Fotos de Monserrat Rojas

Tehuipango, Veracruz. Jirones de cielo caen al pie de la montaña. El verdor de la cuesta se desvanece ante el inmenso vaho que hace suyo el lugar. Poco a poco, la escarcha del prematuro ocaso va enrojeciendo los morenos rostros de las niñas y los niños que se resguardan del frío en ligeros y roídos suéteres, en su mayoría, del uniforme escolar color azul.

Ha terminado la jornada en el preescolar, la primaria y la telesecundaria. Las risas colman la tranquilidad de la entrada de Achichipico; casi aniquilan el lejano sonsonete de un gallo, el canto de los pájaros, el ladrido de un famélico perro. La algarabía parece extinguir incluso la precariedad de sus existencias, pero los enjutos cuerpos de inmediato revelan la miseria de la que son víctimas.

Ellas y ellos, desenfadados, corren de un lado a otro en el patio del Albergue Escolar Indígena Cuauhtémoc, lejos de la tecnología que domina los juegos infantiles en las ciudades; pero también lejos, muy lejos, de sus padres y hermanos.

Juan Carlos, de 8 años de edad, y Yolanda, de 13, son dos de los 50 menores nahuas albergados aquí, gracias a un programa que financia la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. A ambos les gusta estudiar y por eso, de lunes a viernes, se separan de sus familias. Además de tener garantizada su asistencia a la escuela y algunas horas para jugar y hacer la tarea, también tienen asegurado el desayuno, la comida, la cena y el baño con agua caliente.

La historia de cada uno de estos niños y preadolescentes no es distinta a la del resto de los indígenas de este municipio, el décimo primero en la lista de los más pobres del país, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). El desmembramiento de las familias es una constante de la pobreza extrema, que empieza con la emigración de uno o de los dos padres en busca de mejores condiciones materiales para la familia.

Juana e Irene, quienes trabajan en la cocina del Albergue, son ejemplo de ello. Para ganarse la vida llegan el lunes a Achichipico –una de las 53 comunidades del municipio– y regresan a sus hogares hasta el sábado. El dinero no alcanza para ir y venir diario, explican las mujeres nahuas. Y es que para los 23 mil 479 habitantes de Tehuipango, las oportunidades de estudio y trabajo son tan nulas como las posibilidades de acceder a una buena alimentación y a servicios de salud.

Pero aquí la pobreza no se reduce a esas carencias: para los indígenas veracruzanos, ninguno de los derechos y las garantías individuales que consagra la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (de igualdad, libertad, propiedad, seguridad jurídica y sociales) se cumple.

El Oportunidades

Ubicado en la Sierra de Zongolica, Tehuipango colinda al Norte con los municipios de Astacinga, Mixtla de Altamirano y Zongolica, y al Sur, con el estado de Puebla.

En Aguacatla, una de las comunidades más alejadas de este municipio, Constantino Atlahua Tomoxtle extiende su mano derecha para estrechar la del traductor de las entrevistas periodísticas, Abel Tiahua Panzo. La camisa y el pantalón remangados permiten adivinar el resto de un cuerpo al que las fuerzas abandonan no sólo por la edad –73 años–, sino también por la falta de cuidado en su salud: a consecuencia de un problema familiar en agosto de 2010 sufrió una herida de bala, que nunca fue cabalmente atendida.

Campesino desde su niñez, aún se esfuerza por obtener su sustento de la tierra; pero la debilidad no le permite cargar en su espalda y por más de 1 hora el costal de café, hasta la cabecera municipal. Tampoco tiene suficiente dinero para costear el transporte de un producto por el cual no le pagarán más de 25 pesos por kilogramo. Así que, en realidad, el anciano sobrevive con los 1 mil pesos que recibe cada bimestre del Programa 70 y Más, de la Secretaría de Desarrollo Social federal (Sedesol).

En náhuatl, explica que ese monto no le alcanza para cubrir sus necesidades básicas. Menos aún para el piso de cemento de su casa o para renovar las agujeradas láminas del techo, que en el verano y el otoño no han podido atajar el paso de las lluvias. Como tampoco lo han hecho las paredes, construidas con tablones que no empalman.

La entidad gobernada por Javier Duarte de Ochoa tiene una población total de 7 millones 643 mil 194 habitantes, reporta el Instituto Nacional de Estadística y Geografía. De éstos, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, 1 millón 140 mil se encuentran en pobreza extrema; 2 millones 540 mil, en pobreza moderada; 2 millones 410 mil, en vulnerabilidad por carencia social, y 220 mil, en vulnerabilidad por ingreso.

En Tehuipango cada niño, joven, adulto y anciano de cadavérica complexión es muestra viviente del fracaso de la cobertura social y los programas gubernamentales de combate a la miseria.

Simón Tiahua, de 32 años y padre de cuatro menores de edad, se refiere a uno de éstos, el de Desarrollo Humano Oportunidades: “La verdad, no [es suficiente la ayuda]. Apenas alcanza para los útiles de los niños, para los zapatos y todo eso. Tan sólo los zapatos salen como en 250 [pesos]. A mi esposa le dan como 820, entonces no alcanza”.

En el año electoral 2012, la Sedesol ejerció 55 mil 473.3 millones de pesos en los apoyos de dicho Programa. De este monto destinó más de 6 mil 70 millones para la supuesta atención de 667 mil 515 familias beneficiarias de Veracruz.

