa y computadora portátil, al más antiguo estilo de la escuelita de pueblo olvidada por la SEP. Asimismo, han señalado que son muchas las demandas que diversos trabajadores han interpuesto contra la Unadm (antes ESAD), por los retrasos de los pagos y, en general, por las múltiples violaciones a los derechos laborales. Estos mismos trabajadores, por órdenes de la administración, tienen prohibido el paso a las instalaciones de la Unadm.

Es preciso señalar que en 2009 el programa inició con 12 mil estudiantes, y que para 2012 se contaba con 63 mil inscritos, de los cuales solamente 49 mil estaban activos (Héctor Rojas, http://educa cionadebate.org/38752/oficializa-sep-creacion-de-la-universidad-abierta-y-a-distancia-de-mexico/), es decir, cerca de 14 mil estudiantes habían abandonado sus estudios, una cifra mayor a la matrícula inicial del programa y eso sólo representa a los estudiantes registrados como inactivos durante 2012, sin contar a los que desde 2009 han ido desertando.

Además de todas las irregularidades académicas y laborales, así como la gran deserción estudiantil, la Unadm supuestamente se originó como una opción para los jóvenes que no logran acceder a las universidades públicas, lo cual es otro fracaso del programa, pues incluso el coordinador académico Carlos León Hinojosa ha reconocido que, de la matrícula del programa, sólo el 20 por ciento tienen entre 18 y 24 años, y que al menos el 70 por ciento tiene un promedio de 36 años de edad, lo que descubre que a los jóvenes simplemente no les interesa ese modelo educativo (Laura Poy Solano, La Jornada, 28 de octubre, 2012).

Finalmente la Unadm no puede considerarse una respuesta a la falta de cobertura educativa, pues de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, solamente un 22 por ciento de los mexicanos cuentan con internet. Además de que su oferta académica es en administración de empresas, biotecnología, desarrollo comunitario, desarrollo de software, energías renovables, logística y transporte, matemáticas, mercadotecnia internacional, seguridad pública, tecnología ambiental, telemática y técnico superior en urgencias médicas, con lo que evidentemente no se cubren las áreas de filosofía, letras, ciencias sociales y artes. En resumidas cuentas, la Unadm es hasta ahora uno más de los fracasos del calderonismo. Esperemos que con los cambios en el Área Académica, y en adelante, se corrijan todos los errores, se privilegie una educación de calidad y se mejoren las condiciones laborales de sus trabajadores, pues es una realidad que a muchos mexicanos no les queda otra opción educativa.

El nuevo secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, deberá tomar cartas en el asunto y corregir el rumbo del proyecto educativo virtual, aunque lo más probable es que con la (nueva) llegada del Partido Revolucionario Institucional al gobierno federal la educación no será una prioridad. Cabe señalar que la Universidad Nacional Autónoma de México cuenta con un excelente programa a distancia, y que el Instituto Politécnico Nacional ha integrado esta modalidad a nivel bachillerato.

*Maestro en ciencias; arqueólogo subacuático; diseñador gráfico; integrante del taller Madre Crónica

Fuente: Contralínea 317 / enero 2013