11. agosto, 2013 Roberto E Galindo Domínguez * Opinión

La nota denunció que en 2010 una de las sexoservidoras fue llevada en un taxi hasta la mansión del Caimán en Tenancingo, lugar donde fue vista por última vez, y de la que se dice fue brutalmente golpeada, violada y finalmente devorada por un caimán. Sí, aunque parezca increíble, el método de represión y control de este lenón consiste en alimentar a su mascota con aquellas mujeres que no le cubren la cuota requerida, las que lo desobedecen o las que ya no le sirven para obtener las ganancias esperadas, por ser “viejas” –mayores de 25 años– ya que su distinguida clientela las prefiere jovencitas. Y ése no es el único caso del que se sabe sobre desapariciones de mujeres en manos de este criminal, pues desde 2009 la exdiputada federal y ahora presidenta de la organización no gubernamental Unidos Contra la Trata, Rosi Orozco, ha documentado al menos cinco casos de víctimas del Caimán (Óscar Balderas, www.eluniversal.com.mx/primera-plana/2013/impreso/el-caiman-terror-de-trabajadoras-sexuales-en-el-df-42583.html, 23 de julio de 2013).

Cómo entender que en los albores del siglo XXI, después de un largo proceso revolucionario, de la supuesta instauración de la democracia y con una Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (1917) que en su momento y aún en la actualidad es considerada un documento progresista y de avanzada, que en el papel garantiza los derechos humanos, y en una época en que la esclavitud se supone había sido abolida, sea posible que existan mujeres sometidas, privadas de su libertad, esclavizadas sexualmente y finalmente asesinadas. Cómo asimilar que un ser humano sea arrojado a las fauces de un caimán por no satisfacer la cuota económica de su padrote, cuando muchos consideran a México un Estado moderno y a su capital, una ciudad progresista donde se respetan los derechos humanos, y cuyo anterior jefe de gobierno, Marcelo Ebrard, incluso fue galardonado con el World Mayor Prize como el mejor alcalde del mundo en 2010 (www.worldmayor.com/contest_2010/world-mayor-2010-results.html), quien en su momento comparó varias veces a nuestra capital con urbes del primer mundo, justo el mismo año en que la sexoservidora de Buenavista fue desaparecida por el Caimán.

Ser devorado por un caimán parece el pasaje de una novela de ficción… La frase, la imagen, me rondaron en la cabeza hasta que recordé que en México una de las prácticas regulares y bien vistas por un sector de la sociedad y solapadas por las autoridades era la de arrojar a los esclavos a ciénagas infestadas de esos reptiles: “se retienen a todos los esclavos hasta que se mueren… ¡A todos! –dijo Hernández–. Y cuando mueren, los amos no siempre se toman la molestia de enterrarlos: los arrojan a las ciénagas donde los caimanes los devoran. En la hacienda Hondura de Nanche son arrojados tantos a los caimanes, que entre los esclavos circula la expresión de ‘¡érchenme a los hambrientos!’ Entre estos esclavos existe un miedo terrible a ser arrojados a “los hambrientos” antes de morir, mientras están todavía conscientes, como ya ha sucedido…” (John Kenneth Turner, México Bárbaro, Editores Mexicanos Unidos, 2007, página 63). Tal testimonio forma parte de un amplio reportaje que Kenneth Turner elaboró durante sus visitas a nuestro país entre 1908 y 1909, justo antes del derrocamiento del régimen porfirista y el estallido de la Revolución Mexicana, texto que se publicó por primera vez en 1911 en Estados Unidos. Ese terrible método, además de servir para asesinar personas y desaparecer cadáveres, era empleado como manera de intimidar y reprimir las ansias de libertad de los esclavos, justo como hace actualmente el Caimán de Tenancingo con las sexoservidoras para desaparecerlas y asesinarlas, y para que aquellas, aún vivas, se mantengan atadas a sus designios bajo la amenaza de ser arrojadas al reptil, en un execrable ejercicio de esclavitud practicado hoy en día.

