15. septiembre, 2013 Fernando Velázquez* Opinión

Después de fracasar en su intento de derrocar al presidente sirio con ayuda de los gobiernos de Arabia Saudita, Catar, Turquía, Francia, Gran Bretaña, Israel y su fuerza internacional de mercenarios, el presidente Obama ha optado por el viejo truco de la mentira y el engaño.

Una añeja táctica usada en los días previos a las guerras contra México, Vietnam, la antigua Yugoslavia, Irak, Panamá, España, Corea y Afganistán, ahora se aplica contra Siria.

El primer mandatario estadunidense y su administración pretenden convencer de haber estado neutrales en la guerra civil en Siria; sin embargo, los medios independientes han ido denunciando la injerencia de Washington y sus aliados en el país árabe.

En agosto de 2011, la reconocida publicación Debkafile reportó que estrategas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) estaban considerando proveer a los disidentes sirios con grandes cantidades de armas antitanques, cohetes tierra-aire, morteros y metralletas.

Cabe preguntar: ¿es esa la forma de apoyar a los manifestantes pacifistas que protestaban contra el presidente Bashar al Assad?

De acuerdo con el director del Centro de Estudios sobre la Globalización, Michel Chossudovosky, las protestas contra el presidente Bashar Al Assad comenzaron sólo unos meses después del arribo del embajador estadunidense Robert S Ford a Siria.

Ford había sido el número 2 en la embajada estadunidense en Bagdad entre 2004 y 2005, trabajando bajo la supervisión de John D Negroponte, cuya misión en el país era aplicar “la Opción de El Salvador en Irak”. En otras palabras, introducir escuadrones de la muerte como hiciera en Centroamérica para llevar “la democracia y la libertad a los izquierdistas manipulados por Cuba”.

El recién nombrado titular de la estadunidense Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés), el general David Petraeus, también jugó un importante papel en las operaciones encubiertas infiltrando los servicios de inteligencia y Fuerzas Armadas de Siria, acota Chossudovsky.

En cuanto al rechazo a las denuncias de armas químicas en manos de “los rebeldes sirios”, basta echar un vistazo a los resultados de “la intervención humanitaria” que hicieran Obama y sus amigos europeos en Libia para “salvar vidas de civiles”.

En 2011, el Wall Street Journal reportó que después del derrocamiento del líder Muamar el Gadafi, un almacén de armamentos era saqueado diariamente por miembros de las fuerzas antigobierno.

En una bodega, misiles soviéticos; en otra, ojivas, así como municiones diseñadas para ser utilizadas con armas químicas. Además, cohetes, granadas antitanque y proyectiles de todo tipo eran tomados por cualquiera que llegara allí con camionetas, tráileres y hasta camiones usados para el transporte de carnes.

La muerte del embajador Christopher Stevens en Bengasi, Libia, sigue provocando debate debido, en parte, a que el hermetismo que rodea su asesinato ha sido vinculado con envíos de armas desde el país norafricano a Siria.

El 25 de octubre de 2012, Fox News reportó sobre un barco “misterioso” cargado con armamentos para ser entregados a los rebeldes sirios.

Si resulta cierto que parte de las armas “confiscadas” a Libia por las naciones agresoras eran enviadas al Sur de Turquía para después ser entregadas a los mercenarios que operan dentro de Siria, sabremos entonces el porqué de la insistencia de la administración de Obama en espiar a los reporteros de Fox News.

También hay que recordar que publicaciones como el diario Telegraph, de Londres, y el Washington Times, de Estados Unidos, han confirmado que terroristas de Al Qaeda en Libia han inundado Siria llevando sus armas consigo para luchar contra el presidente Bashar al Assad.

El nuevo gobierno libio se ha distinguido por su labor entregando armas a los rebeldes sirios. CNN sugiere que la CIA pudiera tener algo que ver con esa operación.

