Como soy conciente de mi absoluta modestia y alcance y que lo que diga puede ser considerado un disparate o una cosa de bestias, lo expreso sin más ni más ambición que los pocos que lean sientan algún cosquilleo. Si alguno.

En todos los niveles se considera como motivo de orgullo la cocina peruana, mejor dicho los platos que en ella inscriben sabores que deleitan nuestro paladar. Y en los últimos tiempos han convencido a muchos foráneos de tal virtud. Alguna vez en el mare magnum de las eternas confusiones presidenciales se habló de un espacio de futuro para la juventud nacional. ¿Será verdad tanta belleza?

Hay, aunque no lo parezca, alguna similitud entre la cocina (la de propaganda masiva en todos los miedos de comunicación) y la gran minería: producen pocos puestos de trabajo aunque la rotación de dinero por ventas es muy alto. Las millonarias empresas mineras se llevan buena parte de esas ganancias y NO reinvierten en Perú y poseen contratos de estabilidad jurídica que les aseguran regímenes de privilegio. El fenómeno cocinero se circunscribe a élites capaces de sufragar esos costos. Y sus dueños gozan del respaldo masivo de prensa adicta y, sobre todo, acrítica.

Alguna vez escribí en: Contra invasor: ¿marca Perú, lomo saltado y derechos humanos?
http://www.voltairenet.org/Contra-invasor-marca-Peru-lomo?var_mode=calcul

"La indefensión militar de la Patria no es ningún secreto, años de descuido, planteamientos aberrantes, concepciones burdas, han logrado hacer precarísimas nuestras extensas fronteras contra la invasión de cualquiera que desee hacerlo. Y hay precedentes históricos.

No sólo eso. Al habitante se le embute la especie que vive en un país con cifras económicas espectaculares y que lleva la delantera a otros muchos. Lo que no se le dice es que poco o nada de esos guarismos mayestáticos le benefician o le hacen un ciudadano incluido y con derechos en la bonanza.

Y las supercherías contribuyentes y publicitarias no cesan su encanto timador de buenas voluntades, de suerte que la Marca Perú con su logotipo, el lomo saltado y el cebiche, nos prometen con más restaurantes y enriquecidos cocineros la panacea divina capaz de solucionar los gravísimos problemas de desigualdad e injusticia social que tradicionalmente fracturan a la Nación.

El invasor, al quebrantar fronteras de manera violenta, agredir a los habitantes, perseguir a los incómodos de opinión discrepante con su tropelía, romper la cadena de mando democrático que se da cada país ¿no estaría violando los derechos humanos de 30 millones de peruanos? La seguridad individual sería una quimera, la colectiva una ilusión, la judicatura manejada a cañonazos y la quintacolumna al servicio de la bota foránea, nuevamente, nos devolvería al sempiterno estado de somnolencia y estupidez cotidianas de lamentar, luego de los hechos, por causa de qué no tomamos las previsiones y cómo no anticipamos lo que se veía venir desde mucho atrás."

Vivir de mitos hace daño al Perú. En cambio promover cambios y muy radicales sí soliviantan y conmueven la espiritualidad dormida de una nación que fue imperio y con capitanía natural. Por ejemplo, ¿para qué necesitamos más que los 50 mil abogados que hay en el Perú de nuestros días? En realidad, hay suficientes abogados para los próximos 30 años. ¿No sería interesante cerrar todas las facultades de Derecho en el país?

Buscar la cerrazón sin alternativas sí sería absurdo. Entonces ¿porqué no hacemos obligatoria la institución de facultades de ciencia y tecnología en todas las universidades del país? Perú no requiere de picapleitos o cocineros para la resolución científica de sus ancestrales taras. Ciencia y tecnología son, hoy por hoy, las claves de un mundo que se ha vuelto campo de experimentación de empresas sin apellido pero de enorme voracidad: marca norteamericana, mano de obra china, tecnología europea y ventas en Latinoamérica y el resto del mundo.

Ni las ollas o tenedores de los cocineros o los manuales o códigos civiles o penales de los abogados servirán a la hora de la gran prueba. En cambio ciencia y tecnología sí abrirán compuertas por donde pase el hombre libre de la ignorancia, huérfano de estupidez, carente de egoísmos y envidias de poca monta. He allí el reto.

¡No me crea! ¡Busque otra opinión! ¡Haga su propio juicio!

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