El anterior no es el único caso de algún tipo de esclavitud del que se ha sabido en fechas recientes. En 2009, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal liberó a 107 personas, la mayoría indígenas, que se encontraban en condiciones de “esclavos” en una “granja” de rehabilitación para alcohólicos, centro con razón social Instituto de Rehabilitación de Alcoholismo y Drogadicción Santo Tomás Los Elegidos de Dios, en la Colonia San Lorenzo Tezonco, en Iztapalapa. Las víctimas eran retenidas por la fuerza y además de ser sometidas a explotación sexual, eran obligadas a elaborar pinzas para ropa y bolsas, obviamente sin remuneración económica. Los que se negaban eran castigados o golpeados, por lo cual varios presentaban diversas lesiones corporales. Las declaraciones de algunos de los liberados denunciaron la participación de miembros de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, quienes supuestamente brindaban protección a una red de trata de personas. Las víctimas, principalmente eran personas en estado de ebriedad, indigentes o individuos provenientes de provincia, quienes eran levantadas en plena vía pública y transferidas al supuesto centro rehabilitación.

El asunto se supo a raíz de que uno de los plagiados logró escapar y denunció los hechos (Israel Yáñez, www.cronica.com.mx/notas/2009/473355.html, 4 de diciembre de 2009). Tal acontecimiento no puede sino remitirnos a algunas de las denuncias más graves que Kenneth Turner hizo en su momento sobre la esclavitud en México, por ejemplo aquella de los indígenas yaquis y mayas atrapados por elementos del Ejército y la fuerza de Los Rurales, que operaba impunemente en todo el territorio nacional, indígenas que por miles fueron esclavizados para la siembra y cosecha del henequén en la Península de Yucatán (Kenneth Turner, Ibíd, páginas 17-46). Y por supuesto a la de aquellos mexicanos que eran aprehendidos por elementos de la policía en la Ciudad de México y en poblaciones como Pachuca, entre muchas otras, acusados de los delitos más inverosímiles, como deambular ebrios, prostituirse y hacer disturbios en la vía pública; éstos eran enviados a Valle Nacional, en Oaxaca, donde eran esclavizados para el cultivo del tabaco hasta que dejaban de ser útiles y morían, muchos de los cuales terminaron sus días en las fauces de los caimanes antes mencionados (Ibíd, páginas 46-71).

En un suceso más reciente, el pasado mes de junio fueron liberados 270 jornaleros que sobrevivían en condiciones de “esclavitud” en el municipio de San Gabriel, Jalisco. Las víctimas eran contratadas a través de la empresa Bioparques de Occidente, SA de CV, para el cultivo de jitomate. Los “enganchadores” engañaban a los trabajadores ofreciéndoles buenas condiciones laborales, además de vivienda y escuela para sus hijos, con lo que incluso lograron llevarse familias enteras. Pero una vez en Jalisco, los jornaleros sólo recibían la mitad de la paga prometida y, en ocasiones, únicamente su equivalente en vales de despensa. Pero además se les retenía en contra de su voluntad y se les hacinaba en cuartos de 4 por 4 metros. De acuerdo con las declaraciones de los rescatados, desde hacía tiempo varios de ellos intentaban escapar, pero eran capturados por los capataces y devueltos a su encierro, además de ser golpeados por intentar evadirse (Felipe Cobián, www.proceso.com.mx/?p=344623, 11 de junio de 2013). Este acontecimiento tiene un antecedente igualmente bárbaro durante el porfiriato en el Valle Nacional, lugar al que fueron llevados miles de trabajadores honrados, contratados con engaños, quienes una vez en las diversas haciendas tabacaleras de la región eran envueltos en un sistema de deudas impagables que los obligaba a gastar su miserable salario en las tiendas de raya. Hombres y mujeres que nunca pudieron rescindir el faccioso contrato y que quedaron esclavizados. De esos seres humanos, aquellos que intentaban huir eran una y otra vez recapturados y brutalmente golpeados por los capataces, y obligados a trabajar hasta el último aliento en el mejor de los casos, y cuando no, brutalmente asesinados (Kenneth Turner, Ibíd, páginas 46-56).