El congresista demócrata Alan Greyson, de La Florida, ha declarado que Obama y miembros de su administración pecan de optimistas al pensar que la Cámara de Diputados del Congreso aprobará los ataques contra Siria, los mismos que, supuestamente, están resueltos a “reducir” la capacidad del gobierno para usar armas químicas otra vez.

El legislador señala que las opiniones expresadas por las bases (los y las votantes) son de 10 a uno en contra de la guerra.

Obama ya dejó ver que él “castigará” al presidente Bashar al Assad con o sin el permiso del Congreso.

Con un lenguaje pleno y sencillo, eso implica la destrucción de la maquinaria de guerra del gobierno.

Al anticipar esa reacción de Obama, el congresista Rand Paul, de Kentucky, declaró ante la televisión nacional hace unos días que James Madison (uno de los Padres de la patria) repetidamente señaló que, dada la susceptibilidad del Poder Ejecutivo para hacer la guerra, le corresponde constitucionalmente al Legislativo aprobar el inicio de un conflicto armado contra otra nación.

Por otro lado, la abogada y economista Ellen Brown apunta a otra razón que explica el deseo de destruir el gobierno de Siria.

Brown dice que las naciones de Irak, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudan e Irán, aparte de tener rasgos islámicos, no tienen membresía en la Organización Mundial de Comercio ni forman parte del Bank of International Settlements (Banco de Pagos Internacionales).

Wall Street intenta obligar a todos los gobiernos del mundo a incorporarse a los bancos centrales y eliminar aquellos que obstaculicen el avance y crecimiento del lucrativo negocio de los derivados bancarios.

Según relata el general Wesley Clark (comandante de la operación Allied Force durante la destrucción de la entonces Yugoslavia y comandante aliado supremo de la OTAN de 1997 a 2000), sólo unos días después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, él fue informado que los gobiernos de los países mencionados ya habían sido seleccionados para ser derrocados.

De éstos, sólo Líbano e Irán todavía no han sido envueltos por maquinaciones militaristas de Washington y sus aliados. Y si Ellen Brown sabe de lo que está hablando, Wall Street está moviendo sus influencias para que el Pentágono y agencias de inteligencia “hagan el trabajo sucio castigando” a los gobiernos que no acatan sus deseos y caprichos.

En cuanto “al crimen” cometido por Siria por el supuesto uso de armas químicas, el líder del grupo de naciones que intenta lincharlo, Estados Unidos, roció toneladas de Agente Naranja en Vietnam para defoliar las zonas verdes dando muerte a 400 mil vietnamitas y enfermando a un sinnúmero de sus propios soldados.

Además provocó el nacimiento deforme de medio millón de niños vietnamitas.

Años más tarde, Estados Unidos vendió armas químicas al gobierno de Sadam Husein y luego envió tropas para enseñar a los iraquíes cómo usar el equipo contra efectivos iraníes.

El aliado estratégico de Washington, Israel, también usó armas químicas (fósforo blanco) contra la población palestina en Gaza, pero en esa ocasión los barcos de guerra estadunidenses, franceses e ingleses no apuntaron sus misiles cruceros contra Tel Aviv por “haber violado la norma” internacional sobre el uso de esas armas.

Lawrence Davidson, profesor de historia en la Universidad de West Chester, en Pensilvania, usa un término bondadoso para describir esta contradicción: un “alto gesto de hipocresía”.

Los paladines de la democracia ya han dejado clara su desmedida demagogia al autonombrarse líderes del mundo y miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas sin haber sido elegidos para ese puesto por la Asamblea General.

Por tanto, no debería sorprender a nadie si Barack Obama y David Cameron lanzan un ataque militar contra Siria contradiciendo la voluntad popular en Estados Unidos y Gran Bretaña, o si Washington intenta violar leyes internacionales linchando a Siria y actuando como líder de un vulgar contingente del Ku Klux Klan.

*Periodista en Radio Pacífica en California, Estados Unidos

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Fuente: Contralínea 352 / 16 al 22 de septiembre 2013