24-1-2014

En su extraordinario libro Posición Internacional del Perú, Alberto Ulloa Sotomayor, admonizó con fino tacto y enérgico llamado en torno a las relaciones peruano-chilenas. Conviene, ante la desbordada garrulería aquí y acullá, recordar tanta hondura magnífica y verdad maciza. El próximo 27 sabremos del veredicto en la Corte de Justicia de La Haya y entonces constataremos las sinceras y efectivas cuanto que inmediatas actitudes para cumplir dicho fallo.

Leamos.

"Una de las condiciones para que el Perú alcance una personalidad internacional definida e importante, es que se libre de esta falsa tutela de la diplomacia chilena que tantas manifestaciones ha procurado alcanzar.

Es evidente, y ya lo he dicho en otras oportunidades, que liquidamos por el Tratado de 1929 las consecuencias materiales, jurídicas, morales de la Guerra de 1879; que la amistad entre Chile y el Perú es obra del conocimiento recíproco, cada día más a fondo, que conduce a una colaboración leal y sincera; y que debemos estrechar progresivamente esta colaboración. Pero ello no puede significar, en manera alguna, diminución de nuestra personalidad internacional en beneficio de Chile, limitación de nuestra independencia o de nuestra libertad de acción diplomática, ni obligación de proceder de acuerdo con él, salvo en las cuestiones bilaterales o en aquellas en que expresamente lo hayamos convenido.

La amistad del Perú con Chile debe ser sincera y cordial, pero también comprensiva. La paz y las conveniencias recíprocas pueden tener una sólida vía por la que ambos pueblos hagan juntos, pero en la misma fila, su camino. Es posible aún cuando poco probable, que en un lejano devenir de la historia, otras generaciones den mayor peso al interés sobre el sentimiento en las relaciones Perú-chilenas; pero mientras no desaparezcan totalmente las generaciones que hicieron la Guerra o las que recibieron de éstas la tradición oral de los horrores y la tradición escrita de cómo se preparó la agresión y de cómo se quiso prolongarla, en Tacna y Arica, hasta cerca de cincuenta años después de haber cesado las hostilidades militares, la amistad con Chile tendrá que desenvolverse en un camino de dignidad y de vecindad sin intimidad, dentro del cual quepan así como la coordinación de los intereses recíprocos el recuerdo de los agravios sufridos por el Perú como Nación, que las víctimas del injusto sacrificio han nimbado de heroísmo.

Y aún las generaciones del futuro deberán reflexionar largamente sobre la gravitación de la Historia y las demostraciones de los hechos mismos. Unas y otras revelan que Chile se ha sentido siempre el émulo y algunas veces el avasallador del Perú; que la geografía política y económica demuestran la existencia de un abismo entre la potencialidad futura de uno y otro país, porque Chile es un confinado geográfico, mucho más lejos que nosotros de las grandes rutas de la civilización, dueño de un territorio pobre, parcialmente valorizado por un esfuerzo efectivo y tesonero, cerrado contra el mar por un flanco de la cordillera, más allá de la cual se tienden o las regiones fluviales de la gran esperanza, o las mesetas andinas de la mayor riqueza o las planicies atlánticas de la fertilidad y del crecimiento.

Entre tanto el Perú es vasto y rico en productos de que Chile carece, ocupa una posición geográfica central que le da una cierta vocación a ser el fiel del equilibrio político; puede recibir de un modo indefinido o el crecimiento, lento y vegetativo pero seguro, de una población mestiza, dentro de los elementos originales, o la implantación de una población mezclada y mejor, como consecuencia de inmigraciones que alguna vez podrán organizarse e instalarse. El valor económico del suelo, como factor de riqueza, favorece mucho más al Perú que a Chile y sobre la riqueza se erigen las superioridades y se apoyan las supremacías.

El mar mismo, que ha hecho de Chile un país con aspiraciones de potencia marítima y, sin duda, marinero, aventurero y audaz, clama, en el Perú, a lo largo de una costa también inmensa, por la constitución de un poder naval proporcionado con su importancia y necesidades.

Ya una vez la codicia de nuestra riqueza y el afán de adquirir la supremacía marítima, lanzaron a Chile contra nosotros. El mundo evoluciona, la América perfecciona su estatuto jurídico del que puede esperarse que sobreviva a las espantosas convulsiones del Derecho y de la Moral en el mundo a que estamos asistiendo; las generaciones imperialistas en lo político y rapaces en lo económico, van perdiendo la hegemonía, casi el monopolio de que han disfrutado en Chile durante más de un siglo y van siendo reemplazadas, como en otras partes, por generaciones más imbuidas de un sentido de fraternidad humana. Pero el Perú debe vivir desconfiado y alerta. Puede y debe ser amigo de Chile y poner en esta amistad un sincero deseo de hacerla efectiva y de perpetuarla sin sombras, pero teniendo siempre presente que bajo de ella pueden incubarse, desenvolverse y tomar posiciones otras ambiciones chilenas, en formas en parte previsibles y parte no. En los pliegues del manto de la paz se suelen encubrir las espadas y sería insensato un pueblo que dejara las suyas, mientras el amigo, que puede disfrazar al enemigo, avanzara con la mano tendida pero sin despojarse de aquellas y sin deponer su reflejo en la codiciosa mirada."

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