Citando a Said Qotb, el estratega de la Hermandad Musulmana, un religioso wahabita enseña cómo degollar infieles y apóstatas. Los wahabitas estiman que el islam tradicional, tolerante e ilustrado, es una herejía.

El presidente egipcio Abdel Fattah al-Sissi no estaba errado cuando invitó a los ulemas de la mezquita al-Ashar [1] a renovar el discurso religioso. Y señaló que tenían esa responsabilidad ante Dios y el pueblo ya que la proliferación del pensamiento oscurantista y destructivo que se dice portador de la bandera del islam es, en cierta forma, resultado de la decadencia del papel de las autoridades religiosas, y muy especialmente de la autoridad de al-Ashar, al-Zaytuna y al-Amui.

Esas referencias religiosas a las «luces» eran la fuente de la influencia del vocabulario de la lengua árabe, de quienes trabajaban por enriquecerla, de quienes se oponían al fenómeno del abandono y de quienes sentían un fuerte apego a la esencia del arabismo. Cierto número de escritores e intelectuales pagaron muy caro, a lo largo de sus vidas, su profundo compromiso cuando Jamel Pacha al-Safah los condenó, en 1916, por sus publicaciones en árabe y por su respaldo a los derechos de la mujer y a la lucha contra la opresión del gobierno otomano [2].

A mediados del siglo XX, la doctrina de los eruditos de al-Ashar, de al-Zaytuna y de al-Amaui comenzó a perder fuerza poco a poco y dejó lugar al pensamiento oscurantista, engendrado por el wahabismo e importado al Levante y el Magreb a través de inmigrantes que habían trabajado en Arabia Saudita. Estos contribuyeron a la difusión del sectarismo en nombre de la religión. Importantes medios financieros, provenientes del reino del petrodólar, les permitieron llevar a cabo esa empresa. A su regreso, se dirigieron a las poblaciones desocupadas y concentraron sus esfuerzos en la construcción de gran número de mezquitas, atrayendo hacia ellas a los necesitados y galvanizándolos a fuerza de ideas destructivas y sectarias que nunca habían existido en nuestro país y que nada tienen que ver con nuestra religión.

En cuanto a lo que se ha dado en llamar «la primavera árabe», ese proceso representa el fenómeno más peligroso que se ha iniciado en esta vía, en la que esas fuerzas oscuras han emprendido –con el pretexto de la difusión de la democracia y a través de una iniciativa absoluta y clara– una lucha contra la nación árabe y su historia, para acabar con su identidad cultural, con su seguridad y su estabilidad.

Si bien es urgente renovar hoy el discurso religioso de los ulemas de al-Ashar o, para decirlo con otras palabras, regresar a los orígenes de la referencia religiosa, o sea un regreso a un islam tolerante e ilustrado, representante de la verdadera religión, no es menos cierto que no basta esa revisión para restaurar la situación original en nuestras naciones maltratadas. Para sobreponernos a las devastadoras consecuencias de esta primavera sionista, hay que emprender una reflexión valiente para analizar todos los obstáculos en el plano religioso, político, económico y social que han llevado nuestros países a la situación en la que hoy se encuentran.

Por ejemplo, el papel de las escuelas y las universidades ha disminuido en el conjunto de los países árabes. Hemos visto surgir una occidentalización de la cultura árabe así como un abandono de la riqueza cultural de esta nación. Nuestras universidades se han convertido en escuelas que enseñan o más bien repiten ideas con las que nuestros estudiantes pierden el tiempo en vanos experimentos durante décadas sin que se produzca por ello ninguna modernización o creación, el fenómeno de la investigación científica ha prácticamente desaparecido a pesar de que nunca antes se había hablado tanto de él. Esto se acompaña de una fuga de los cerebros creativos hacia «Occidente», donde encuentran un clima favorable al desarrollo de su energía innovadora y enriquecen a «Occidente» así como su superioridad científica e intelectual.

Nadie duda que el saber humano es el más precioso de los productos del hombre y que la mercancía más cara que exporta «Occidente» es el fruto de su saber intelectual, mientras que todo el mundo árabe sigue ahogándose en un mar de consumo de conocimientos sin producir ninguno. Existe aquí una fuerte paradoja entre los derechos de los musulmanes árabes y su tolerante religión. El primer mandamiento divino revelado al último de los profetas fue: «Lee»

«Lee en nombre de tu Señor que ha creado, que ha creado al hombre de una adherencia, lee tu Señor es el muy noble que ha enseñado a través de la pluma “el kalan” [3], que le ha enseñado al hombre lo que no sabía.»

Y en otra sura [4] Dios el Todopoderoso insiste en la importancia del «kalam», o sea de la escritura, de la ciencia y del conocimiento señalando «A través de la pluma y lo que escriben». Pero, si observamos el actual mundo árabe veremos que es donde menos se escribe y donde menos se producen saber y ciencia.

Y ese déficit se traduce en un atraso de las estructuras económicas y políticas, que necesitan una revisión audaz y completa para que los enemigos de esta nación no puedan invadirla por la fuerza ni destruir sus monumentos y su identidad, ni los pilares de su modo de vivir juntos, bajo ningún pretexto.

Es por eso que renovar el discurso religioso constituye una necesidad. Pero a condición de que apunte también a llenar todas las lagunas que han aparecido en nuestras sociedades, como consecuencia de factores que son a veces de carácter externo y también de otros que son resultado de nosotros mismos.

La sangre de los mártires así como el sufrimiento de los heridos y todas las vidas que ha perdido esta nación durante los últimos años reclaman mucho coraje, honestidad y solidaridad sincera entre nosotros mismos, hacia Dios y hacia la Patria para iniciar verdaderamente la nueva era a la que aspiran nuestros pueblos en todos los países del mundo árabe.

Fuente
Al-Watan (Siria)

[1La mezquita de al-Ashar y su universidad constituyen la más alta autoridad asharita de Egipto.

[2Jamel Pacha fue un gobernador otomano, miembro de los Jóvenes Turcos, que reprimió los movimientos nacionalistas en Siria y Líbano.

[3El kalan es la dialéctica racional, inspirada en la filosofía griega, que los musulmanes deben desarrollar para entender a Dios.

[4Las “suras”, también llamadas azoras, son cada uno de los capítulos del Corán. Nota de la Red Voltaire.