Un liderazgo mundial alejado de los operativos bélicos. Eso es lo que propuso Obama hace apenas unas semanas durante la ceremonia de graduación de los cadetes de la prestigiosa academia militar de West Point. ¿Acaso ello significa un mundo sin conflictos? No, en absoluto. El presidente no dudó en detallar los supuestos de una posible intervención militar estadunidense. Entre ellos figuran: el uso de la fuerza si los intereses de Estados Unidos están amenazados, las acciones directas, como captura de terroristas o ataques con drones, la movilización de los aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en caso de una amenaza indirecta contra los intereses estadunidenses, la creación de un fondo dotado con 5 mil millones de dólares para el desarrollo de tácticas antiterroristas, el aumento de las inversiones en los países dispuestos a intervenir en misiones de paz o lucha antiterrorista… Para lograr estas metas es preciso que Estados Unidos trate de estrechar la colaboración con la OTAN, la Organización de las Naciones Unidas, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Estiman los politólogos que la nueva doctrina de Obama trata de acabar con el intervencionismo de la era Bush, sin decantarse por el viejo y muy ansiado concepto de aislacionismo. Hasta aquí, el mensaje parece claro y coherente. Sin embargo…

Pocos días después del sonado discurso de West Point, Obama anunció, esta vez en Varsovia, Polonia, que Estados Unidos se comprometía a reforzar el flanco oriental de la OTAN destinando una aportación extraordinaria de 1 mil millones de dólares, que permita incrementar la presencia militar estadunidense en el continente europeo. Obama hizo especial hincapié en el aumento de los efectivos estadunidenses estacionados en el Viejo Continente, la capacitación de las Fuerzas Armadas de la Alianza Atlántica, la celebración de maniobras conjuntas, la ayuda a Ucrania, Georgia y Moldavia, así como la presencia naval en el Mar Báltico. En la segunda parte de su mensaje, dirigido a los aliados occidentales, el presidente reclamó una participación activa de los estados miembros de la OTAN a los gastos de defensa. ¿Otra contradicción?

Aparentemente el Premio Nobel de la Paz 2009 no se contradice. La Alianza Atlántica no tiene intención de estacionar tropas de combate en el Este de Europa para responder a la política agresiva de Rusia en Ucrania, como exigen el gobierno de Polonia y las autoridades de los países bálticos. Oficialmente, la OTAN está dispuesta a respetar el Acta Fundacional OTAN-Rusia de 1997, que descarta el estacionamiento permanente [de un contingente] sustancial y adicional de tropas de combate en el Este de Europa. Y ello, pese a la anexión ilegal de Crimea por Rusia.

Sin embargo, la defensa de la democracia en Ucrania (pero, ¿cuándo hubo democracia en Ucrania?) y de los valores occidentales –otra gran incógnita en el contexto de la geopolítica regional– han facilitado el traslado a los confines de la Federación Rusa de tropas, aviones y buques de guerra de la Alianza. De hecho, en Polonia, Estonia, Lituania y Rumania hay aviones caza, pertenecientes a las Fuerzas Aéreas de Francia, Reino Unido, Dinamarca y Canadá. En el Mediterráneo oriental se encuentran barcos estadunidenses, italianos, alemanes y daneses; en el Báltico, navíos de guerra alemanes, belgas, polacos, noruegos y holandeses. En resumidas cuentas, todo un despliegue para proteger a los aliados de Europa oriental. Oficialmente, la OTAN pretende implicarse a largo plazo en la crisis de Ucrania. Extraoficialmente…

La guinda la pone el secretario general de la Alianza Atlántica, el danés Anders Fogh Rasmussen al afirmar: “Rusia nos considera ahora su adversario. Sus motivos tendrán…”

Fuente
Contralínea (México)