Cada 2 meses, la familia de Simón recibe 820 pesos del Programa Oportunidades. El recurso tiene como fin becar los estudios de sus cuatro hijos, pero al final se gasta en las necesidades primordiales: el alimento. La dieta, cuenta Simón, se repite todos los días: frijoles, quelites y tortillas. Carne y pollo, de vez en cuando. Pescado, casi nunca.

Aquí no hay dinero que alcance. Eso lo sabe muy bien el joven padre de familia que, como don Constantino, labora horas y horas en el campo. Los largos y extenuantes jornales bajo los abrasadores rayos de sol, sin embargo, no le garantizan una vida mejor: como todo campesino, se enfrenta a un comercio no justo.

“En el campo ganamos muy poco dinero: 50 o 55 pesos al día. Aquí sembramos milpa, y a veces un poco de café. Con eso pasamos la vida. Quién sabe por qué, pero el año pasado [2011, el café] estaba a otro precio mejor; pero en éste bajó el precio. Lo vendemos por kilo y ahorita lo estamos vendiendo a 25 pesos; el año pasado a 48: bajó casi la mitad.”

Al menos la familia de Simón todavía recibe el apoyo gubernamental del Oportunidades: en plena campaña electoral por la Presidencia de la República, éste empezó a llegar incompleto a las comunidades de Tehuipango. Incluso algunas familias dejaron de recibirlo a partir de la bancarización del Programa, ocurrida a fines de 2011, denuncian los indígenas.

En su caso, Albina Temoxtle vio mermada en 44 por ciento la asistencia de poco más de 1 mil pesos del Oportunidades. La mujer de 43 años de edad y madre de seis jóvenes explica, en náhuatl, que con las tarjetas electrónicas cambió todo: en lugar de darles el dinero cada bimestre, ahora reciben la misma cantidad pero cada 3 meses.

En Xaltepec –donde se localiza su humilde casa, construida con ladrillos y láminas–, otras mujeres de plano dejaron de recibir el apoyo. Aunque no puede precisar cuántas, sabe que son muchas. “A veces no les reconoce el banco las tarjetas [electrónicas] y ya no lo pueden sacar [el recurso]. Eso cambió desde hace como 6 meses o un poco más. Yo ya he cobrado tres veces con esa tarjeta adonde llega el dinero, pero cada 3 meses”.

Albina explica que el problema ya fue reportado por las afectadas a los promotores del Programa, “aunque aquí nada más está el suplente. Pero eso no se ha arreglado. Algunas mujeres no pueden cobrar ese dinero aún”.

Todos parecen conocer de esta situación. Regino Lara Tecuateque, profesor de cuarto grado de primaria en Xaltepec, explica: “A pesar de que aquí tienen el Oportunidades, no les llega constantemente. A veces pasan 3 o 4 meses y no les llega. Y es muy poquito. Aquí a los niños los llevan a la escuela sin desayunar, sin tomarse un café con pan; y a la hora de la clase se están durmiendo, porque les falta algo en el estómago”.

Es así como “en el paso transparente” (traducción de Tehuipango al español) los miles de millones de pesos del programa estrella de la Sedesol para combatir el hambre no se refleja en mejores condiciones de vida para los indígenas.

En los últimos días del sexenio, Salomón –un joven líder de la comunidad de Xaltepec– explica, en entrevista, el fracaso de una de las políticas públicas del pasado gobierno federal:

“Él [Felipe Calderón] dice que hay oportunidades. Pero lo que veo aquí es que nos está empeorando. La verdad, el [Programa] Oportunidades es lo que no nos deja salir [adelante]; porque antes salíamos a trabajar con toda la familia, y ahorita ya no: aquí debe de estar el titular [del apoyo] presente, por si lo citan a reunión, a pláticas, y pues eso lo detiene. Cuando todavía no eran las Oportunidades, íbamos todos a los cortes de café, a los cortes de caña. Ahorita nada más los que salen [a trabajar] son los hombres; las mujeres ya no”.

El indígena señala que “de por sí aquí no hay trabajo; es muy poco lo que sembramos”. Receloso, exige que su palabra y su realidad sean dadas a conocer: “Aunque sean entrevistadores, pero al menos que se vea en la tele o, como ustedes dicen que va a salir en una revista, que se vea que llegan a nuestra comunidad. Pero así como lo está haciendo la Televisa, nunca quieren ver la realidad de los pueblos, lo que es la extrema pobreza”.

Para el joven, no les ayuda que “nada más nos entrevisten y lo guarden”. “Queremos que sea de veras: cómo vivimos, cómo estamos, dónde estamos pisando”, porque aquí “hay gente que es de prioridad” por las condiciones que enfrenta.

En seguida suelta la retahíla de carencias que de memoria se sabe: piso firme para las viviendas, drenaje, agua entubada, buena alimentación, servicios de salud cercanos y eficientes –porque los que hay se localizan a más de 10 kilómetros y no siempre les dan atención ni medicinas–, camino pavimentado, maestros para la primaria y secundaria, y una universidad.

Lejos de solicitar programas asistencialistas, Salomón dice que su comunidad necesita apoyos económicos para proyectos de producción, como la cría de borregos o de pollos.

Infografía:

Fuente
Contralínea (México)

⇒ Parte I: Tehuipango: el fraude de los programas sociales

Parte II: Tehuipango: la deuda de Enciclomedia, Seguro Popular y Procampo

Parte III: Sedesol manejó el presupuesto políticamente: presidente municipal