Italia, como país miembro de la OTAN, tiene que dedicar al gasto militar un promedio de 52 millones de euros diarios, según los datos oficiales que proporciona la misma OTAN, aunque esa cifra es en realidad superior y el SIPRI [1] la cuantifica en 72 millones de euros al día.

En virtud de los compromisos que el gobierno ha contraído en el marco de la alianza atlántica, el gasto militar italiano tendrá que elevarse a más de 100 millones de euros diarios.

Eso constituye un colosal desembolso de dinero público, sustraído a los gastos sociales, desembolso que podría reducirse drásticamente si Italia saliera de la OTAN.

La alianza atlántica está aplicando una estrategia expansionista y agresiva.

Después del fin de la guerra fría, la OTAN destruyó la Federación Yugoslava mediante la guerra; absorbió todos los países del antiguo Pacto de Varsovia, 3 de la ex URSS y 2 de la ex Yugoslavia; ocupó militarmente Afganistán; destruyó Libia recurriendo a la guerra y trató de hacer lo mismo en Siria. Entrenó fuerzas neofascistas y neonazis en Ucrania, organizando allí el putsch de la plaza Maidan, que puso Europa en una situación análoga a la de la guerra fría, provocando una nueva confrontación peligrosa con Rusia.

La OTAN ha comenzado a proyectar sus fuerzas militares hacia el Océano Índico en el marco de una estrategia que apunta hacia la región Asia-Pácifico, provocando una confrontación militar con China. En ese marco, las fuerzas armadas italianas están siendo proyectadas hacia países que se hallan fuera del área de la alianza atlántica, para la realización de misiones internacionales que, incluso cuando se les define como «peacekeeping» [en español, “mantenimiento de la paz”] son guerras que terminan destruyendo Estados enteros (como ya sucedió con la Federación Yugoslava y con Libia).

Al salir de la OTAN, Italia se separaría de esa estrategia de guerra permanente, que viola nuestra Constitución, en particular su Artículo 11, y que contradice nuestros verdaderos intereses nacionales.

Al ser miembro de la OTAN, la República Italiana se priva de la capacidad de tomar decisiones autónomas en materia de política exterior y en el plano militar, decisiones que serían adoptadas democráticamente por el Parlamento, en base a nuestros principios constitucionales.

El más alto cargo militar en el seno de la OTAN, el de Comandante Supremo de las fuerzas aliadas en Europa, pertenece siempre a un general estadounidense nombrado por el presidente de Estados Unidos. Y los demás puestos de mando claves de la OTAN también son entregados siempre a oficiales de alta graduación de las fuerzas armadas estadounidenses. De esa manera, la OTAN siempre se halla, de hecho, bajo las órdenes de Estados Unidos, que la utiliza en función de sus propios objetivos militares, políticos y económicos.

El hecho de ser miembro de la OTAN agrava, por consiguiente, la subordinación de Italia a Estados Unidos, ejemplificada en la red de bases militares que Estados Unidos y la OTAN mantienen en nuestro territorio y que ha convertido nuestro país en una especie de portaviones estadounidense en el Mediterráneo.

Hecho particularmente grave: en algunas de esas bases hay bombas nucleares estadounidenses y también pilotos italianos que se entrenan para utilizarlas. Italia viola así el Tratado de No Proliferación Nuclear, que suscribió y ratificó.

Saliendo de la OTAN, Italia recuperaría su plena soberanía. Y se vería así en condiciones de servir de puente para la paz, tanto hacia el Sur como hacia el Este.

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[1Stockholm International Peace Research Institute.