26-3-2014

La amenaza se sucede tumultuosa e inequívoca: los últimos distritos de La Libertad son ganados por fuerzas no apristas. En buen castellano, alternativas populistas y hasta mafiosas desalojan al partido de Haya de la Torre en su tierra natal. Como los jíbaros reducidores de cabezas, los alanistas, han limitado al Apra a los vergonzosos motes de rateros, inmorales, delincuentes, como se espeta a los militantes de esa agrupación por todo el país.

¿Esperarán los que quedan y que aún se reputan como apristas en La Libertad a perder en octubre próximo la alcaldía provincial y el gobierno regional para reaccionar? El cuestionamiento es más doloroso aún: ¿tienen alguna capacidad como para extirpar el cáncer alanista o alea jacta est?

El partido que antaño movilizara multitudes hoy se ha enanizado a grupetes crematísticos que defienden a núcleos de poder, su principal adalid está a punto de ser inhabilitado por los narcoindultos y sobrecostos en colegios emblemáticos. Y ¡por supuesto! que en Trujillo, La Libertad, se pierda ¡importa un ardite! porque no está aquello inscrito en su egoísmo formidable de capitán de patota y odiador de Víctor Raúl.

La única colectividad política en Perú que logró juntar al compás de sus principios programáticos al trigueño, negro, zambo, blanco, amarillo, a la policromía nacional sin distingos ni escalafones, salvo los ganados en la lucha popular, hoy no existe y debe alquilar, como hacía el civilismo más grosero, manadas de extraños y lumpen al por mayor, como pudo observarse en el Campo de Marte el 21 de febrero, fecha en que hasta la tradicional Marsellesa fue reemplazada por una cumbia o algo así.

Los jíbaros alanistas sólo son hábiles profiriendo dicterios pues carecen de formación ideológica, a menos que las encíclicas: "cómo es la mía" o "la plata llega sola", hayan alcanzado canonización devota y dineraria. Lo que es peor, viven defendiendo a una persona que les somete con promesas o por el ejercicio vil del chantaje porque les conoce prontuarios y les puede regalar carcelería de inmediato. Y si no es así ¡que consulten con Rómulo León!

Conviene preguntarse ¿qué defiende el alanismo? ¿Será, de repente, la lucha antimperialista a través de la integración latinoamericana de pueblos para una respuesta moderna y soberana? ¡Nones! Entonces ¿se pronuncia en cuanto al desarrollo energético del gas como herramienta geopolítica e impulsadora de la unión nacional? ¡Nones! ¿Algún plan de industrialización que genere puestos de trabajo por decenas de miles y coadyuve al desarrollo exportador con valor agregado del Perú? ¡Ni pensarlo! El alanismo procaz, vulgar y circunscrito en torno a un inescrupuloso, sólo quiere el imperio y la farra en Palacio ¡por tercera vez!

Cuando ocurra la tragedia cuasi inevitable en La Libertad, los analistas dirán sus salmodias y consuelos, los alanistas, esa caterva de rufianes pro domo sua, berrearán cualquier cosa aunque nadie les crea. ¿Es un fuera de serie el que los echa manipulando la voluntad popular? Acuña no pareciera encajar en esa categoría extraordinaria, es el óxido, la falta de renovación, el agotamiento exhaustivo de unos majaderos que entendieron la política como una exacción y una mala forma de vivir a cuerpo de rey del dinero del pueblo. Y los resultados serán los mandatorios y concluyentes de lo que se avecina.

Que el alanismo sólo tenga cuatro legisladores en el actual Congreso representa la clarinada ciudadana de qué ocurre cuando el pueblo castiga a los inmorales: no los vota pero sí los bota de municipios y gobiernos regionales.

Al modo de los jíbaros, los alanistas redujeron al Apra a su más vergonzosa presencia electoral y nula capacidad de convocatoria en el alma popular.

¿Creerán estos que nadie se da cuenta de semejante expoliación? ¡Qué equivocados que están!

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¡Jíbaros alanistas!
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