18-2-2014

Han pasado los días suficientes desde el 27 del mes pasado en que Perú tomó conocimiento del fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya y entre una de las más lacerantes conclusiones el pueblo fue noticiado que la inacción, silencio, morosidad, ineficiencia, dejadez, pusilanimidad y falta de patriotismo de los sucesivos gobiernos y diplomacia nacional contribuyeron a que los jueces determinaran que había con Chile una explícita frontera marítima. ¿Hemos visto, frente a semejante y monstruosa verdad, algún mea culpa de la diplomacia peruana? Hasta hoy continúa el festival de homenajes.

Por eso, con energía que suscribo plenamente, ha escrito César Hildebrandt en el penúltimo número de su publicación:

"Y los idiotas de 1952, 1954, 1968 y 1969 son, gracias al fallo de La Haya, más idiotas que nunca porque admitieron que un trato sobre la pesca fuera, explícitamente, una demarcación de mares que las concesiones sobre enfilamiento de señales confirmaron. Y esas viejas pústulas, que comprometen a nuestra diplomacia durante tantos años, son las que hoy han reventado y las que pretende ocultar el “patriotismo” gregoriano del periodismo delivery.

No es todo.

Desde largos años atrás, habíamos escrito sobre la suscripción por parte de Perú y vía el entonces Secretario General de Cancillería, embajador Javier Pérez de Cuéllar, en 1968 y 1969, de documentos que admitían la existencia de una frontera marítima con Chile. Hasta hoy aquellos no figuran en la página web del ministerio de Relaciones Exteriores o son de amplio conocimiento público. No obstante, el fallo de la Corte Internacional de Justicia los consideró determinantes para su veredicto en torno a una explícita aceptación del Perú de un límite en el mar.

A esto se llama con un solo nombre: ¡traición!

¿Estuvo solo Javier Pérez de Cuéllar en el convite? Desde 1968 a la fecha pasaron los gobiernos de Velasco, Morales Bermúdez, Belaunde, Fujimori, Paniagua, Toledo, García y el actual de Humala y numerosos cancilleres. ¿Qué, ninguno de ellos, a pesar de las denuncias y textos periodísticos, pudo tomar cartas en el asunto? Más aún: Alan García Pérez se refirió a las acciones de Pérez de Cuéllar a fines del 2005 y luego se "olvidó" de la materia. ¿Es posible echar tierra y desmemoria a temas tan delicados?

Pérez de Cuéllar fue titular de Relaciones Exteriores, canciller, durante el gobierno de Toledo y su acción más connotada, porque no corrigió ni intentó siquiera enmendar su monstruosa impostura, fue promover que Perú adhiriera a la Convención del Mar. Ciertamente la maniobra, como no podía ser de otro modo, ¡fracasó!

Si de olvidos se trata, tampoco otro canciller de Toledo, Diego García Sayán, tuvo la previsión y sabiduría de enmendar la alusión al paralelo que se hizo en la declaración de 1947 sobre las 200 millas que suscribió su padre Enrique García Sayán. Y, nuevamente, RREE perdió otra oportunidad sensible frente a lo que sería la confrontación con Chile a partir del 2008.

¿Por causa de qué hoy abundan los festejos y las congratulaciones en Cancillería y no existe el mea culpa que debería proclamar la diplomacia con sus disculpas al pueblo del Perú? Las toneladas de frases que hagiógrafos y turiferarios rentados pronunciaron en los medios de comunicación, no disimulan la evidentísima, clamorosa y atroz inconducta del ministerio que debió custodiar la limpieza diáfana de la posición peruana que fue ensuciada en 1968 y 1969 por un personaje a quien NO se ha enjuiciado con la energía que una traición demanda.

¿Puede la Academia Diplomática, forjadora de jóvenes valores, seguir llamándose como hasta hoy? ¿se podría nominar Petain a la entidad educadora en el Quai de d’Orsay? Como se recuerda ese militar francés capitaneó el gobierno galo en Vichy durante la ocupación nazi y fue colaboracionista con el enemigo, degradado y condenado a muerte aunque se le cambió luego la pena por prisión perpetua.

No descartemos el control de daños que puedan ejercer quienes aún quieren ocultar o tapar con un dedo la luz oprobiosa y vergonzante de la traición. Acaso la bellaquería de ex cancilleres también se atreva a hacer espíritu de cuerpo. Sin embargo de esas típicas e hipócritas costumbres peruanas, hay dos lazos señaladamente "raros" que les caracterizan: 1) su silencio cómplice de largos años; y, 2) todos ellos fanáticos de la adhesión del Perú a la Convención del Mar, como hoy pregona urbi et orbi, Chile después de La Haya. ¿Coincidencia o qué?

Cuando los peruanos aprendan a hablar claro y directo, divorciados de la hipérbole y del circunloquio que todo lo enmascaran y convirtiendo a imbéciles en analistas, internacionalistas, estrategas y formadores de opinión, entonces al pan se llamará, pan y al proditor, proditor. Nuevamente, la figura gigantesca y moral de Manuel González Prada adquiere contornos monumentales: ¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

Es hora que Perú se dé su Propia Respuesta y que los diplomáticos jóvenes sean ciudadanos militantes en defensa del país ajenos a los enjuagues de apóstatas frívolos, jugadores mediocres y que hoy se hacen notar por puestitos internacionales en dólares y euros.

¿Puede un patriota callar? ¡De ninguna manera! Y como se puede probar que cuanto se escribió lustros atrás contuvo potente verdad en sus aserciones y respecto de los sucesos que la Corte Internacional de La Haya, confirmó, hay que seguir en esta dulce como arriesgada tarea de construir un Perú libre, justo y culto.

Saludo a embajadores, ministros y secretarios, ellos saben que NO miento y merecen mejores y más probos adalides en su institución pagada por los impuestos de los peruanos.

El pueblo juzgará a sus protagonistas. Y, acaso, también sabrá evaluar, lo que modestos periodistas hicieron plenos de convicción y amor por el Perú.

¿Hasta cuándo no hay mea culpa?

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