Por Rafael Contreras

Dos fenómenos muy conocidos internacionalmente, el desempleo y el subempleo, son también formas de morirse de hambre para millones de jóvenes que los sufren en América Latina y el Caribe, sin menospreciar el flagelo en otras partes del mundo. Latinoamérica y el Caribe están poblados por más de 520 millones de habitantes. Aproximadamente 145 millones forman lo que se conoce como la población económicamente activa (PEA).

Muchos organismos, como la Organización Internacional del Trabajo (OIT), consideran que encontrar un empleo en la región no es tarea fácil. Sobre todo si se tiene entre 15 y 24 años de edad.

El famoso clasificado de prensa que profesa “se busca joven con experiencia” va acompañado de largas filas para un único puesto; mientras tanto, pueden pasar semanas de búsqueda constante sin mucho éxito.

Así lo dice el último informe de la OIT sobre el empleo juvenil en el mundo, donde se destaca que uno de cada dos desempleados en América Latina y el Caribe son jóvenes de entre 15 y 24 años.

Según datos de este organismo, en 2011 el 18.7 por ciento de los jóvenes en el mundo estaba desempleado, es decir, buscaron trabajo sin encontrarlo.
Latinoamérica, donde vive el 90 por ciento de la población joven del planeta, representa el 29 por ciento de la población en edad de trabajar. La tasa promedio de desempleo juvenil se ubica en 18.7 por ciento, y resulta casi tres veces mayor a la de los adultos.

Por debajo de la línea de pobreza

Para los que sufren la agonía del desempleo, el problema va más allá de no encontrar una actividad física que le reporte dinero para vivir.
De acuerdo con datos de la OIT, unos 16.7 millones de jóvenes que han logrado encontrar trabajo en América Latina y el Caribe, todavía viven por debajo de la línea de la pobreza al percibir 1 dólar diario.

Y lo que es más alarmante: éstos representan el 36 por ciento de los jóvenes con empleo en la región, o uno de cada tres jóvenes trabajadores.

En pocas palabras: para los jóvenes que han logrado superar la dificultad de obtener un puesto de trabajo, éste no les alcanza para generar los ingresos necesarios a fin de enfrentar sus necesidades de alimento y vivienda.

Por otra parte, las exiguas remuneraciones por desempleo –inexistentes en gran parte de las naciones latinoamericanas– no cubren las necesidades hasta el punto de evitar la más completa miseria para el desempleado y sus familiares.

La pobreza, la insalubridad y la desnutrición son endémicas en el campo y en los barrios marginales de Perú, Chile, El Salvador, Costa Rica, México y otros, cuyos indicadores económicos básicos son de los más críticos de la región.

El informe de la OIT señala que el porcentaje de los jóvenes que viven en América Latina y el Caribe con menos de 1 o 2 dólares diarios no ha registrado grandes variaciones en la última década.

De acuerdo con informaciones de la Organización de las Naciones Unidas, en 2011 el 14 por ciento de los jóvenes en el mundo no pudo encontrar un empleo, a pesar de buscarlo. Esa tasa de desempleo juvenil también duplica a la tasa general de 9.3 por ciento.

Dicho de otra manera, estos jóvenes han logrado superar la dificultad de obtener un puesto de trabajo, y aunque lo tengan, éste no les alcanza para generar los ingresos necesarios a fin de enfrentar sus necesidades más apremiantes.

A todo esto se le suma que el 13.3 por ciento de los jóvenes de la región que sí trabajan viven en condiciones de extrema pobreza, es decir, sobreviven a duras penas.

Para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el porcentaje de los jóvenes que viven en la región con menos de 1 o 2 dólares diarios no ha registrado grandes variaciones en la última década –13.8 y 35.6 por ciento respectivamente–. Estas tasas están muy por debajo de la media mundial en 2005.

Según el experto de la Cepal, Jorge Guerra, el sector de la economía que capta el mayor porcentaje de los jóvenes trabajadores es el de los servicios (62 por ciento); el sector agrícola (que conglomera al 18 por ciento) “todavía sigue siendo importante a la hora de usarlo como estrategia para generar empleo juvenil y reducir los niveles de pobreza en los países de la región”. Muchos de los jóvenes en América Latina y el Caribe no trabajan, pero estudian. La Cepal llamó “inactivo” al grupo de jóvenes que ni trabajan ni buscan trabajo. Entre ellos se encuentran los estudiantes.

La tasa de inactividad juvenil ha aumentado un 5 por ciento en la última década. En este grupo, las mujeres ejercen el peso más grande. El 60.1 por ciento de las jóvenes entre 15 y 24 años en la región no trabajan y no buscan trabajo.

Ni estudian ni trabajan

En este entorno, la Organización Internacional del Trabajo dio a conocer un preocupante aumento en el número de jóvenes que no trabajan ni estudian.

En esa posición se encuentra el 21 por ciento de los jóvenes que viven en América central, frente a un 36 por ciento en Europa central y del Este, 28 por ciento en África subsahariana y 15 por ciento en las economías industrializadas y de la Unión Europea.

El informe puntualiza que “la juventud ociosa es costosa”. No sólo para el joven, al generar una sensación de vulnerabilidad, inutilidad y de estar de más, sino también a nivel de la economía y las sociedades, tales como la disminución de la tasa de ahorros, la disminución de las inversiones, y los costos sociales que se requieren para prevenir el crimen o la drogadicción.

Fuente
Prensa Latina (Cuba)