Las canonizaciones de dos papas con actitudes y discursos contrastantes forman parte de la ostensible estrategia de Bergoglio para tratar de ganar popularidad mediante desplantes mediáticos que a veces suponen hacer malabarismos entre corrientes opuestas de la Iglesia.

Con la canonización de Juan Pablo II, Bergoglio complace a los grupos antiabortistas y a otros sectores conservadores, mientras que con la de Juan XXIII mantiene su imagen de pretendido renovador del clero.

Al margen de los designios pontificios, con motivo de la canonización, medios de comunicación como la radio y la televisión, manejados por grandes intereses económicos y políticos, trataron de magnificar la imagen de Wojtyla y de anular o disminuir la de Roncalli, quien fuera promotor del Concilio Vaticano II.

Finalmente, y a excepción de los militantes católicos, las canonizaciones despertaron poco entusiasmo en un mundo que vive tiempos marcados por el predominio absoluto del capitalismo, la influencia de internet y la mayor longevidad gracias a los avances de la medicina.

Actualmente, gracias a internet, se tiene más libertad para denunciar y debatir la corrupción en el clero católico, por lo que éste ha perdido credibilidad, es decir, todos esos factores que contribuyen a minar la autoridad de la jerarquía católica basada en anacrónicos dogmas acerca de la revelación divina, la infalibilidad pontificia o la vida de ultratumba.
Una santidad peculiar

A pesar de que el ultraconservador Juan Pablo II siempre fue santo de la devoción del coro mediático conformado por televisoras, cadenas de radio y algunos periódicos, hoy en día su gestión es cada vez más cuestionada.

Una de las principales críticas se refiere a la protección que dispensó a pederastas encumbrados, como el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, quien por otro lado abanderó con entusiasmo las ideas de Juan Pablo II centradas en la represión de la sexualidad.

Sin embargo, el largo pontificado de Wojtyla debe ser juzgado desde un punto de vista más general, de acuerdo con las principales tendencias que promovió el expontífice: la sexofobia y el anticomunismo.

La oposición al aborto, a los anticonceptivos y al condón fueron temas cotidianos de las predicaciones de Juan Pablo II, con lo que la Iglesia de aquella época se convirtió en el principal obstáculo a los proyectos de salud sexual y reproductiva.

El otro aspecto de su pontificado fue su lucha contra el orden socialista, empeño en el que tuvo un papel protagónico junto con mandatarios estadunidenses como Ronald Reagan y George Bush.

Puso al servicio de esas causas deplorables sus privilegiadas dotes mediáticas, por lo que no se le puede considerar un personaje benéfico para la humanidad.

Días antes de su canonización –a la que acudieron, entre otros, la esposa de Enrique Peña Nieto y el expontífice Benedicto XVI– el vocero del Vaticano, Federico Lombardi, puntualizó que Juan Pablo II fue santo, pero no perfecto, y que en que en sus 26 años de pontificado hubo aspectos negativos.

Juan Pablo II fue, y sigue siendo, emblema de los grupos conservadores y de la ultraderecha católica en todo el mundo. Y el peso de esos sectores dentro del clero explica el trato privilegiado que recibió al ser canonizado con inusual celeridad luego de que su sucesor, Benedicto XVI, decretara la dispensa de los 5 años que, según la ley canónica, deben pasar antes del inicio formal de un proceso de canonización (http://pulsoslp.com.mx/2014/04/23/juan-pablo-ii-fue-santo-no-perfecto-dice-el-vaticano/).

Los grupos antiabortistas lamentaron la muerte de Juan Pablo II y celebraron su canonización. Magaly Llaguno, quien fuera dirigente del grupo Vida Humana Internacional, afirmó que “con la muerte de Juan Pablo II, todos los que trabajamos en defensa de la vida y especialmente los católicos hemos perdido un gran paladín” (http://vidahumana.org/vida-humana-internacional/item/1192-juan-pablo-ii-%C2%A1palad%C3%ADn-del-derecho-a-la-vida).

Llaguno fue una exiliada cubana que desde Miami, Estados Unidos, coordinó acciones de grupos antiabortistas de diferentes países de América Latina, filiales de esa organización.

La canonización de Wojtyla sacó a relucir los resabios medievales de la ultraderecha polaca.

Como se anunció en medios clericales, un grupo de jinetes de la Hermandad de Bratian, al Norte de Polonia, viajarían desde ese país para acudir a la ceremonia vestidos con las armaduras de caballeros medievales, o con uniformes de húsares y ulanos (Desde la Fe, 895, del 20 al 26 de abril de 2014, página 7).

Dicha participación tiene su antecedente en la que llevaron a cabo hace 800 años dos gobernantes prusianos que adoptaron el cristianismo ante el papa Inocencio II (1130-1143).

La canonización de Wojtyla fue motivo de regocijo para sectores aislados del activismo católico conservador en México.

En León, Guanajuato, donde todavía tienen algún poder de convocatoria la jerarquía católica y el Partido Acción Nacional, unas decenas de fieles se reunieron con motivo de las canonizaciones en una parroquia en construcción dedicada a Juan Pablo II (www.milenio.com/region/Fieles-canonizacion-Juan-Pablo-II_0_289171182.html).

La canonización de Wojtyla fue también pretexto para que algunos políticos, como el priísta Eruviel Ávila, gobernador del Estado de México, cultivaran sus relaciones con la jerarquía católica. Al día siguiente de las canonizaciones, Eruviel acudía a la colocación de la primera piedra de los santuarios que se construirán en honor de Wojtyla en lugares como Ecatepec –tantos años regido por el millonario obispo Onésimo Cepeda– y Huixquilucan, donde se ubican exclusivas zonas como Interlomas y Lomas de Tecamachalco.

Fuente
Contralínea (México)