21. julio, 2013 Miguel López Ortigoza* Opinión

En muchas ocasiones los amigos o familiares de los enfermos renales suponen que con el tratamiento de hemodiálisis se sana al paciente. Lo observan “sano” y creen que realmente lo está. Ignoran que su amigo o familiar está expuesto a diferentes cambios biológicos, clínicos y psicológicos que representan un gran riesgo para su salud.

La hemodiálisis es un método de depuración sanguínea extrarrenal que se practica en casos de insuficiencia renal grave. Es decir, es un riñón artificial que suple en buena parte la función los riñones biológicos; sin embargo este método resulta muy desgastante para los enfermos renales, pues los somete –de entrada– a un tratamiento de 3 días a la semana, de 3 a 4 horas por sesión, según lo requiera el paciente.

La principal función de este tratamiento es separar las toxinas que son dañinas en el cuerpo del ser humano: urea, creatinina, potasio, fósforo y sodio, entre las más importantes y dañinas.

Pero el mecanismo genera necesariamente hipotensión (presión baja), hipertensión (presión alta), calambres, vómito, náuseas, mareo, cansancio y sueño. Además, se debe agregar la sintomatología del uso de medicamentos que generan desajustes en diversos órganos o sentidos del cuerpo del paciente y que disminuyen sus capacidades.

En el terreno familiar, es importante que los integrantes se informen y participen activamente en el conocimiento y comprensión de la enfermedad; sus etapas y los cambios que genera en el paciente. Les serán de gran ayuda para convivir con el enfermo y, por lo tanto, con la propia enfermedad.

En cuanto al ámbito social, es muy importante que la sociedad conozca y se entere en qué consiste esta enfermedad, así como los riesgos a los que están expuestos los individuos con esta patología. Es necesario que la población se sensibilice y sea consciente para que pueda convivir y facilitar la integración social del enfermo: desde el uso de elevadores al abordar el transporte (por ejemplo, el Sistema de Transporte Colectivo Metro) y la asignación de espacios públicos en donde no se expongan al contacto violento los catéteres o fistulas que portan los pacientes. No está demás saber que una persona con hemodiálisis deben observar una dieta restringida, que no permite la ingesta de alimentos con altos índices de potasio y fósforo (plátano, leche, papa, frijoles, zanahoria, cítricos, carnes rojas), además no deben consumir sales en abundancia en ninguna de sus modalidades.

Los viajes nacionales o internacionales son difíciles de realizar para estos pacientes, pues deben estar en el hospital cada tercer día para que se les realice el tratamiento; además, sufren un alto riesgo de infecciones por el acceso vascular en donde se dializa. El agua juega un papel muy importante para la sobrevivencia del paciente, de dos formas: la ingesta restringida de líquidos a la que es sometido, y la gran cantidad de agua que requieren las máquinas de hemodiálisis para hacer su función.

En general la calidad de vida de la persona con insuficiencia renal crónica se ve reducida, acotada y desfavorecida. Cambia totalmente y de manera abrupta las condiciones y no permite que realice una vida plena.

Se propone a la sociedad en general, intelectuales, académicos, médicos, médicos especialistas, legisladores de las dos cámaras federales, congresos de los estados, Ejecutivo federal, gobiernos estatales y municipales, lo siguiente:

Impulsar decididamente las modificaciones a la Ley del Centro Nacional de Trasplantes, para que se agilice la donación de órganos y trasplantes en toda la República Mexicana. Sólo esta acción se traduciría en una mejoría del 80 por ciento en la calidad de vida de los pacientes con esta enfermedad y otras de tipo cardiaco, hepáticas, dérmicas, del páncreas, oculares, etcétera.

Adecuar el transporte colectivo en general para personas con insuficiencia renal crónica y otras enfermedades para evitar roces violentos que expongan el catéter o fistula que porta el paciente. Somos decenas de miles.

Que la comunidad médica genere documentos con un lenguaje sencillo, en los que se informe de esta enfermedad y otras enfermedades severas y difundirla a través de los institutos de salud y las dependencias gubernamentales.

Que los institutos de salud cuenten con los recursos económicos, humanos para realizar investigación con estándares de calidad y se sometan a una estricta rendición de cuentas.

Incrementar la formación de futuros especialistas con patrones de excelencia y calidad para no seguir generando buenos repetidores de teorías y recetarios.

Liberar claves presupuestales para médicos adscritos y darle continuidad a las residencias medicas de excelencia.

Quienes padecemos insuficiencia renal crónica y otras enfermedades graves no somos casos aislados. Miles de nosotros trabajamos y luchamos a diario entre la incomprensión, la ignorancia y el menosprecio. Todos podemos construir una sociedad mejor. Necesitamos el apoyo de la población general y la voluntad política de los actores de los poderes federales y estatales.

*Psicólogo educativo; doctor en enseñanza superior, y profesor-investigador de Tiempo Completo en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México

Fuente: Calendario 344 / julio 2013