Dominique Jamet

Sin mandato de la ONU, totalmente solo en el seno de la Unión Europea, sin el aval del Parlamento, ignorando con arrogancia la oposición de la mayoría de los franceses (64% según los últimos sondeos de opinión), Francois Hollande mantiene su decisión de colgarse de las botas del Tío Sam metiéndose ciegamente y metiéndonos de paso a nosotros [Francia. NdlR.] en una operación absurda que no nos atreveríamos a realizar sin Estados Unidos, y que Estados Unidos podría perfectamente realizar sin nosotros.

¡Linda pareja, la del elefante y la mosca! Vamos a hacer de extras tontos en una película cuyo productor, director y guionista están en Washington. Sin más objetivo que respetar las promesas apresuradas que el presidente y el ministro de Relaciones Exteriores franceses han venido prodigando a los representantes de una oposición de la que nadie sabe con exactitud a quién representa, y porque el presidente de Estados Unidos está obligado, para no quedar mal, a respetar su solemne compromiso de hacer el papel de gendarme si el conductor sirio se sale de la «línea roja».

¿De qué se trata exactamente? En ningún caso de ir a la guerra, según parece, ya que reconocer, financiar, entrenar, equipar, armar a uno de los dos beligerantes y bombardear a su adversario no es participar en la guerra. Tampoco se trata de derrocar el régimen al que no hemos parado de debilitar y cuya caída hemos deseado públicamente. Sólo se trata, por el momento, de intimidar, de humillar, de poner orejas de burro y de castigar mandándolo de cara al rincón a Bachar al-Assad. De hacerle la última advertencia antes de la exclusión temporal, anterior a la exclusión definitiva.

Es demasiado o demasiado poco. Lo suficiente para ganarnos el resentimiento y probablemente las represalias de uno de los dos bandos sin llegar a satisfacer las necesidades y exigencias del otro. Lo bastante como para que se acuse de nuevo a Estados Unidos y Francia de meter sus narices en los asuntos internos de un país soberano, antiguamente colonizado. No basta, sin embargo, para acabar con el dictador y con el régimen que tenemos en la mirilla.

No serán ni de uno ni de varios ataques –cuyos blancos han sido por demás debidamente advertidos de los que les espera– que saldrá la solución (ni siquiera temporal o militar) de un problema nacional, religioso y político.

Desconcertados por la reticencia y el rechazo de la opinión pública de sus propios países, los dos caballeros del Apocalipsis –uno montado en un pura sangre que no logra dominar y el otro encima de un asno que no quiere avanzar– están tratando de inventar a martillazos una coalición que, a falta de actuar dentro de la legalidad, supuestamente tendría que demostrar que contra Siria se han unido las democracias occidentales y los países musulmanes. Pero sus objetivos no coinciden. Mientras que París y Washington sueñan con instalar en Damasco un gobierno democrático y con preservar la existencia de una Siria multiconfesional, multiétnica y multicultural, Turquía y la Liga Árabe quieren la victoria y la hegemonía del componente sunnita del país y los yihadistas ven en ese conflicto la oportunidad soñada de hacer ondeat sobre un Estado del Medio Oriente las banderas negras del salafismo y de al-Qaeda. Con el pretexto de «castigar» a un asesino, respaldamos a criminales.

Ni el honor de Francia ni el interés nacional están en juego en Alepo, en Homs o en Damasco. La Cámara de los Comunes nos mostró el otro día la más clara y justificada de las puertas de salida negando a David Cameron la autorización de aventurarse en un terreno en el que nada tiene que ir a buscar a despecho de las terribles consecuencias que puede acarrear esa aventura. El jefe del Estado francés se digna a autorizar la Asamblea Nacional a discutir sobre el tema del día el miércoles próximo, quizás antes o quizás después de la intervención franco-americano-turca. Pero será un debate sin voto. Lo cual dice mucho sobre la consideración, la capacidad de acción y el poder que, bajo la Quinta República, se reconocen a la representación nacional [de los franceses].