17-8-2013

Pasmado estoy con el hecho espeluznante, gestor de escalofríos, que César San Martín Castro, en noviembre del 2007 fue aliado de Fujimori, aunque torpe por lo que hizo, socio escondido, juez comprado, proyectista de una ley en favor de su citado consocio apenas extraditado de Chile y detenido ya en Lima, a petición expresa de Alan García Pérez, entonces presidente del país. ¡Cómo surgió el amarre, dónde, por qué y por cuánto, falta explicación!

Incluso San Martín fue visto una noche de noviembre en Palacio de Gobierno exponiendo, con donosura y tecnicismos, un presuroso proyecto de ley pro Fujimori, en Consejo de Ministros, a espaldas de la Sala que presidía y a espaldas de toda la Corte Suprema que integraba. Alan y ministros aprobaron esa misma noche tal proyecto y lo remitieron mediante oficio, firmado por Alan García y Jorge del Castillo, al Congreso de la República, donde fue recibido a las 9.22 de la noche por Luis González Posada. Tengo el urticante cargo en mi poder, que pide sea visto congresalmente con urgencia. Puede verse una narración velada en La República del 25-11-2007.

También me asusta el hecho que hasta un día antes de la lectura de sentencia que condenó a Fujimori la promesa de San Martín seguía invariable, por lo que Nakazaki comunicó la absoluta seguridad de absolución a su cliente, que alistó maletas con toda la ropa que pudo y tenía. El viaje iba a ser ipso facto, o sobre el pucho, a donde fuere, con sol naciente mejor, con solo boleto de ida, como el que regala el yerno a una suegra entrometida.

Al día siguiente, San Martín trocó su promesa hecha y dicha, mantenida por tiempo largo, al rol de verdugo jurídico: se leyó la sentencia de más de 700 páginas, escrita en semanas enteras, que condenaba a Fujimori al máximo de pena: 25 años de privación de libertad. ¡La condena casi fue objeto de un vértigo apocalíptico; Nakazaki titubeaba al oído del condenado! Pasó así, San Martín, de socio inalámbrico de Fujimori a su verdugo. ¡El ignoto por qué y por cuánto se comprometió oficialmente a aliarse con Fujimori y después traicionarlo, es algo que debe saberse y sólo depende del famoso reo y de su nuevo abogado!

De tal savia mutágena sanmartiniana, ¿de amor a odio?, puede atestiguar Absalón Vásquez Villanueva, ex ministro de Fujimori, presencial de otra vil metamorfosis del mismo juez supremo, a quien San Martín le dictó un escrito en su propio despacho de Presidente de la Corte Suprema, para archivar su proceso, pero al final salió condenándolo a pena efectiva. La de ejecución suspendida o condicional la revocó y lo envió al alarmado Absalón a la cárcel de San Jorge, olvidando aquel escrito que le dictó y redactó y que le prometió en una rociada cena de embajada, lugar donde es asiduo y servil con los poderosos.

¡Un Presidente de la Corte Suprema de Justicia haciendo un escrito a favor del acusado que después condena, sin rubor, creo que no tiene nada de San!

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