4. agosto, 2013 Fabio Barbosa * Opinión

En China las actividades comenzaron en 2011 a cargo sólo de las estatales chinas. Un año más tarde se realizó una licitación de 20 bloques que marcó la primera vez que ese país permitía a los extranjeros participar como socios minoritarios. A pesar de que los chinos formularon sus propias reglas y no se alinearon a los modelos de contratación internacionales, como las petroleras exigen a Enrique Peña Nieto, la licitación fue un éxito: participaron los gringos de Chevron Corporation y de Conoco Phillips Company, los ingleses de British Petroleum y otras grandes como la Royal Dutch Shell, Total y la italiana Ente Nazionale Idrocarburi.

Dos años más tarde las expectativas no se han cumplido; se ha invertido, pero la geología ha resultado desilusionante, como lo muestra que, hasta la fecha, no se registra producción. Un empresario extranjero resumió la experiencia señalando que “es poco probable que en China se pueda repetir el boom del gas de esquisto de Estados Unidos a la velocidad o la escala de ese país” (“China is unlikely to replicate the shale gas boom of the United States in speed or scale”, en el reportaje de Jacob Gronholt, “China unlikely to replicate US shale gas boom”, Dow Jones Newswires, http://www.rigzone.com/news/article.asp?hpf=1&a_id=121437).

Argentina

La propaganda en Argentina ha sido más intensa que en México. Para atraer inversión extranjera se llegó a decir que la Cuenca Neuquina, principal área prospectiva, posee características que igualan, e incluso superan, a las formaciones productivas exitosas de Estados Unidos.

Empresarios gauchos también aseguraron que otra de las ventajas que hacían “atractiva” a Argentina era que “en la región prospectiva el agua está disponible”; dos importantes ríos recorren la provincia: el Colorado y el Neuquén. “Con toda esa cantidad de agua más la reutilización va a haber bastante volumen”, señaló a Bussines News Americas el director de desarrollo de la firma de servicios ambientales EkoTech Energy, Martin Panelo.

La realidad

Los datos concretos son:

1) Argentina empezó a producir, en lutitas, en noviembre de 2010. Dos años más tarde, a finales de noviembre de 2012, se habrían perforado 67 pozos con objetivo esquistos.

2) La ilustración que acompaña este artículo, tomada de la revista Petrotecnia, órgano del Instituto Argentino del Petróleo y del Gas, muestra sorprendentes resultados: de 63 pozos exitosos sólo se ha encontrado uno con alta productividad, el llamado LLL-530 (la sigla LLL significa “Loma La Lata”, nombre del área). Este pozo ha logrado una producción acumulada, hasta noviembre de 2012, de 150 mil barriles (repetimos: es la producción acumulada a lo largo de su vida); las producciones diarias las anotamos más adelante. El LLL-530 encabeza la gráfica. En contraste, un tercio de los pozos, del número 43 al 63, a lo largo de su vida productiva, han aportado menos de 5 mil barriles, y sólo un puñado –seis o siete pozos– ha logrado aportar volúmenes superiores a 50 mil barriles. Son cifras muy pequeñas.

3) Lo anterior explica que la producción acumulada total apenas asciende, sumando todos los pozos en lutitas durante 2 años, a 1 millón 170 mil barriles. ¡Es menos de la mitad de lo que México produce en 1 sólo día!

4) El 75 por ciento de esos pozos fueron perforados por la argentina Yacimientos Petrolíferos Fiscales, otro 13 por ciento por Pluspetrol y otros seis por pequeñas empresas con un pozo cada una. El cuadro “Las operadoras de pozos” los desglosa.

5) De los 67 pozos que han sido perforados, sólo 44 continúan activos, es decir, un tercio de los pozos perforados ha sido cerrado. No se ofrecen explicaciones, por lo tanto conjeturamos que es por la declinación, característica de las formaciones de lutitas.

6) Los volúmenes de extracción diarios también son notablemente escasos: 2 mil 722 barriles de aceite diarios en los 44 pozos productores, y 7.7 millones de pies cúbicos de gas igualmente diarios.

7) De los datos anteriores se desprende que la producción promedio cada día por pozo es de 62 barriles que, en el caso, es poco revelador dada la tremenda heterogeneidad.

8) En la actualidad, sólo se han fracturado 50 pozos en las formaciones Vaca Muerta y Los Molles.

9) Sólo 10 de los 67 pozos reportados son horizontales, mientras que otros ocho son dirigidos y la gran mayoría (49) son verticales.

10) Hay evidencia de que los pozos de Chevron Corporation, en lutitas, fracasaron, pues no tendrían por qué ocultar su producción, en caso de existir.

Conclusiones

Desde luego continuará la explotación de esquistos. Apenas el 16 de julio de este año el gobierno argentino firmó con Chevron Corporation un nuevo contrato para la perforación de 100 pozos de desarrollo, lo que acentúa la necesidad de monitorear la experiencia argentina. El artículo de Petrotecnia, en cuyas cifras nos hemos apoyado, concluye que “por diversas razones, la extrapolación de la experiencia fuera de América del Norte está demorando más de lo inicialmente estimado”.

Estos datos deben ser tenidos en cuenta en la próxima reforma energética de México. No es aceptable que el grupo que detenta el gobierno modifique la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos sólo para poner a disposición del capital extranjero las áreas prospectivas de esquistos en este país, exponiéndonos a resultados similares a los argentinos.

Como dice David Shields, la explotación en esquistos se ha convertido en el eje de la llamada reforma energética.

Se ha visto que la reforma se reduce a una búsqueda de mecanismos aceptables para el capital extranjero. Petróleos Mexicanos ya tiene un programa para esquistos que está avanzando exitosamente a cargo del Instituto Mexicano del Petróleo. Este país no tiene por qué precipitarse a acelerar la exploración y explotación, es la geología la que debe marcar los ritmos y no la voracidad o el ansia por dinero de políticos que actúan contra los intereses nacionales.

Producción acumulada de aceite en 63 pozos en esquistos de Argentina hasta noviembre de 2012

*Investigador en el Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México

Contralínea 346 / agosto 2013