Aunque a finales del siglo XIX y principios del XX se hablaba de que la esclavitud había sido abolida y que ya no era una práctica en Occidente, durante el régimen de Díaz fue una verdadera industria en casi todo México, y eso era posible gracias al contubernio y participación directa de las autoridades en tal latrocinio. De ninguna manera estoy justificando ese comportamiento bárbaro por haber sucedido hace más de 1 siglo; lo que quiero cuestionar es el hecho de que en la actualidad, muchos mexicanos quienes de acuerdo con nuestra Constitución y a los discursos de nuestros gobernantes “son hombres y mujeres libres” y que sin embargo sufren diversos tipos de esclavitud, maltratos y hasta asesinatos ¿cómo es posible que eso suceda? Criminales, desquiciados y seudohumanos indolentes siempre habrá, pero para que éstos cometan los delitos y sigan impunes es necesaria la inacción, o lo que es peor, la participación de las autoridades en dichas felonías. La esclavitud sigue estando presente en nuestro país: jornaleros esclavizados en Jalisco por compañías trasnacionales y capataces mexicanos; indígenas, indigentes y alcohólicos esclavizados en Iztapalapa; esclavas del comercio sexual que desaparecen en las fauces de un caimán y cuya zona de tolerancia se encuentra a 10 pasos de la delegación Cuauhtémoc y de la sede nacional del PRI. Sucesos tan bárbaros como los del porfiriato, que se dan frecuentemente en nuestro país, y lo que es peor, en el Distrito Federal llamado hoy “la ciudad de las libertades”…

Después de sus visitas a México, John Kenneth Turner condensó su opinión de nuestro país en las siguientes palabras: “Descubrí que el verdadero México es un país con una Constitución y leyes escritas tan justas en general y democráticas como las nuestras; pero donde ni la Constitución ni las leyes se cumplen. México es un país sin libertad política, sin libertad de palabra, sin prensa libre, sin elecciones libres, sin sistema judicial, sin partidos políticos, sin ninguna de nuestras queridas garantías individuales, sin libertad para conseguir la felicidad” (Ibíd, página 17). Si no tomáramos en cuenta lo dicho sobre el sistema judicial, que en nuestro país sin lugar a dudas existe, pero que en la mayoría de los casos es ineficiente, y si dejamos de lado lo referente a los partidos políticos, que igualmente existen pero que de ninguna forma son garantía de democracia, a primera vista se pudiera pensar que la reflexión de Kenneth es una deliberación sobre la situación que vivimos actualmente en México. Pero además, con pesar, estamos presenciando que las prácticas esclavistas incluso han ido más lejos que las del régimen de Díaz, pues ahora existe una modalidad aún más perversa, la de capturar jóvenes y obligarlos a formar parte de los cárteles de la droga, y una vez adentro forzarlos a cometer los más brutales crímenes bajo la amenaza de que si se niegan o huyen matarán a sus familiares, como ha revelado Marcela Turati (“Cautivos en el infierno”, revista Proceso 1914, 7 de julio de 2013). ¿Qué es lo que ha pasado o ha dejado de pasar en nuestro país para que hoy en día se sigan practicando comportamientos tan incivilizados, crueles y sanguinarios, para que esté tan vigente el México Bárbaro que Kenneth Turner descubrió a los ojos del mundo hace 102 años? Y peor aún que ahora la esclavitud sea, además, empleada para convertir a sus víctimas en victimarios.

*Maestro en ciencias; arqueólogo subacuático; diseñador gráfico; integrante del taller Madre Crónica

Fuente: Contralínea 347 / agosto 2013