Quizá sea uno de los que más ha escrito respecto de los actos reprobables de Fujimori, Alan García, Toledo, Castañeda Lossio, Alex Kouri, entre otros conspicuos personajes, cuyos ilícitos hay que reprochar siempre. Pueden constatarlo en la Red Voltaire y en la nacional Punto de Vista y Propuesta. Gracias al concurso desinteresado de dos periodistas y amigos: Herbert Mujica Rojas y César Aching Guzmán, cumplí tal cometido.

Por los cipayos de la pluma y pongos de sus corrompidos líderes, que escriben y contestan por ellos, tal vez por una magra pitanza que reciben, fui motejado de lo peor, hasta de loquito, pero jamás de corrupto. Aunque los más prosaicos y diletantes veían en mis frecuentes semblanzas las raíces del odio visceral y el resentimiento. Nada más lejano a la verdad.

En tal virtud, no tuve ningún inconveniente en aceptar varias reuniones, en mi oficina y domicilio, sanborjinos ambos, con el actual abogado de Fujimori, William Paco Castillo Dávila, quien fue mi alumno en la Universidad Villarreal y hasta conocí a un abuelo suyo en el distrito cajamarquino de Chugur, como él conoció y fue contertulio esporádico de mi madre, Esther Díaz Gavidia y de mis hermanos. La modesta docencia que sigo haciendo con quienes fueron mis alumnos, es la misma que pergeño en las redes sociales, a través de cientos de artículos, de corte jurídico y, en particular, del campo penal.

Verdad de Perogrullo: los que viven del honroso deleite de explicar y escribir, y que fuesen de un fuero interno como el mío, no lo hacen por retribución. Tal norte crematístico, natural y humano, lo tuve cuando escribí, edité y publiqué 2 libros: Criminología Peruana, en dos volúmenes, y Proceso Penal Peruano, de los cuales se vendieron varias ediciones, una tras otra sin dilación, de muchos miles de ejemplares. Hasta hice caja mucho más que chica con estas obras que me han brindado holgura económica.

Estando ad portas el juicio oral contra Fujimori por el caso de los diarios-chicha, reunidos en mi domicilio, el 23-8-2013, William Paco Castillo, Herbert Mujica y mi hermano Carlos, mi consejo fue el siguiente:

1.- Que Fujimori reconozca todo lo que sucedió durante su gobierno, 1990-2000, incluidos los ilícitos consumados, de todo jaez;

2.- Que pida perdón y repare a sus innumerables víctimas, también a mí, ya que mi oficina fue asaltada el 3-10-1997, se llevaron el CPU de mi computadora, rompiendo previamente la reja de fierro y puerta de madera;

3.- Que demuestre una actitud de sincero arrepentimiento, aunque no sienta o experimente reales remordimientos de conciencia; y,

4.- Cumplido todo esto, que sugiera o solicite la reconciliación nacional, que podría incluir los posibles indultos, la amnistía con límites legítimos y decentes y arrestos domiciliarios, con prescindencia de las desventuras de su partido político y de sus hijos metidos en política por razón de mero apellido.

Estando en curso el juicio oral por los diarios-chicha, he advertido que mi aconsejado, vía Castillo Dávila, ha desoído todas mis sugerencias. Continúa profiriendo que es inocente, y que seguramente otros hicieron de él cera y pabilo. Vive compulsivo frente al teléfono por figurar y haciendo reminiscencia de cuando fue presidente.

Nunca más me reuní con Castillo Dávila, al considerar que es inútil pretender enderezar al tozudo Fujimori. Prosigue siendo el mismo de siempre. ¡El lobo pierde el pelo, se encanece, pero las mañas quedan incólumes!

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