Por Ghaleb Kandil

Lo sucedido en Ucrania es un golpe de Estado preparado por los servicios de inteligencia occidentales para modificar los nuevos equilibrios mundiales, que amenazan la hegemonía unilateral de Estados Unidos.

El objetivo es poner a prueba las posibilidades de limitar el ascenso de Rusia como fuerza capaz de competir con Estados Unidos, de dirigir una alianza en pleno desarrollo económico y de defender el proyecto de implantación de nuevas reglas del juego en la escena mundial. Esas reglas se basarían en una asociación justa y equilibrada en la que participarían las potencias emergentes, o sea Rusia, Irán, China, la India, Sudáfrica, Brasil y otros países.

La visión estratégica estadounidense, que consistía en utilizar la supremacía militar, económica y tecnológica para impedir el surgimiento de una potencia competidora, data de hace un cuarto de siglo. Esa visión, desarrollada en un informe del Consejo de Seguridad Nacional, fue ampliamente analizada y comentada por el importante investigador francés Alain Joxe en su libro L’Amérique mercenaire, donde el autor evoca la arrogancia de la guerra desatada para castigar Estados, gobiernos y movimientos hostiles a la hegemonía mundial de Estados Unidos.

Efectivamente, la invasión desatada contra Irak en 2003 fue considerada por numerosos analistas como una exhibición de fuerza destinada a intimidar a los adversarios basándose en una violación flagrante de la Carta de las Naciones Unidas, organización que los estrategas estadounidenses querían destruir, para reemplazarla por la OTAN como estructura destinada a dirigir el mundo.

Hay que recordar que, en aquel contexto, los adversarios de Estados Unidos evitaron la confrontación. Sólo Siria, partiendo de sus principios nacionalistas árabes, se opuso a la invasión desatada contra Irak y a los planes que Washington había trazado para la región y para el mundo. Junto a Irán y la Resistencia, Damasco se opuso a 3 grandes guerras que Washington desató –a través del ejército israelí– contra el Líbano y Gaza.

La nueva agresión colonialista estadounidense contra Siria, iniciada hace 3 años, se estrelló contra la determinación de la dirigencia siria, de su ejército y de amplios sectores de la población, que cerraron filas bajo la dirección del presidente Bachar al-Assad. Esa voluntad de resistencia es lo que ha permitido a Rusia, Irán y los países del grupo BRICS establecer nuevas ecuaciones mundiales, obligando así a Washington a renunciar a su proyecto de agresión militar directa contra Siria, a negociar con Irán y a reconocer el papel de este último país en la escena regional. Esas nuevas ecuaciones han podido consolidarse gracias a la participación del Hezbollah en los combates contra los mercenarios takfiristas enviados a Siria desde 60 países, lo cual reconoció el rey Abdallah de Jordania el pasado sábado.

Todos esos acontecimientos han obligado a Estados Unidos a regresar a una asociación internacional y al Consejo de Seguridad de la ONU, ahora bajo las condiciones del veto chino-ruso que dificulta los planes estadounidenses. Debido a la determinación de Rusia, de Irán y de China, Estados Unidos no ha logrado imponer su visión de una asociación bajo su propia dirección.

Es en ese contexto que comenzó la aplicación del plan de provocación y de agresión directa contra Rusia, como medio de atar las manos a la potencia imperial creándole preocupaciones en su propio traspatio. Ese complot provocó una respuesta rusa de la misma envergadura: la anexión de Crimea a raíz de un referéndum popular. Esa rápida reacción hizo fracasar el plan estadounidense, cuyo objetivo era doblegar a Moscú e imponer la lógica de Washington de creación de una asociación mundial bajo su dirección.

La crisis ucraniana abre el camino a una confrontación a escala mundial, en el marco de una nueva guerra fría, ante la arrogancia de Estados Unidos, país que arrastra en su estela a una Europa débil y dividida, sobre todo porque los intereses nacionales de Alemania divergen de los de muchos de sus socios europeos.

Ahora que Rusia hizo prevalecer sus intereses nacionales ante el plan de Estados Unidos, el Occidente colonialista prosigue sus provocaciones a través de sanciones y de sus nuevos intentos de penetrar en la esfera de influencia de Rusia, tratando de ampliar la OTAN a otras repúblicas ex soviéticas.

Ante esa posición agresiva, el presidente ruso Vladimir Putin, con el respaldo de la aplastante mayoría de la opinión pública rusa y rusoparlante, ha puesto en ejecución su plan estratégico de reunificación de la Rusia histórica, según el importante discurso que pronunció ante la Duma. Eso significa que el imperio ruso está decidido a enfrentarse a Occidente hasta que este último se decida a retroceder y aceptar las reglas de la nueva asociación internacional equilibrada que propone Moscú.

La Rusia histórica va más allá de las fronteras de la antigua Unión Soviética y abarca todos los Estados eslavos y ortodoxos de Europa. Los expertos europeos saben que Rusia también mira hacia Grecia.

El éxito de Rusia pasa obligatoriamente por la continuación de su apoyo a Siria y el fortalecimiento de su alianza con ese Estado, cuya resistencia ante los planes occidentales ha permitido a Moscú la adopción de posiciones sólidas y firmes ante Estados Unidos y sus aliados.

Son numerosos los medios y opciones que Rusia puede utilizar en su confrontación con Occidente y van desde el uso de su poderío económico y las ventajas demográficas que representa la presencia de millones de rusos en las repúblicas de la antigua Unión Soviética hasta la formación –con sus socios del grupo BRICS– de un frente económico, político y estratégico, dotando a ese conjunto de Estados de una estructura bancaria capaz de hacer frente a la hegemonía estadounidense.

Y si bien el equilibrio nuclear constituye una garantía de que se evite el enfrentamiento directo entre Rusia y Estados Unidos, no pueden excluirse las guerras regionales en las que las grandes potencias se enfrentan a través de sus aliados. Eso es lo que está ocurriendo en Siria desde hace 3 años y es una posibilidad que puede extenderse a otras regiones.

Hechos

  • Citando fuentes militares, el diario An-Nahar reporta que el ejército israelí ha enviado refuerzos al Golán y subraya que, a pesar de todo lo que acontece en la región, el enfrentamiento con el Hezbollah sigue siendo la mayor preocupación de Israel. El diario agrega que desde que el Hezbollah se sumó a los combates junto al régimen sirio, la situación a lo largo de la línea azul parece menos estable que antes. Israel teme, según las mismas fuentes, que el Hezbollah aproveche la situación en Siria para conseguir misiles de largo alcance.
  • El diario Al-Akhbar escribe que, como consecuencia de la salida a la luz del día del diferendo entre Arabia Saudita y Qatar y la decisión de Riad de inscribir organizaciones islamistas como al-Qaeda, el Frente al-Nusra y el EIIL [Emirato Islámico en Irak y el Levante] en su lista de organizaciones terroristas, los islamistas de Trípoli [norte del Líbano] se han tragado la lengua y se encuentran en un estado de confusión tan grande que la mayoría de ellos se niegan a comentar el asunto en público, en espera de que se decante la situación.
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