Pocas veces una acción militar de Washington es condenada de modo simultáneo en Estados Unidos y en el resto del mundo como ocurre ahora con el empleo de drones (vehículos aéreos no tripulados) en África, Asia, Oriente Medio y dentro del propio territorio estadunidense.

Los aviones no tripulados matan cada día desde el aire (sin pilotos y por una orden a cualquier distancia) a ciudadanos que esa potencia militar considera enemigos en otros países. Hace poco autorizó también su empleo en algunas entidades del propio Estados Unidos.

La consiguiente reacción de los pueblos y muchas veces de autoridades de esos países se expresa tanto en el rechazo diplomático como en acciones armadas de respuesta o, en el mejor de los casos, en manifestaciones de condena en las calles.

La frecuencia e intensidad de esas protestas se corresponden con las del número de ataques con drones, palabra que en español significa “zánganos” y a los que técnicamente se les llama vehículos aéreos no tripulados (o unmanned aerial vehicles, UAV).

Esas respuestas son frecuentes en los Estados más afectados, como Somalia, Afganistán, Irak, Libia, Pakistán y Yemen, este último país arrasado por bombardeos, ametrallamientos y otras operaciones con ese medio durante los últimos meses.

Los ataques mediante UAV que matan africanos, árabes y asiáticos constituyen para Washington su forma más tecnificada de ejecución sumaria contra opositores, aunque muchos opinan que son sólo un método diseñado con el fin de asesinar a distancia.

El presente ciclo de drones, empleados con modelos primitivos desde principios del siglo XX y después de la Segunda Guerra Mundial, comenzó tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, cuando pocos pensaban que un ataque de esa magnitud alcanzaría a Estados Unidos.
Costo ético y responsabilidad

La combinación de escenarios de esos robots aéreos causa una suerte de efecto bumerán contra Washington expresado de dos modos: el rechazo externo e interno por la muerte de personas en otros países, y el generado contra cualquier uso en el país.

El costo ético y la responsabilidad por esas acciones bélicas afectan cada vez más la imagen de Washington en el mundo por la indignación que despiertan los sufrimientos de la población civil atacada.

Pakistán, un aliado de Estados Unidos en la llamada “guerra contra el terrorismo” y el único país islámico con armas atómicas, objeta esa acción de muerte en su territorio, concebida por Estados Unidos.

Activistas de derechos humanos y medios de comunicación denuncian un incremento del uso de estos aparatos, que realizaron en esa nación 360 ataques entre 2004 y 2012 (304 de ellos desde que Barack Obama tomó posesión en 2009), con resultado de unos 3 mil 400 muertos.

La población de Yemen, una de las más agredidas por esas máquinas, cuyo primer ataque recibido fue en diciembre de 2009, experimentó en años siguientes una inusitada secuencia de bombardeos contra presuntos blancos de Al Qaeda.

Estados Unidos, el único que opera aviones no tripulados en la región, triplicó su empleo contra supuestos objetivos islamistas en aquel país árabe, desde la llegada al poder, a principios de 2012, del nuevo presidente Abd Rabbuh Mansur al-Hadi.

La utilización de drones genera enojo entre prominentes ciudadanos yemenitas como la Premio Nóbel de la Paz Tawakkul Karman, quien condenó los recientes ataques y los consideró “denigrantes”.

Esas operaciones siembran la ansiedad y el trauma sicológico en las áreas donde se producen, crean caldo de cultivo para próximas acciones insurgentes de grupos opositores y el incremento de sus bases, según investigadores estadunidenses.

Intereses estratégicos de grandes potencias

Entre las voces de oposición figuran las de pequeños Estados africanos como Ruanda, cuyo gobierno alertó sobre el servicio que éstos prestan a Occidente.

El despliegue de drones en el Este de la República Democrática del Congo (RDC) sólo será útil para los intereses estratégicos de las grandes potencias, según el representante permanente de este país en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Olivier Nduhumgirehe.

