La luz de la penumbra de la noche cae sobre el cansancio de mis párpados, no logro distinguir nada, hasta que de repente un árbol de durazno casi sacado del pincel de algún pintor francés resplandece ante mi vista, es frondoso y vigoroso.

León, en sus setentas, prende la linterna y yo lo sigo, el sendero es amplio ¡yo lo he plantado! me dijo, mientras sus brazos débiles intentan sacar los frutos del árbol para regalármelos, -no los merezco, León, gracias-, pero él es de ese grupo de humanos en extinción que es agradecido.

No hemos ido con Elena su esposa, ella está delicada y usa silla de ruedas, de tal forma que es imposible que pueda salir de su casa con frecuencia, lo positivo es que se las ha ingeniado para ya no tener que cocinar de pie.

Ha preparado para mí un gran y suculento cuy a la olla, con ensalada y papas sancochadas, una delicia, me paso con ellos una noche cálida en agradable tertulia, he comido tanto, hasta la saciedad, veo mi vientre, sonrío y pienso que luzco como de unos tres meses de embarazo con tanto alimento que me han dado y, por supuesto, ni corta ni perezosa, me he comido hasta los huesitos de las costillas de aquel animalito.

Ellos viven en un distrito pobre, muy pobre, de Carhuaz, cerca de Huaraz, en la sierra de Perú y aunque no tienen nada en términos materiales, viven rodeados de animales que crían y venden, de ese modo sobreviven, me llama la atención que siendo tan humildes se alimenten tanto y tan bien.

Esa noche me despedí, quedamos en vernos a la mañana siguiente. En mi recinto de descanso mi alma llora al constatar tanto dolor.

Alguna vez León y Elena fueron jóvenes y soñadores, y lo más tierno es que se amaron mucho, quizá demasiado, casi bordean los ochenta, y se ve incontrastablemente que a pesar de los problemas, enfermedades y adversidades, su amor es como un roble majestuoso.

Hago caso omiso del frío, salgo al jardín con una bata polar ,voy tiritando mientras camino y veo las estrellas , siento que el cielo pretende conocerme y no lo hará jamás, el viento hace círculos con mis cabellos , veo el césped mojado y mis botas llenas de barro, mientras voy de regreso a mi cuarto huelo el jazmín, mis lágrimas caen, queriendo detener el tiempo, para que ellos, Elena y León nunca hubieran tenido que sufrir así, cuanta impotencia, ¡Dios, algo tienes que hacer allí!

Elena se pone sus mejores tenidas cuando voy a visitarla, me he sentido parte de sus vidas, ya los he visto muchas veces, hemos compartido incontables situaciones, he llorado con ellos, ha sido inevitable, he apoyado a Elena, ella tiene mal de Parkinson y una vez más, nadie, la puede sanar.

Con el tiempo León nunca perdió la paciencia y tolerancia con su esposa, él es su médico, cheff y enfermero, y después de casi cincuenta años juntos, él la sigue llamando: "Mi amor".

Un tiempo atrás supe que el "León Fuerte", había sido vulnerado, su salud se resquebrajaba, y algunos médicos mencionaban el terrible cáncer, imagino que a él lo único que le debe haber preocupado, incluso en esos momentos, es no poder atender a su inseparable y eterna princesa Elena.

He realizado este vídeo para documentar que el amor en efecto todo lo soporta, es bondadoso no es presumido, ni orgulloso, egoísta, envidioso ni jactancioso, no es grosero, no se irrita, y no guarda rencor.

Si pudiera premiar a un hombre enamorado con una estrella en el boulevard de Hollywood, sin duda el gran premio se lo daría a León.


 Para mi Judío de los 33
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 Ante Dios un pliego de reclamos
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 ¡Adiós Aristóteles!
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 Chimbote: crónicas de una bahía
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 ¡Las noches que te soñé!
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 ¡Mujer los 365 días del año!
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 ¡Mujeres de papel, aprendiendo a leer corazones!
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 ¡Te amo América hermosa, te amo mamá!
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 Una sonrisa de regalo para ti
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 Los del 2004
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 Feliz día papá!
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 De charcos, simpatías y admiraciones
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 Frejoles con amor que caviar y lujos vacíos
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