15. septiembre, 2013 Álvaro Cepeda Neri * Contrapoder

Entonces se disponía a ejercer el poder con su máximo autoritarismo, desde que Lázaro Cárdenas puso el buen ejemplo de cortar por lo sano al ponerle un hasta aquí a Calles y su maximato, después de la reelección y homicidio de Obregón (“¿Que quién mató a Obregón?”… ¡Cálles… se la boca!”). Desde entonces, del lema maderista del “sufragio efectivo no reelección”, a duras penas ha sobrevivido lo de la no reelección. Y aunque Miguel Alemán y Carlos Salinas tantearon el terreno, afortunadamente fracasaron para bien de la República. Lo del sufragio efectivo sin chapuzas, trampas y otros vicios no se ha podido lograr ni con Vicente Fox, ni con Felipe Calderón, ni con Enrique Peña.

Parece que éste también está dispuesto a echar por la borda todos sus compromisos e intereses creados durante sus 6 años de gobernador del Estado de México. En cuyo lapso se dedicó a llevar agua a su molino de precandidato presidencial con la ayuda, consejos y guía del grupo de Atlacomulco; y los recorridos por las gubernaturas priístas de Luis Videgaray, al que apodaron en las columnas políticas como el Hombre del Maletín. Con el arreglo de que sería candidato del PRI a la Presidencia de la República el que estuviera “mejor posicionado”, Peña logró imponerse sin mayores dificultades. Y aprovechando el deterioro del Partido Acción Nacional, sus malos gobiernos, las payasadas de Fox y la corrupción de su segunda esposa que hasta intentó postularse para la sucesión; el sangriento y empobrecedor sexenio de Calderón (ahora en la barra de Hard-Bar) pudo Peña con su imagen y a toda vela por Televisa y las acusaciones de apoyos por Soriana, Monex y viejas trampas y mañas con el acarreo de votantes, ganar la Presidencia de la República.

Peña luchó por obtener una mayoría aplastante en el Congreso de la Unión. No se logró. Pero con su audacia y propuestas al interior de su grupo, inventaron lo del Pacto por México, con lo que ya tiene esa mayoría que le está permitiendo imponer su “estilo personal de gobernar” (consultar el brillante ensayo de Daniel Cosío Villegas El estilo personal de gobernar). Aparte de los que están a la vista, Peña cuenta con un grupo que le genera ideas y propuestas que vacía en su reformismo, con el que ha convertido su política en un espectáculo conocido como pan y circo si tomamos en cuenta que sus programas son para unos pocos: no más de 7 millones de pobres que suman 54 millones; la ayuda a los que no tengan ninguna otra entrada, como los adultos de 65 años y más, y párele de contar. Su reforma educativa-sindical y de telecomunicaciones, con todo su peso autoritario, no llevan el viento a su favor, y eso que encarceló a la cacique-depredadora Elba Esther Gordillo. Y que los magnates de Televisa y Teléfonos de México ya le dieron su apoyo, más el silencio (del que calla otorga) de Salinas Pliego de Tv Azteca y Canal 40.

No obstante los mutuos compromisos e intereses creados entre Azcárraga y Peña, y que este último apenas si roza al monopolio de Televisa (pero le pasa cuchillo a Slim, quien recompró sus acciones a la baja en el mercado de valores), tiene un poco de que el peñismo quiere demostrar que es un fuerte titular de la Presidencia. Al respecto, motivado por el trabajo periodístico de Juan Villoro titulado Nuestras momias (Reforma, 15 de marzo de 2013), donde cita algunas versiones del punzante humor de Álvaro Obregón, recuerdo otra de ellas, y dudo mucho que Peña conozca tanto las de Villoro como ésta, no obstante que en la Universidad Panamericana (de enseñanza religiosa del Opus Dei) presentó, para su licenciatura, su tesis sobre el presidencialismo de Obregón.

Cuentan que ya como presidente de la República, tras deshacerse de sus enemigos al estilo de Porfirio Díaz (“¡mátalos en caliente!”), uno de sus antiguos compañeros de armas que necesitaba parque, cañones y fusiles, lo fue a ver a Palacio Nacional y le planteó la petición. A lo que de inmediato accedió el Manco de Huatabampo, para sorpresa del general. Todo un cargamento se fletó en varios carros del ferrocarril y Obregón se presentó antes de que su compadre partiera. Sorprendido, éste le dijo a Obregón que no se hubiera molestado. Obregón le respondió que su pedido de guerra estaba completo y agregó: “Compadre, estamos a mano, de cuando usted me salvó la vida”. A lo que el general le contestó que nada de eso. Pero entonces Obregón le replicó: “Estamos a mano, compadre… Pero estoy enterado que te vas a levantar en armas…, así que ahí, en Lechería, te voy a partir toda tu madre…”.

Así Peña con Azcárraga. Éste estuvo en reunión secreta con el mexiquense obviamente para ver si paraba el efecto contra Televisa en la reforma de telecomunicaciones (ver la nota de la reportera Claudia Herrera en La Jornada del 13 de marzo de 2013; no desmentida); asimismo el presidente le habría dicho: “Estamos a mano, Emilio”, pero Azcárraga no se levantaría en armas. Azcárraga y Peña Nieto se arreglaron en lo oscurito, en Palacio Nacional.

*Periodista

Fuente: Contralínea 352 / 16 al 22 de septiembre 2013