Usar estas naves no tripuladas sirve a esos gobiernos para poner a prueba sus armas de guerra en África, afirmó el diplomático en respuesta a recientes informaciones de que estos aparatos serán desplegados en la región.

El Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz, del organismo mundial, informó a Ruanda, Uganda y RDC la intención de activar una unidad de al menos tres drones en el Este de ese último país.

El Consejo de Seguridad argumenta que esas naves serían empleadas por la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo (Monusco), con el propósito de mejorar su gestión en el Estado africano.

Estados Unidos, Reino Unido, Francia y otros miembros de la máxima instancia de la ONU respaldan la propuesta, mientras Rusia, China, Pakistán y Guatemala muestran preocupación ante ella.

Otro hecho significativo vinculado a estos mortales ingenios fue una denuncia en mayo último respecto de que Washington dirige operaciones de drones contra Somalia desde Alemania, cuyo gobierno negó la acusación.

El controvertido ataque sería emprendido por Estados Unidos desde sus bases militares germanas, según el diario berlinés Süddeutsche Zeitung y la televisión pública alemana ARD, aunque el presidente Obama afirma que regulará las misiones con las naves-robot.

Fuerzas estadunidenses destacadas en la base aérea de Ramstein, estado de Renania Palatinado, participan en la misión contra presuntos terroristas en el país africano con vehículos aéreos no tripulados, aseguraron, no obstante, esas fuentes.

Según medios estadunidenses, durante 2012 volaron por el espacio aéreo de Egipto, en apoyo a misiones en territorio afgano y en toda la región del Levante, más de 2 mil aviones militares estadunidenses. ¿Cuántos serían drones?

El ministro de Defensa de Francia, Jean-Yves Le Drian, declaró que su país comprará naves de ese tipo para tareas de ataque y combate, aunque dispone de algunos para misiones de vigilancia que fueron utilizados en Afganistán y durante su intervención en Mali.

Contra la Constitución estadunidense

Las manifestaciones de protesta en Estados Unidos abarcan numerosos estados, como ocurrió en abril pasado cuando cientos de personas se concentraron frente a la Base Aérea de Hancock, en Nueva York.

Unos 300 participantes mostraron su rechazo ante la matanza de civiles por ataques de esas aeronaves, criticada por organismos internacionales, como la ONU, porque ultiman más inocentes que a verdaderos blancos trazados por Washington.

Los manifestantes criticaron la eficacia de estos aparatos, dirigidos por control remoto, muchas veces desde miles de kilómetros y en ocasiones incapaces de distinguir entre aliados o enemigos, o identificar entre combatientes reales y civiles.

Unos 30 detenidos resultaron de 2 días de manifestaciones pacíficas neoyorquinas contra el uso de aviones no tripulados dentro de Estados Unidos y en países de África, Asia y Oriente Medio.

El empleo de drones “va en contra de la Constitución estadunidense”, recordaron los manifestantes que golpeaban tambores, cargaban falsos ataúdes y muchos de ellos vestían ropas con un líquido rojo artificial para simular sangre.

Los protagonistas de la protesta intentaron entregar a las autoridades una acusación contra el presidente Obama y los militares de Hancock, por “crímenes de lesa humanidad”.

Gobernantes estadunidenses han reconocido el uso de drones en su territorio para espiar a nacionales y extranjeros, mientras el senador republicano Rand Paul opina que eso “es espantoso”.

La mayoría de las personas que apoya el empleo de esos recursos autómatas para eliminar al terrorismo o a sospechosos de cometer ese tipo de delito en otros países desaprueba, sin embargo, su empleo en el territorio nacional.

El director del Oficina Federal de Investigaciones, Robert Mueller, por su parte, admite que usa drones en el país “para tareas de vigilancia”, pero aclara que “sólo muy raras veces”.

Fuente
Contralínea (México)