Marta Sahagún, Rubén Aguilar y Max Cortázar, con sus leales repartidos en la administración pública centralizada y descentralizada (sobre todo en Petróleos Mexicanos, el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, la Lotería Nacional para la Asistencia Pública, etcétera), hicieron de no menos de 100 de esos cargos cuevas para el soborno, a veces disfrazada de publicidad y otras veces en notas y comentarios como inserciones pagadas para silenciar los hechos y la crítica, al dar un panorama rosa sobre la conducta y actos de los funcionarios. Los panistas construyeron una red de directores de Comunicación sobre todo para no dar información, y mucho menos publicidad, a la prensa que investigaba los hechos y actos del gobierno y que cuestionaba los abusos, corrupciones, hechos y omisiones que se desviaban de la legalidad.

Muchos de esos directores de Comunicación han brincado del panismo al priísmo. Lo mismo fueron azules que ahora tricolores e incluso amarillos. Navegan con todos los partidos. Indudablemente son otro cártel. Y es que se organizan como delincuentes, aun más peligrosos, pues se amparan a la sombra del poder político. Con el Partido Acción Nacional (PAN) recibían línea de Max Cortázar (metido a “periodista” empleado de Olegario Vázquez Raña del diario Excélsior). Ahora se agrupan con la nueva “estrella” del peñismo: David López (y sus alfiles en el Congreso de la Unión: Carlos Olmos y Manuel Argüelles). A los tres los ventanearon en una fotografía en Impacto, El Diario (14 de mayo de 2009). Son un cuarteto (si se cuenta a Cortázar) temible y capaz de todo contra la prensa que no acepta sus recomendaciones.

Hoy el peñismo se ha comprometido a transparentar la publicidad y someterse, incondicionalmente, a lo que dispone la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en sus Artículos 6, 7 y 8 como derechos, con sus garantías, para la máxima libertad de información y crítica hasta sus últimas consecuencias. Para cumplir con eso tendrá que controlar a su director de Comunicación, el cual tiene ya tendida su red desde al menos hace 18 años, al servir a tres gobernadores mexiquenses. El último sexenio con el mismo Peña, periodo que Televisa se llevó casi todo el pastel publicitario.

David López ha de ser obligado a la mayor imparcialidad, a cumplir con su deber sin discriminación ni ojerizas, para que fluya la información, no los boletines y el “te pago si los publicas al pie de la letra”. Y, con su derecho a la réplica, admite la crítica, análisis y cuestionamientos al ejercicio del presidencialismo peñista; que con el resto de sus directores abran al máximo la comunicación para informar a la opinión pública nacional; y si todavía existen los nombramientos de jefes de Prensa, a su vez, dejen de recibir indicaciones desde Los Pinos para callar y alterar la información. Han de cesar las complicidades y permutarlas por coordinación en su desempeño. Y suprimir a los favoritos en los medios de comunicación.

Cubrir a Peña y a los peñistas no significa alterar la información, pues de todas maneras el periodismo de investigación y el Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos terminarán exhibiendo lo que se quiere ocultar. Y que la única ética es la ética democrática y republicana, establecida como fines legales y legítimos en la Constitución, aun reformada y contrarreformada con adiciones y supresiones.

El foxismo y el calderonismo, a los que sirvieron no pocos de los actuales directores de Comunicación, dieron al traste con esa función gubernamental. Fueron arsenales de dinero para comprar espacios en radio, televisión y la prensa escrita, donde se divulgaron mentiras. Y negaron publicidad abierta a los medios que no aceptaron las condiciones de Cortázar y el PAN de Calderón y sus calderonistas, reyes Midas que convirtieron en falsedades todo lo que tocaron, y en boletines favorables al príncipe Calderón y sus secuaces.

Si la herencia dejada a Peña y al peñismo en ese renglón no cambia, entonces prevalecerá la corrupción, el “sobre” para los reporteros que acepten el soborno y la publicidad no publicada para hacerle llegar cuantiosas sumas de dinero a los dueños y directores de la prensa escrita, de las televisiones y cadenas de radio. Si los directores de Comunicación y los jefes de Prensa continúan con la inercia panista, los Max Cortázar seguirán tergiversando la función de la comunicación gubernamental. Y en lugar de comunicadores tendremos un nuevo cártel, de los 60 calculados por la Procuraduría General de la República, a través de Jesús Murillo Káram dirigido desde Los Pinos.

Fuente
Contralínea (México)